Torre de Villacadima

Se encuentra en un antiguo despoblado de gran relevancia histórica, a unos 3 km al Norte de Monreal, cercano a la población de Torrijo del Campo, entre la carretera N-234 y la autovía A-23. En sus aledaños está la pequeña ermita de los Dolores o del Diablo, conocida así porque había una talla de San Miguel luchando con el demonio. También quedan ruinas de almacenes, viviendas y corrales.

La torre está en muy mal estado. Ha perdido la esquina meridional y parte de los muros de esa parte.

Torre de planta rectangular (12 x 7 m) construída en mampostería. El sistema constructivo es el de doble muro relleno de gravas y tierra. Se sitúa sobre una pequeña colina, dominando el antiguo despoblado y controlando el paso por el antiguo camino de Zaragoza.

Villacadima era una pequeña villa musulmana que fue conquistada tras la batalla de Cutanda en 1120. La primera noticia segura que tenemos sobre este asentamiento es de 1175 momento en el que Villacadima sería un lugar de señorío jurisdiccional que pertenecería al Arzobispado de Zaragoza, el cual poseería todos los bienes del lugar. Posteriormente en 1191, se encontraría en manos del rey Alfonso II que a cambió le había entregado al obispado la villa de Fuentes de Ebro. En 1195 el monarca le devolvió Villacadima al Obispado. Siete años más tarde en 1202 el cabildo de La Seo se la vendió a Álvaro de Azlor por un precio de 1.500 sueldos. Un siglo después la Comunidad de Aldeas de Daroca compró Villacadima a su propietario impulsada por el monarca. En 1311 Jaime II ordenó a la Comunidad de Aldeas de Daroca que comprara la población para que la integrará en su territorio, “si el precio y la utilidad le convenía”. Es probable que Villacadima quedara despoblada con anterioridad a 1373, puesto que no aparece en el moravedí de ese año, aunque no podemos afirmarlo con total certeza, ya que en ocasiones algunas aldeas no aparecen en el moravedí, seguramente debido a exenciones fiscales.

En 1403 Doña Toda Ximénez de Vegayr, habitante en Zaragoza, en su testamento cedió al monasterio de frailes menores de Daroca los derechos que le pertenecían en Villacadima. La cesión no aclara si el lugar estaba ya despoblado en esa fecha, pero parece curioso que la testamentaria no cediera un bien concreto sino los derechos que poseía en Villacadima. Tampoco se sabe con seguridad en que momento sería vendida de nuevo, volviendo a convertirse en un lugar de señorío; pero lo que sí sabemos es que el terreno de la desaparecida Villacadima acabó en manos de la familia Catalán de Ocón, hasta que en 1879 pasó a manos de los Mateo Gilbert y sus herederos los Mateo de Bernabé.