Partían desde el castillo para englobar la ciudad. Hay que decir que la ciudad medieval ocupaba el espacio existente al Oeste del castillo, hoy zona yerma. Por eso los restos actuales parece que sigan un perímetro bastante irregular. No discurren por calles como en otros lugares, ni la disposición urbana se ha acoplado al recinto. La cerca de Atienza mantiene un trazado muy arbitrario, con varios ángulos y cruzando calles y manzanas, por lo que hay muchos sectores ocultos por edificios.
Mal estado, aunque conserve largos e impresionantes lienzos. En la mayoría del trazado ha sido restaurada con piedras de color más claro ante el peligro inminente de derrumbe, cosa que ha sucedido en algunos puntos. Ha perdido altura y espesor y algunas puertas. Entre nuestra primera visita en abril del año 2006 y la última que hemos realizado en enero de 2025 han pasado 19 años. 19 años en que no hemos notado ninguna diferencia en el aspecto de los restos de la muralla y del castillo. Siguen en el olvido, degradándose, perdiendo piedra a piedra. Las obras, muy puntuales, se limitan a reparar, a mantener, a evitar derrumbes, siempre con carácter de urgencia. Nada más

La muralla comienza en el extremo Norte del castillo bajando en rápido descenso hacia la ciudad. Este sector aparece muy maltrecho, con algunas obras de consolidación en la base para evitar su caída.





Puerta de la Nevera. Apenas quedan los zócalos. Recibía ese nombre por su cercanía a unos pozos de nieve, hoy desaparecidos


Lienzo en que se aprecia la caída de la fila de mampuestos exteriores y la pérdida de altura.

Último lienzo antes de penetrar el muro en el casco urbano. Se aprecia la consolidación se su base y la reposición de piedras de color más claro en el paramento.
La muralla tiene un espesor medio de 2’90 m. a base de cal y canto, con grandes mampuestos sin tallar. No contaba con ningún torreón, a excepción de los que protegían las puertas, y presenta diversos ángulos y requiebros. Hace pocos años se reparó todo su perímetro con unas obras de consolidación de urgencia, ante el gravísimo peligro de derrumbe. Lo restaurado se puede distinguir fácilmente por el color marrón claro en contraposición al gris oscuro de los sectores originales.


Puerta de Arrebatacapas o de San Juan. Estaba defendida por dos torres cuadradas, cuyos restos están hoy embutidos en las casas colindantes. Tiene tres arcos apuntados a base de buenos sillares. Los dos exteriores para sendas puertas de madera y el interior para el rastrillo. Su nombre se debe al hecho anecdótico de que el viento arrebata las capas a los cofrades de la hermandad cuando lo atraviesan el día de la Caballada.

Portillo o Arco de la Virgen. Presenta arco apuntado al exterior y rebajado al interior. No contaba con ninguna defensa excepto la del almenaje perdido.



Lienzo completamente restaurado, entre el Portillo de la Virgen y el de la Escuela Vieja, que se ve al fondo.


Portillo de la Escuela Vieja. También llamado de San Julián, del Hospital o de Alto Rey.
Sector cuya base ha sido hormigonada para evitar su desplome.



Puerta de la Guerra. Orientada al Sur, su arco fue destruido para facilitar el paso a los vehículos, pero conserva los machones y el arranque de estos. La torre derecha es utilizada como vivienda moderna.


Desde aquí la cerca abandona el casco urbano y comienza su ascensión hacia el castillo.

Sector de la cerca al Oeste. Quizá sean los tramos mejor conservados.

Restos muy arruinados de la Puerta de la Villa, en primer término. Parece tratarse de una torre-puerta en recodo. Falta el trozo de lienzo que la unía con el resto de la cerca.


Fue ya población celtíbera (Thitia) establecida en el cerro del castillo, por lo que ya debió contar en esa época con algún tipo de fortificación y los romanos luego pusieron fortaleza en ella. Por su estratégica situación, Atienza fue uno de los bastiones árabes más codiciados. En 870 es conquistada por Alfonso II el Magno, pero cuatro años después, los árabes la tomaron de nuevo. En el año 930 figura el nombramiento de un gobernador musulmán, Ismail ben Lubb, de estirpe hispánica “lobo” o “López”. En 917, el rey de León saqueó la comarca del Duero y penetró en tierras de Atienza. Tres años después, el califa Abderramán III, al regresar de su campaña de Muez, en el Norte cristiano, pasó por Atienza. En 967 era propiedad de Alhakén II, la conquistó García Fernández y Almanzor, en 989, la volvió a recuperar destruyéndola hasta los cimientos por haberle sido rebelde, pero Sancho García, conde de Castilla, en 1002 la volvió a tomar para luego volverla a perder. Fue conquistada por Fernando I en 1078. Años después, tras el Pacto de Toledo y la entrega del reino musulmán a Alfonso VI en 1085, sufrió el asedio y saqueo almorávide en 1109. Le correspondió al rey aragonés, Alfonso I el Batallador, ocupar definitivamente la zona en 1112. Una vez instalados los cristianos procedieron a la repoblación de una tierra que había estado cien años sometida a las algaras cristinas y musulmanas y, por lo tanto, deprimida, sin buenos edificios, cosechas abandonadas y, sobre todo, despoblada. Se constituyó en cabeza de una amplia comarca llamada Tierra de Atienza, que comprendía gran número de poblaciones, llegando desde el límite provincial hasta el río Henares y el Tajo. Se sucedieron a partir de entonces más de dos siglos de relativa prosperidad. Alfonso VII, en 1140 le concedió el Fuero, dotándola de un amplísimo Común de Villa y Tierra. El castillo fue reconstruido, se levantaron más de una docena de iglesias y se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la monarquía castellana hasta alcanzar los 10.000 habitantes. Sus dominios sobre más de un centenar de pueblos se extendían por un tercio de la provincia de Guadalajara y parte de Soria. El hecho histórico más renombrado es la famosa “caballada”, en 1163, en la que sus habitantes salvaron a un niño Alfonso VIII, huérfano de padres, del poder de la familia Castro y de Fernando II, rey de León, tío del niño, sacándole de Atienza a caballo disfrazados de arrieros para ponerle en manos de los Lara, dueños de Segovia y Ávila. Sufrió en el siglo XV la conquista de los navarros, al mando de Rodrigo de Rebolledo, siendo tomada de nuevo por las huestes castellanas al mando del rey Juan II, en una cruel batalla en 1446 en la que se llegó a combatir cuerpo a cuerpo para expulsar a los navarros. Durante la Guerra de Sucesión, sus habitantes participaron en las batallas de Almansa, Brihuega y Villaviciosa, por lo que Felipe V la eximió de pagar rentas concejiles durante dos años. En la Guerra del Francés, se destruyó el castillo y parte de la villa para que no sirviera de refugio a Juan Martín “el Empecinado”, que había establecido su cuartel general aquí con anterioridad.





Restos de la Puerta Norte. Estaba protegida por una gran torre en recodo. El templo que se ve es el de Santa María del Rey.