
Única parte de la torre que es visible desde el exterior.
Queda en el interior de un viejo edificio apuntalado, conocido por los vecinos como “el castillo”, cerca de la iglesia, en la Plaza de Chano. Apenas es visible desde el exterior, a pesar de que dicho edificio está señalizado.
Muy mal estado. Tan solo se ve un pequeño trozo por encima de los tejados.
Torre de grandes dimensiones y fábrica de piedras ciclópeas. Posiblemente debió contar con un recinto que la rodeaba y del que no se conserva nada. La torre es de planta rectangular y se levantó sobre una plataforma rocosa recortada para ello. Sus paredes están construídas con grandes sillares, algunos de más de un metro de largo. El interior está colmatado de escombros, por lo que no es posible apreciar el número de plantas. No conserva ningún vano. En el siglo XVIII, los duques de Villahermosa le adosaron un noble edificio de ladrillo, de amplias dimensiones, colocando su escudo de armas en la fachada, sin función conocida. Con posterioridad ha sido rodeada por otras construcciones rurales (ermita, corrales, garajes y pajares) pues su solidez era buena para apoyar el vigamen de dichas construcciones. Dentro de éstos se mantiene exenta, salvo en una de sus paredes que forma parte del muro del edificio. Todo ese conglomerado ha formado, con el paso de los años, un gran volumen, confundido con un castillo, sin que tenga nada que ver. El cual, por otra parte, aparece apuntalado en diversos puntos debido a sus numerosas grietas y constantes desplomes.
Tan solo los visitantes avezados son capaces de descubrir entre el amasijo de paredes, tejas y abandono, los restos de la torre.

En 1264 Jaime I donó el castillo y la villa a García Romeo. En 1285 se armó la gente del lugar y se preparó el castillo ante una posible ofensiva francesa desde Navarra. Debió ser entonces cuando el rey entregó la tenencia a Pedro Pérez, señor de Ayerbe, que en 1288 debe devolverla al rey. En 1294 lo volvió a tener Pedro de Ayerbe. De éste pasó a comienzos del XIV a Pedro Jordán de Alcolea. En 1327, Alfonso IV lo vendió a García de Lóriz, del que pasó a su hija Teresa en 1368. Sufrió graves daños en la Guerra de los Dos Pedros, por lo que en 1362 se ordenó su derribo. Por matrimonio de Isabel de Lóriz con Pedro López de Gurrea, recayó el señorío en este apellido a finales del XIV. Vuelto a casar con Aldonza de Moncayo, señora de Los Fayos, formó una baronía con los dos lugares. En 1462 era propiedad de Juan López de Gurrea. En el siglo XVI la torre todavía era habitable, ya que Juan Alfonso de Aragón, duque de Villahermosa, lo comentó al visitar el lugar. Tras la expulsión de los moriscos de 1609 el lugar quedó abandonado.