Cueva-Castillo de Caco

El impresionante sistema defensivo de Los Fayos utilizó construcciones excavadas previamente en los cortados rocosos, o mallos según terminología local, y que, casi con total seguridad, pertenecieron al legendario monasterio benedictino en el que se sitúa a San Atilano. Estas estructuras consisten en celdas o espacios de reducidas dimensiones excavadas en la roca y a diferentes alturas que se organizarían mediante forjados de vigas de madera, tal y como muestran los numerosos mechinales y escalones tallados en la roca. Este sistema de ocupación se ha podido detectar en la cueva ocupada por la actual ermita de San Benito, en la Cueva de Caco y, al menos, en otras dos cuevas próximas, de menores dimensiones, conservando una de ellas un acceso tapiado en el que se abre  un arco dovelado de medio punto. Existen igualmente indicios de un complejo sistema de comunicación mediante pasadizos horadados en la roca y de canalizaciones de agua.

Por todo ello, el conjunto defensivo de Los Fayos ofrece una visión impresionante para el visitante por su laboriosa ejecución del trabajo en la roca al filo de lo imposible. El increíble trabajo de agujerear espacios, pasillos, escaleras y silos en este espeluznante cortado, desafiando el peligro de caídas al vacío, formando un asombroso sistema defensivo único en España.

Vista aérea de Los Fayos. Se ve la enorme boca de la cueva y, en la parte superior, la base de la torre que se levantó en tan extraordinario lugar.

Se sitúa en la parte alta del pueblo, detrás de la iglesia.

Muy mal estado. Apenas quedan restos constructivos, aunque todo lo excavado entre las rocas sí se mantiene.

 

Entrada a la cueva en la actualidad, con todas las medidas de seguridad exigidas hoy día porque, aunque asombroso, no deja de ser bastante peligroso su ascenso. Se ha construido una compleja escalera metálica y se han añadido plataformas de madera para poder realizar visitas turísticas.

Hasta hace pocos años era de propiedad particular, estaba cerrada por un muro de adobe y se ascendía por una escala de madera. En la Edad Media, todo el gigantesco hueco estaba cerrado por una pared.

Cueva fortificada, aunque se trata de una cueva de colosales dimensiones y otras más pequeñas, además de dos torres atalayas en lo alto de las peñas, con su vertiginoso caminillo de acceso, y el foso. Todos estos elementos unidos formaban una única defensa. Aunque, la verdad, a pesar de su impresionante aspecto, no debió ser muy fuerte, pues fue conquistado y reconquistado varias veces.

Destaca especialmente la enorme cueva abierta en el conglomerado rocoso, con 17 m de altura y 14 de profundidad, y con relativa buena accesibilidad. La entrada quedaba en alto, en la pared vertical de la roca, siendo necesaria una escala móvil para acceder y que pudiera ser retirada en caso de peligro. La puerta se abría en una pared de mampostería y tapial que cerraba la boca de la cueva. Su interior contaba con varios niveles ascendentes desde la entrada. Esto permitió, con vigas y travesaños, construir varios pisos. Para comunicarse entre pisos existían escalas de madera. Todas estas estructuras se han perdido, al ser de madera.

 

 

 

Silo para cereales excavado en la roca.

En su interior conserva un aljibe y parte del sistema de recogida de aguas esculpido en la peña. Dicho aljibe estaba recubierto de almagra impermeable. La canalización empieza en lo alto de la peña, en una zona con forma de embudo, descendiendo entre las rocas por un canal hasta las proximidades de la puerta, donde cruza la roca y se dirige, por la pared, hasta el aljibe.

 

 

 

Parte del foso era utilizado para recoger agua, llegando a un canal en la roca que lo introducía en la cueva.

Atravesando la roca el agua era conducida dentro de la cueva con otro canal hacia el aljibe.

 

 

 

Aljibe.

Diversas imágenes del acceso hacia las salas laterales superiores desde el interior de la cueva.

 

 

 

Otra de las habitaciones de la cueva. Se ven mechinales de antiguas vigas.

Cuenta con una dependencia lateral y superior, de 13 m de largo, abierta al exterior, y también cerrada con un muro de tapial en el que existían varias aspilleras para defender la puerta de la cueva. Esta dependencia cuenta con cuatro pequeñas habitaciones. Desde la dependencia superior partían unas escaleras que ascendían por la roca hasta una de las dos torres atalaya superiores, pero hoy está muy maltrecho el camino, aunque con detenimiento, se puede apreciar todo su recorrido. Dicho camino todavía era practicable hace 30 años.

Dependencia lateral superior, vista desde diferentes ángulos. Desde ella parte el camino con escaleras que ascendía a la torre. En la imagen superior se puede observar a la derecha de la reja.

Antes y después de su restauración.

Se construyeron sobre los mallos dos torres en épocas diferentes. Una torre cuadrangular (posiblemente cuadrada), al mismo tiempo que la cueva, y otra torre circular, algunos siglos más tarde y en posición más elevada. Actuaban como puntos de vigía con el fin de controlar todo el valle del río Queiles y su desembocadura, convirtiéndose todo el complejo en un sistema defensivo único.

 

 

 

 

 

A la izquierda se puede ver el foso excavado en la roca, utilizado para la recogida de aguas. Por medio de un canal era introducida en el interior de la cueva

 

 

Cueva y torre, con el camino escalera que los unía en el pasado y del que todavía se puede seguir su recorrido, aunque esté impracticable.

La torre más antigua se sitúa muy cerca del precipicio, en un nido de águilas, encima justo de la peña donde se abre la cueva. Aparece aislada del resto de la plataforma sobre la que se asienta por un barranco natural, recortado para potenciar la defensa. Tiene planta cuadrangular sobre una plataforma rocosa tallada con las mismas dimensiones que la torre. Tiene fábrica de mampostería y conserva un metro de altura.

La torre desde diferentes puntos.

Los Fayos está muy próximo a la frontera con Castilla, siendo el primer pueblo de Aragón por el camino de Ágreda, por lo que participó en todos los conflictos con los reinos vecinos, siendo ocupado varias veces por castellanos y navarros. En 1148 era propiedad de García Sangiz cuando fue conquistado por Navarra. Se desconoce en qué momento volvió a manos aragonesas pero en 1221 sus tenentes eran Álvaro y Rodrigo Díaz de los Cambreos. En 1275 los castellanos corrieron estas tierras robando cuanto pudieron en represalia por hechos similares realizados por los aragoneses en tierras de Castilla, a pesar de estar en tiempos de paz. En 1297, Jaime II compró Los Fayos a Pedro Jordán de Alcolea y Martín Ximeno de Vera, y puso de tenente a Lope Ferrench de Luna. Tuvo un destacado papel en la Guerra de los Dos Pedros. Al comienzo de la guerra, en 1357, después de caer Tarazona, se nombró alcaide a Diego Zapata. Además se envió de refuerzo a Martín Abarca, que resultó muerto cuando Pedro I el Cruel, sitió la cueva y la conquistó. El rey castellano nombró alcaide a Juan Fernández de Hinestrosa. Fue recuperado para Aragón y en 1362 era su capitán Jiménez de Samper. Pero volvió a ser tomado por los castellanos y vuelto a tomar por los aragoneses en 1366 que nombraron nuevo alcaide a Jimeno Pérez de Iranzo. Después de la guerra, siguió perteneciendo a la Corona, hasta 1393 en que Juan I lo concedió a Pedro Benviure. Antes de acabar el año, el mismo rey lo vendió a Sancho de Moncayo, con todas sus jurisdicciones. En el siglo XV fue vendido por Alfonso V a Martín de Torrellas, de quién pasó a Juan de Gurrea a mediados de siglo. A finales del siglo XVI ya estaba abandonado y en ruinas.

 

La segunda torre es de planta circular y grandes dimensiones (9 m de diámetro), situada unos metros más al Oeste y más elevada. Conserva una altura en torno a los dos metros, sin vanos. Se rodeó por dos fosos cortados en la roca en sus lados Sur y Oeste.

 

 

Esta torre fue rehabilitada en el modo que mejor se pudo, debido a su mal estado, hace unos años, quedando con el aspecto que hoy tiene. También se limpió el foso y se construyó una escalera de acceso, con 333 escalones de madera.

Con los años, la cueva fue utilizada como corral al estar en manos de un particular, hasta que fue comprada por el ayuntamiento con idea de rehabilitarla, como así ha sucedido. La cueva puede visitarse ahora, merced a las obras de acondicionamiento realizadas con fondos de la Diputación Provincial de Zaragoza y del Plan de Competitividad Turístico del Moncayo, con una inversión superior a los 180.000 €. Se han colocado plataformas de madera en su interior y una larguísima escalera metálica para llegar a ellas. Aunque pueda no parecerlo, se respeta bastante el espacio de la cueva. La estructura permite conocer su interior y disfrutar de una bella panorámica del pueblo. Se vuelve a tener acceso a donde antaño se llegaba con escaleras de madera. Patrimonio no ha permitido una segunda plataforma para conocer el aljibe, pero sí es posible subir ahora a la prolongación lateral superior de la cueva donde se encuentran las cuatro habitaciones. Las rocas contiguas han sido protegidas con redes metálicas para evitar desprendimientos y, en el interior de la cueva, hay tendida otra red más fina que sirve de resguardo frente a la acción de las aves y quirópteros que anidan en los huecos.