Hospital de la Magdalena

Se encuentra extramuros, en el camino de Cestoa y junto al río Urola. Este camino fue de suma importancia en el pasado pues conectaba la costa con el interior de Castilla. Forma un conjunto con la ermita homónima, situada en frente pero al otro lado de la calle.

Fue restaurado en el año 2011, por lo que se encuentra en perfecto estado, aunque muy transformado. El antiguo hospital está dedicado actualmente a usos pedagógicos y culturales por parte de los jesuitas y en su interior no ha perdurado ningún elemento de antigüedad.

En el siglo XIX el edificio fue dividido y remodelado y su altura se elevó para acoger dos viviendas. Actualmente la primera planta y la bajocubierta son fruto de la reconstrucción llevada a cabo en 2011. En esta actuación también se recompuso la portada dovelada, antiguo acceso original, de cuyo arco solamente se conserva una pequeña parte en la jamba derecha. El elemento que menos ha cambiado desde la estancia del Santo es el muro Norte, que alberga una pequeña ventana ojival.

Lo que nos interesa a nosotros es la existencia de dos alargadas aspilleras similares a las de Emparan. Una, protegiendo una puerta, en la fachada Suroeste, y la otra en el muro que da al río.

A este hospital llegó en 1535 Ignacio de Loyola, de regreso a su villa natal desde París, donde había sido estudiante. El hospital era por entonces un edificio para albergar a peregrinos, transeúntes y enfermos de diversas dolencias, especialmente la temida lepra, cuyos brotes eran frecuentes en el siglo XVI. Estaba dividido en dos partes. En la planta baja, se acogía a los leprosos, que contaban con cocina, chimenea, camas y aseos separados del resto de enfermos. Tenían una ventana desde donde podían seguir las misas que se celebraban al aire libre, frente a la ermita. La primera planta, se reservaba para el resto de enfermos y transeúntes, y es donde se alojó Ignacio. Era tan austero, que durante su estancia durmió en el suelo.

Hoy, es un enclave ignaciano de primer orden, símbolo de la humildad del santo más universal.

 

 

 

Fachada Sureste, frente al río, en la que se abre una aspillera.

Es nombrado por primera vez en 1511, a consecuencia de la visita que realizaron conjuntamente los miembros del concejo de Azpeitia y el señor de Loyola, Martín García de Oñaz (patrón de los templos de Azpeitia y hermano de San Ignacio de Loyola). Entonces contaba con 45 camas, lo que da cuenta de que se trataba de una institución asistencial de importancia. Además, también estaba dotado de algunos bienes raíces, como una huerta y cuatro manzanales, así como de un lagar para la producción de sidra.

Fachada Noreste, la más antigua.