
Sobre una alta colina rocosa de 759 m de altura, de cima bastante amplia, en cuya ladera oriental se apiña el caserío. Curiosamente, no está en la parte más alta de la colina, que es el Sur, puesto que desde el punto más elevado se reduce la visibilidad hacia la Valluenga y el valle del Huecha. Su acceso no reviste dificultad alguna, incluso para vehículos.
Mal estado. A pesar de que hace algunos años se restauró la torre del Homenaje y había organizado un sistema de visitas, los constantes desprendimientos terminaron por cerrar el castillo al público. En el momento de nuestra visita (julio de 2020) todavía se mantenía cerrado, pero al poco tiempo, se subsanaron los problemas y volvió a abrirse.


Torre-puerta. Su mal estado ocasionó el fin de las visitas al castillo. A la izquierda, vista desde atrás.
A pesar de que aparecen las rocas por todo el lugar, diríamos que se trata de un castillo montano de planta irregular, similar a un hexágono con torres de diversa factura en sus esquinas. Tiene una longitud Este-Oeste de 53 m. y Norte-Sur, 60 m. aproximadamente, cubriendo una superficie de 2.000 m2. Su estructura es bastante sencilla, constando de una gran torre del Homenaje rodeada de un recinto murado. En su interior quedan restos de dos recintos más pequeños y más antiguos. No es posible visitar el interior (julio 2020) al estar cerrado por sus dueños debido al peligro de caída de cascotes, los cuales, también han cerrado con ladrillos todos los huecos de la muralla exterior. No se ha invertido nada para reparar o consolidar los elementos del castillo pero sí se ha hecho para cerrarlo con ladrillo moderno. Lamentable actuación.

Rediente del siglo XIV situado en el muro Norte.
Posiblemente, en sus inicios, el castillo se limitaba a una gran torre y su pequeño recinto. Fue en las guerras de los siglos XIV-XV cuando se levantó el recinto externo, cuyo aparejo es distinto, de mampostería. El muro del recinto es de gran espesor, construido a mediados del XIV con la amenaza castellana, conserva bastantes almenas en su centro, y las cortinas Este y Oeste se recrecieron posteriormente en 1369, pues se notan tapiadas las primitivas almenas. Este recinto tiene cinco torreones rectangulares, poco destacados en planta y alzado, que presentan aberturas muy alteradas. Destaca en la cortina Norte un rediente de planta triangular del siglo XV, destacable por su escasez en los castillos aragoneses. Es de sillares, macizo y de técnica muy diferente al resto del castillo. La puerta se abre en el torreón Norte, más destacado, con la particularidad de estar en su lado izquierdo, por lo que el paso es en recodo. El arco está muy deformado (no le quedan dovelas) y la torre bastante destrozada. Los muros de esta torre poseen un espesor de 1’5 m. El ángulo Sur es el mejor defendido, pues tiene dos torreones casi juntos. Fueron levantados a finales del siglo XIII, de mampostería y sillares en las esquinas. Cuentan con cuatro plantas, cada una con una saetera enmarcada en sillares en cada fachada. También destaca en el lienzo meridional una torre pentagonal, maciza y con fábrica de sillares, obra del XV, por lo que es de las últimas obras que se realizaron en el castillo. A sus pies se abre el foso, con las rocas excavadas, que lo separa de la planicie inmediata. Tiene 9 m de ancho y 3 de profundidad. La torre Oeste tiene la fábrica con sillares de buena calidad y la torre Este es similar pero con solo tres pisos.


Torre Oeste.

Torre pentagonal. No sobresale excesivamente en el muro, tan solo su ángulo.

Recrecimiento del muro Suroeste.

El castillo visto desde el Sureste.

Imagen oriental de pueblo y castillo.
En su centro existe un promontorio rocoso donde se alza la torre del Homenaje, que llegó a estar muy maltrecha y bastante rebajada en altura, de sillería y piedras irregulares y planta rectangular (10 x 5 m). Sus muros tienen un grosor de un metro. Se aprecian tres plantas. Su puerta se abría en alto, a 3’5 m desde la base. Todavía conserva cinco saeteras. Fue rehecha varias veces. Recientemente, y afortunadamente, se ha reconstruído, habilitando en su interior el Museo de la Brujería. Esta torre tiene adosada por uno de sus lados mayores, una cerca también rectangular, muy mal conservada que se construyó al mismo tiempo que la cerca exterior, en el siglo XIV. En su interior hay un aljibe. Al pie de la roca hay vestigios de otra cerca que la rodeaba, de planta ovalada, con un metro de espesor y fábrica de grandes bloques de piedra.

Imagen extraída de la web: “cartv.es”, en la que aparece la torre del Homenaje. Se aprecia el recrecimiento de la torre.
Interior del castillo. En primer término, el aljibe.


Aspecto del foso, excavado en la roca. Los muros del castillo apoyan directamente sobre las rocas.
Vista desde el Noreste. Al fondo, la Sierra del Moncayo.



Esquina meridional, reforzada con dos torres, que aquí se muestran desde el exterior y desde el interior.

Aunque se cree que existía antes, las primeras noticias sobre él datan de 1185. En esa fecha estaba en poder de Navarra y Alfonso II lo recuperó por mediación de un hijo del rey de Inglaterra. Pedro II lo empeñó, junto con otros castillos, a Sancho VII en 1212, recuperándolos en 1231. Teobaldo I lo ocupó pero Jaime I le obligó a devolverlo en 1244. En 1255 Jaime I entregó el castillo al caballero navarro Sancho Pérez de Monteagudo. En 1267, lo habitaba el sacristán de Tarazona, Blasco Pérez, que allí labraba moneda falsa. Así nacieron leyendas forjadas en torno a este castillo que, más adelante, adquirieron tintes de aquelarre con la tía Casca y sus brujas, que todavía perduran entre los vecinos de la comarca y que recopiló el poeta Bécquer. En la segunda mitad del siglo XIV, Trasmoz formaba parte de los extensos dominios de los condes de Luna. Durante la guerra civil de 1413, Antón de Luna, jefe de otra rama de la familia, conquistó este castillo con soldados ingleses, situando de alcaide a Juan Fernández de Felices. Vencido y apresado Antón, volvió Trasmoz al conde de Luna, Fadrique de Aragón, quién más tarde se enemistó con Alfonso V, pasando al servicio del rey de Castilla en 1430. Alfonso V no consiguió recuperar Trasmoz hasta la tregua con Castilla de 1436. Trasmoz y su castillo fueron después el soporte de un señorío que, en 1514 tenía Pedro de Urrea, y en 1610, María de Urrea. En 1520 el castillo fue abandonado comenzando su destrucción. El interior del castillo ha sido continuamente expoliado, abriéndose pozos clandestinos que han destruido su contenido arqueológico. El inventor Manuel Jalón Corominas, compró el castillo en la década de los setenta del siglo XX, y actualmente pertenece a la Fundación Castillo de Trasmoz.

Imagen oriental del castillo.

Lienzo Este, también apoyado directamente sobre las rocas.

Lienzo oriental.

Sector del lienzo oriental recrecido. Todavía se aprecian las antiguas almenas.

Torre oriental.

