Esta masía se encuentra situada a unos 3’5 km al oeste de Alcover, en el llamado Camino de la Glorieta, de propiedad particular y acceso restringido. Este camino nace un poco antes de llegar a la ermita del Remedio, por la izquierda. La masía se encuentra habitada todavía. Existen rótulos indicativos.
Toda la masía está en perfecto estado, conservada de modo lujoso, a excepción de una de las torres, la que está encima de la colina, que está medio caída. Las torres están ubicadas dentro de la propiedad privada, pero son perfectamente visibles desde el exterior, desde el camino.

Desde este ángulo se observan las dos torres al mismo tiempo. Una sobre las rocas y la otra, junto a la masía.
Esta masía presenta las típicas características de las masías catalanas, con diversos edificios de variadas funciones rodeando un núcleo central más antiguo. Todo el conjunto de edificaciones forma un gran conglomerado. En el dintel de la puerta principal aparece un escudo con la fecha de 1738. La casa está rodeada de un amplio jardín con piscina.
En su extremo occidental se levantan dos torres que sirvieron para su defensa. Una de ellas se encuentra sobre las rocas de una colina, en mal estado, derruída en parte e invadida por la vegetación. Es la más antigua. Parece de planta cuadrada (7 m de lado). Su base de unos dos metros de altura, es de buena sillería colocada en hiladas regulares trabada con mortero de cal. La parte superior se realizó con tapial, bastante degradado en la actualidad. Se calcula que su altura ronda los 8 m, aunque es evidente que ha perdido mucha altura. El grosor de sus muros ronda los 80 cm. El muro Noroeste, el que da hacia la montaña está prácticamente destruído. Desde la carretera se observa una aspillera. Ignoramos si tiene alguna más.


Debajo de la torre anterior y junto a la puerta de la masía, existe otra torre de factura posterior. Mucho más esbelta, estrecha y alta. También parece de planta cuadrada (4 m de lado) y conserva más de 9 m de altura. Su fábrica es la mampostería colocada en hiladas más o menos regulares con las esquinas reforzadas con sillares. El único vano que se observa, encarado hacia la puerta, parece una pequeña cañonera en su base. La vegetación ha comenzado a invadirla dificultando su visión.


Esta masía es conocida desde el siglo XII. En 1163 el rey Alfonso el Casto la donó a Pedro Voltor y su esposa, junto a un molino y tierras. Durante siglos se la conoció con el nombre de dicha familia, hasta que en 1632, la heredera del lugar se casó con un Monravá, adoptando el nombre actual.