Estuvieron rodeando la primitiva ciudad musulmana o madina, a orillas del mar y del río de la Miel, hoy encauzado y subterráneo convertido en un bonito paseo. Los únicos restos que se pueden observar se encuentran en la Avenida de Blas Infante, pertenecientes a su flanco septentrional.
A pesar de su grandiosidad, apenas quedan muy pocos restos de ellas. Entre 1996 y 2008 se logró sacar a la luz un tramo de unos ciento cuarenta metros en torno a la llamada puerta del Fonsario o de Gibraltar (Prolongación de la Avenida Blas Infante). Se han descubierto otros pequeños tramos en otros puntos de la ciudad, pero fueron cubiertos después de su estudio. Y algunas fotografías antiguas muy interesantes que se han conservado de algunas partes de la muralla.

Detalle del plano de Verboom de 1726 en el que aparece el recinto de la Villa Vieja junto al mar.
Las murallas de la Villa Vieja tenían planta trapezoidal bastante alargada, con 2.900 m de perímetro que encerraban un área de 29 Ha. Los flancos Oeste y Norte disponían de barrera, torres y foso, mientras que el Este (mar) y Sur (río) se adaptaban a las irregularidades del acantilado formando redientes y lienzos quebrados o en cremallera, sin torres de flanqueo. Su fábrica es la sillería de gran tamaño trabada con mortero de cal que le transmitía una gran fortaleza. Estaban guarnecidas con enormes cubos cuadrangulares de trecho en trecho.
Contaba con tres puertas principales (de Tarifa y Jerez, al Oeste, y del Fonsario o Gibraltar, al Norte), además de la puerta de la Coracha y la puerta de las Atarazanas o del Mar, frente a la playa. Además disponía de, al menos, un postigo.
Plano levantado por Jorge Próspero de Verboom en 1726 en el que aparecen con gran exactitud, tanto las villas Nueva, al Sur, y Vieja, al Norte, como lienzos de murallas, barrera y foso, torres, puertas y los dos alcázares

En la Avenida de Blas Infante fueron restaurados en el año 2006, unos 200 m. del flanco septentrional de la muralla. A pesar de ser tan solo una mínima parte de la cerca, su gran espectacularidad nos permite imaginar, cómo debió ser en origen. Los restos localizados se corresponden con un tramo de muralla con cuatro torres, foso con parte de la barbacana y la llamada puerta de Gibraltar o del Fonsario, construcción exenta a la muralla que permitía el paso a la ciudad. La Puerta de Gibraltar o del Fonsario poseía dos puentes que permitía el paso del foso a la puerta y de la puerta a la liza. Todo este conjunto está integrado en el Parque Arqueológico de las Murallas Meriníes. En el momento de nuestra visita, a finales de 2021, el centro de información permanecía cerrado sin perspectivas de volver a abrirse. El lugar tampoco contaba con paneles explicativos y era prolijo en basuras y desperdicios.


En el transcurso de la excavación se sacaron a la luz cuatro torres de flanqueo de planta casi cuadrada. Las cuatro torres están construídas con muros de mampostería cubierta de sillares bien labrados con forma troncopiramidal para encajar mejor en la estructura del núcleo de mortero. Las dimensiones de las torres conservadas son unos siete metros de lado y dos de altura. A un metro del alzado se pueden observar las hiladas de mampostería retiradas por los destructores de la ciudad en 1379 con el objeto de colapsar la estructura y provocar su caída. Los restos conservados muestran el núcleo de las torres, es decir que eran macizas, y lo más usual era que las torres hubieran sido huecas a partir de cierta altura. La mayoría de estos sillares presentan marcas de canteros correspondientes a varias cuadrillas de trabajadores procedentes de Castilla y Aragón. Se desconoce la altura de la muralla y si las torres estuvieron enrasadas con ella. Se ignora también si estuvieron almenadas o no. La anchura de la muralla en su arranque es de metro y medio a dos metros; está construida con un núcleo de mortero revestido de hiladas de mampostería.


La torre oriental es la única que se ha dejado tal como se encontró, sin recrecerla con sillares.

Durante el asedio de Alfonso XI de 1344 se utilizaron gran número de bolaños de catapultas. Se han conservado en el mismo lugar guardados en jaulas.

Aspecto general de la zona arqueológica, en el que destacan el foso, la liza y las torres de la muralla.

El foso posee completa la escarpa y contraescarpa en casi todo su trayecto, ambas construidas por cal y canto con sillería de menor tamaño que la de las torres. Posee una anchura variante entre 8.20 y 4.40 metros y unos 3 metros de profundidad. Escarpa y contraescarpa del foso hacen de base para la barbacana y el parapeto respectivamente. Del parapeto no se conservan restos. De la barbacana por el contrario, ha podido ser estudiada con profundidad, se encontraba a entre 12.5 y 18 metros de la muralla y se alzaba unos 2 metros de la liza, poseía un núcleo de cal y canto revestido de sillares de peor factura que los de las torres.
Puerta de Gibraltar, llamada también Bab Tarafa o Puerta del Fonsario. Es un complejo defensivo monumental formado por una torre adelantada que tenía como objeto impedir la entrada a la ciudad por uno de sus puntos más débiles, mediante un complejo sistema de puertas en recodo. Los muros fueron construidos con un núcleo de calicanto revestido de sillares del que se conserva un alzado de entre 1,10 metros y 35 centímetros y delimitan un total de tres estancias empedradas comunicadas mediante puertas. Según se desprende de los restos se podía acceder a la zona alta de la puerta mediante escaleras de las que se mantiene el arranque. El foso rodea la Puerta de Gibraltar por todos sus lados formando una bifurcación en ángulo recto. El paso a la puerta se realizó mediante un puente de un solo ojo de buena construcción que se conserva prácticamente íntegro. Sus dimensiones son 3,5 metros de ancho y siete de longitud. El paso desde la puerta a la zona de liza, ya cerca de la muralla, se llevaba a cabo mediante un segundo puente, también de un solo ojo aunque de luz más pequeña que el anterior, que no ha sido excavado.



Es la división en dos sectores separados uno de ellos adelantado y la existencia de un complejo aparato defensivo (foso flanqueante, barrera, muro diafragma, espacios a cielo abierto, pasos acodados, etc.) lo que hacen de este inexpugnable ingreso un conjunto único en fechas tan tempranas como es mediados del siglo XIV. Hay que decir que la Puerta de Gibraltar musulmana estaba abierta en una torre, pero fue destruída durante el asedio castellano. Éstos castigaron especialmente con catapultas la zona comprendida entre la puerta y el mar por ser la más débil, por lo que una vez conquistada la ciudad, fue reconstruída con un aspecto que poco tenía que ver con el original y que es el que hoy podemos apreciar.
Puerta de Jerez. Se hallaba situada en lo más elevado de la escarpadura que presentaba el recinto defensivo en su flanco Oeste (confluencia de las actuales calles Ruiz Zorrilla y Alférez García del Valle), donde la muralla hacía un quiebro en dirección Norte. Se abría en el centro de un enorme bastión de planta cuadrada cuyo muro oriental compartía con la muralla y el occidental con la barrera o antemuro. Probablemente el ingreso constaba de un pasadizo acodado similar al existente en la puerta de la alcazaba de Gibraltar. Y también debió contar con un puente de obra o levadizo de madera que cruzaría el foso y la barrera. Todavía no se han encontrado restos arqueológicos de esta puerta.
Puerta de las Atarazanas. Estuvieron en su flanco oriental frente al mar, abiertas de modo que los barcos pudieran penetrar en el puerto interior a través de ella. Este arco que popularmente era conocido como el “Ojo del Muelle” por la forma que tenía una vez colmatado el vano con los aterramientos procedentes del mar, se conservó hasta el año 1918 cuando fue demolido para ampliar la calle que se iniciaba en él, calle que ha quedado con dicha nominación. Sus dimensiones eran de, aproximadamente, 6,5 o 7 metros de anchura por 9 o 10 de altura.

Ojo del Muelle, casi acolmatado de arena. Imagen extraída de la web:”aepa2015.com”.
Puerta de Tarifa. Se abría en el flanco Suroeste de la ciudad, frente al puente que cruzaba el río de la Miel. El estar situada en zona llana y ser de ingreso recto según los planos de Verboom la convertían en uno de los puntos débiles de la cerca, de ahí que Alfonso XI llevara a cabo en su entorno algunas acciones ofensivas durante el sitio de 1342 a 1344. Un puente de obra o levadizo de madera, situado sobre el foso, serviría para acceder hasta la puerta de Tarifa desde la zona extramuros. Tampoco se han encontrado restos arqueológicos de esta puerta.
Puerta de la Coracha. Este ingreso se abría en la coracha marítima existente en el ángulo Noreste del recinto defensivo y permitía comunicar las dos playas que separaban la muralla. Era de ingreso recto y estaba constituida por un vano con arco apuntado que se prolongaba, en bóveda, a través del muro de seis metros de espesor que formaba la coracha.
Coracha y torre albarrana. Su finalidad consistía en reforzar la capacidad defensiva de una zona débil como era la fachada marítima impidiendo el acceso de posibles asaltantes a través de la playa hasta el pie de la muralla. Estaba situada en el ángulo Noreste de la cerca, con más de cien varas (unos 83 m) y presentaba un imponente muro que partía de la muralla y penetraba en el mar, uniendo el recinto principal con una torre marítima o Castillo del Agua, que se alzaba en medio de la bahía. La coracha tenía una altura de 10 metros y una anchura de 6. Estaba constituida, como la muralla de la ciudad, por un núcleo de cal y canto y se hallaba revestida de la mejor sillería. Se asentaba sobre una recia zapata que, a su vez, descansaba sobre las lajas de un arrecife. Desde el interior de la ciudad se podía acceder hasta la torre marítima a través de un túnel del interior de la coracha o, por encima de ésta, siguiendo el adarve. La torre marítima era de planta octogonal, presentaba un núcleo de cal y canto y estaba también revestida de sillares.

Grabado inglés del siglo XVIII. Se representa el extremo Noreste de la Villa Vieja y se observa con claridad la coracha que penetra en el mar estando la torre albarrana desmoronada. También aparece en la playa la Puerta de la Coracha.

Otra coracha se localizaba en el flanco oriental del recinto Norte, entre la existente en el ángulo Noreste de la ciudad y el gran vano para acceso de las embarcaciones conocido como el “Ojo del Muelle”. El motivo que llevó a la construcción de esta coracha era unir el promontorio costero existente a pocos metros de la playa (el “Peñón”) que actuaba a modo de un padrastro y que podía representar un peligro en caso de asedio de la ciudad si el enemigo lo ocupaba. En fotografías realizadas en 1929 y 1930 aparece uniendo la muralla principal con el citado “peñón” sobre el que se había edificado, en el siglo XIX, una caseta de carabineros. Tanto “El Peñón” con su coracha, como la coracha y la torre albarrana de la esquina Noreste fueron demolidos entre 1942 y 1952 cuando se construyó por la Junta de Obras del Puerto de Algeciras el llamado Muro de Ribera, luego denominado Paseo Marítimo.
Muros de tapial en la Avda. Blas Infante. Posiblemente hayan perdido el revestimiento.


Basamento de un lienzo aparecido tras la remodelación del Paseo de Segismundo Moret, frente a la Oficina de Turismo.
Algeciras se fundó y creció sobre la colina situada al Norte de la desembocadura del río de la Miel, en contraposición a las ruinas romanas existentes en la colina de enfrente, al otro lado del río de la Miel. Las primeras referencias de las murallas de Algeciras (al-Yazira al-Jadra) datan del siglo IX y fueron levantadas como defensa ante los ataques de los normandos, pues ya sufrieron el asalto de los vikingos en el año 859 que no conto con excesiva oposición. El emir Muhammad I amuralló y fortificó la ciudad entre el 859 y el 886. Algunos historiadores antiguos señalan que la muralla dominaba sobre el mar, por lo que debió encontrarse muy cercana. Cuando los almorávides se apoderaron de Algeciras en el año 1086, Yusuf ben Tasufin procedió a reforzar y reparar los muros, y también ordenó cavar un foso a su alrededor.
Las tropas castellanas de Alfonso X el Sabio establecieron el sitio en agosto de 1278 sin tener apenas resultados. Todo ello agravado con carencia de comida y agua, graves daños que provocaban los moros y una epidemia de peste. Hubo muchas bajas. Hasta los marineros de la flota (24 navíos y 80 galeras) fondeada en Isla Verde, tuvieron que abandonar sus posiciones y pasar a tierra. De este modo muchas embarcaciones quedaron ancladas junto a la isla sin ocupantes o sin una dotación suficiente. Mientras, desde Algeciras, se mantenía comunicación con Gibraltar a través de palomas mensajeras, informando a los meriníes de la vecina ciudad, de las penosas condiciones en las que se encuentraban los sitiadores. Tras conocer esto el rey de Fez hizo pertrechar 14 galeras en Tánger para mandarlas a Algeciras comandadas por su propio hijo, Abu Yacub Yusuf. Tras acercarse durante la noche a la Bahía de Algeciras sin ser advertidos, la flota de Fez acometió contra los barcos de Castilla, anclados y casi vacíos, en la Isla Verde. Con rapidez la escuadra fue capturada e incendiada, mandándose degollar a cuantos soldados se encontraban en ellas, salvo a los capitanes, que fueron tomados como rehenes. En cuestión de unas horas Castilla perdió toda su flota sin llegar apenas a presentar batalla. Los soldados de tierra castellanos, enfermos y ahora sorprendidos por el rápido ataque desde el mar, no pudieron reaccionar a tiempo cuando los soldados mahometanos salieron por las puertas de Algeciras atacando con fiereza. El infante Pedro, que se había quedado de nuevo al mando de las tropas tras la ida del rey, ordenó inmediatamente abandonar el sitio, dejando a sus capitanes capturados en manos de las tropas musulmanas y dejando todas las máquinas de asedio y pertrechos, que fueron tomados. La debacle castellana fue total.
Alfonso XI el Justiciero dijo en su Crónica, que Algeciras tenía las mejores torres que había visto.
Alfonso XI, entre 1342 y 1344 puso sitio de nuevo a la ciudad, apoyado por las flotas de Aragón y de Génova. Era de suma importancia conquistarla pues era la capital del imperio meriní. Los 30.000 habitantes de la ciudad sufrieron un bloqueo terrestre y marítimo que impidió el ingreso de alimentos. El emir de Granada envió un ejército para socorrer la ciudad pero fue derrotado junto al río Palmones. Por fín, tras 22 meses de asedio, el 26 de marzo de 1344 la ciudad se rindió y fue incorporada a la Corona de Castilla. Este fue uno de los primeros enfrentamientos militares en Europa donde se utilizó pólvora. La ciudad sería a partir de entonces la base principal de actuación de los ejércitos cristianos. Tras la pérdida de al-Yazira al-Jadra, quedó para los benimerines de Fez tan sólo la ciudad de Gibraltar como puerto de comunicación con sus dominios africanos. Todos los esfuerzos de la reconquista se centrarían desde entonces en la toma de esta ciudad portuaria. En 1350 Alfonso XI impuso un fuerte asedio a la ciudad de Gibraltar, apoyándose de nuevo en las flotas de Aragón y Génova que establecieron su base principal en Algeciras. Sin embargo en esta ocasión la suerte de la ciudad no dependería de las acciones bélicas, pues en marzo del mismo año se desató una fuerte epidemia de peste bubónica en el campamento castellano que provocó la muerte del rey Alfonso XI el 26 de marzo. Esta inesperada muerte desembocó en una guerra civil entre los pretendientes al trono de Castilla. Las consecuencias de la guerra en Algeciras no se hicieron esperar y en 1369 en plena guerra entre Pedro I y su hermano Enrique II la ciudad se vio con una débil guarnición de soldados debido a la necesidad de tropas en el Norte. Este lance fue aprovechado por el rey de Granada Muhammad V para reconquistar al-Yazira al-Jadra. Los musulmanes reconstruyeron las defensas y establecieron allí un gran ejército para defender la ciudad. En 1379, una vez terminadas las disputas en Castilla, y una vez recompuestas las huestes cristianas, los granadinos fueron incapaces de defender la ciudad ante el caso de que se le pusiera de nuevo asedio y el peligro que podría suponerles que cayera de nuevo en manos castellanas. Por ello, ese mismo año, procedieron a la destrucción sistemática de la ciudad. Para ello cegaron el puerto, derruyeron las murallas y mandaron incendiar todos los edificios. En tres días Algeciras quedó totalmente arrasada permaneciendo así hasta la conquista británica de Gibraltar en 1704, cuando parte de los exiliados gibraltareños se establecieron en los campos que ocupaban la antigua Villa Vieja de la ciudad en torno a la capilla de Nuestra Señora de Europa.
A principios del siglo XVIII, Jorge Próspero de Verboom en sus trabajos de fortificación de la bahía de Algeciras, hizo una descripción de los restos encontrados. Habló de la gran solidez con que estaban ejecutadas sus defensas, de fuerte cal y canto, con muros guarnecidos de grandes torreones ejecutados con la mejor sillería, y en lo alto, un fuerte castillo. Pero en 1772, el viajero inglés Francis Carter al visitar la ciudad escribió lo siguiente: Algeciras fue fortificada por los moros con altas murallas y torres de gran espesor rodeando la ciudad; hoy día únicamente se pueden ver grandes trozos de ruinas por todos lados, testimonios ilustres de su antigua grandeza.