Sobre una espectacular cresta rocosa, nido de águilas, con laderas verticales en su mayor parte. Se encuentra al Sureste del pueblo, rodeado por el río Martín en gran parte de su perímetro. A sus pies discurre la carretera N-211. Desde la parte trasera de la iglesia surge un sendero, con muchas escaleras, que nos lleva hasta sus restos.
Fue destruído en su totalidad y convertido en un montón de escombros con el bombardeo carlista de 1839. Luego, sus restos fueron utilizados como material de obra para otras construcciones, como la iglesia. En el momento de nuestra visita (septiembre 2024) se apreciaba claramente la huella de pasadas excavaciones arqueológicas abandonadas que se llevaron a cabo en el verano de 2022, con los materiales desperdigados por su recinto en el más completo olvido.

Extremo occidental del castillo. Único punto por el que se puede acceder y donde está la entrada.

Base de un pequeño cubo situado en el extremo occidental del castillo.
Camino de acceso. En varios puntos existen muros con aspilleras para su defensa.


Zig-zag en el camino de acceso.
Castillo roquero de planta irregular alargada y estrecha, adaptada al espacio disponible sobre la cresta rocosa. Está orientado al Este-Oeste. Presenta una longitud aproximada de 150 m y una anchura máxima de 35, cubriendo un área de 4.500 m2. Se aprecian dos recintos, pero su espacio es tan reducido que los edificios de la Encomienda y las dependencias monacales pudieron estar en la ladera Norte. Según la historia, en su recinto se encontraba la iglesia de Santa María del Castillo, la ermita de Santa Águeda, el claustro, las dependencias monacales y el castillo propiamente dicho. Viendo el lugar actualmente, es difícil imaginar dónde estuvieron toda esa serie de edificios. En medio de la iglesia estaba la tumba de don Pedro Fernández de Hijar (hijo de Jaime I el Conquistador), con una escultura de alabastro y protegida por rejas de hierro. Si las excavaciones prosiguen en algún momento, quizá salgamos de dudas.
Un recinto, más pequeño y más elevado, a modo de celoquia, no apto para personas con vértigo y, al Norte otro recinto, más amplio y llano, o sea, más habitable. Algunos autores señalan la existencia de varias torres, pero nosotros no las hemos encontrado. Sin embargo, sí que en su recinto existen tres palomares, uno de ellos en buen estado, que podrían confundirse con torres. Al castillo se accede desde su extremo Oeste. Durante las excavaciones se habilitó el acceso con escalones de madera y barandillas metálicas, pero todo se ha deteriorado y algunos puntos son algo peligrosos. Hay restos de muros con aspilleras que defendían el acceso. Se sabe que la puerta del castillo estaba formada por dos hojas de hierro.
Tuvo una torre del Homenaje en la zona más alta. Esta torre tenía almenas y una mazmorra, y se accedía a ella por medio de un puente levadizo. Desde este lugar sale un muro de gran espesor por la cresta más alta, como si fuera un pasillo, hasta una torre denominada Barrana que defendía la zona oriental. Todo esto se ha perdido.

Esquina Noreste del recinto inferior. Por encima aparece el muro superior.


Muro septentrional.

Aquí se pueden ver los muros de los dos recintos.
Aljibe.


Los dos recintos desde el Norte.
Restos de las excavaciones del año 2022 abandonadas a su suerte.


Muro meridional de gran espesor que nos lleva desde el recinto superior hasta la torre Barrana.
Parte del recinto superior, con las ruinas de un palomar.


Muro meridional del recinto superior.
En 1189 Montalbán estaba en poder de Fernán Ruiz de Azagra, soberano de Albarracín, que custodiaba varias fortalezas en nombre de Alfonso II, pero volvió a ser tomado por los musulmanes. En 1210, Pedro II entregó el castillo a la Orden de Santiago tras su definitiva conquista a los moros. El poderío de los santiaguistas en Aragón fue el más reducido de todas las demás órdenes. Pero en 1275 se convirtió en sede de la Encomienda Mayor de Aragón, con jurisdicción sobre los territorios aledaños de Utrillas, Castel de Cabra, Palomar de Arroyos, Torre de las Arcas y Peñarroyas, única que poseyó la Orden en tierras aragonesas. Con el tiempo se convirtió en un castillo-convento de la orden militar de Santiago.
En 1839, durante la Primera Guerra Carlista, el imponente castillo de Montalbán fue reducido a escombros por el duro bombardeo de las tropas carlistas de Ramón Cabrera. Los montalbinos resistieron 50 días hasta que el día 20 de mayo claudicaron. Once batallones atacaron con gran apoyo de artillería. Se calcula que se dispararon 3.000 balas y 600 granadas artilleras. El castillo quedó en tan mal estado que Cabrera, ante la imposibilidad de reutilizarlo, ordenó su evacuación y abandono.
Restos del muro que lleva a la torre Barrana. Se aprecia la estrechez del lugar.

También estuvo en estas tierras El Cid, como indican algunos versos del Cantar:
Aquis conpieça la gesta de mio Çid el de Bivar.
Tan ricos son los sos que non saben que se an.
Poblado ha mio Çid el puerto de Alucat,
dexado a Saragoça e las tierras duca
e dexado a Huesca en las tierras de Mont Alvan.
Contra la mar salada conpeço de guerrear.
A orient exe el sol e tornos a essa part.
Mio Çid gaño a Xerica e a Onda e Almenar,
Tierras de Borriana todas conquistas las ha.
