
En la parroquia de Ameigenda, sobre unas rocas junto al mar, a unos cinco kilómetros al Sur de su capital municipal, junto a la carretera de Carnota. Se sitúa enfrente, pero al otro lado de la ría (1.200 m), del Castillo del Cardenal, en Corcubión, construídos al mismo tiempo los dos y con la misma función de batir el acceso a la ría con tiro cruzado. No está señalizado y apenas es visible entre un pequeño bosque que lo oculta. Es de propiedad privada, el acceso está cerrado a cal y canto, y en el momento de nuestra visita (diciembre de 2019) estaba en venta por 6.000.000 de euros. Al parecer, tienen obligación por parte de la Junta de Galicia, para abrir sus puertas al público, cuatro días al mes, pero los propietarios no lo respetan.
Su estado es impecable. Hace unas décadas fue convertido en una lujosa residencia.


Frente Norte.

Puerta de acceso, situada en medio del hornabeque. Aquí hubo un foso y un puente levadizo, ahora desaparecidos.
Batería costera abaluartada. Está compuesta por una batería, propiamente dicha, con siete cañoneras, mirando al mar, y un hornabeque mirando a tierra. Ocupa una superficie de 2.500 m2 aproximadamente. Tiene una sola puerta situada en el centro del hornabeque. Aquí existió un amplio foso que se salvaba con un puente levadizo, pero el foso se acolmató y el puente se eliminó, existiendo en la actualidad unos bellos jardines y una piscina en este lugar. La batería cuenta con un amplio adarve para el movimiento de los cañones y su personal, sostenido por recias bóvedas a prueba de bomba. Aparecen dos coquetas garitas en cada uno de sus extremos. Hasta ella se accede por una rampa y por dos escaleras de piedra. Existen a continuación, en ambos flancos, almacenes para pertrechos y pólvora, rodeando un pequeño patio de armas. Entre el patio y la puerta se encuentra un edificio en forma de U que fueron los antiguos cuarteles, y que ahora es la vivienda del propietario. El aparejo es de sillería bien labrada en su perímetro exterior y gran parte de sus fábricas interiores, lo que le da gran realce visto desde el mar o desde tierra. Es obra de gran calidad, puesto que en los días de temporal, el mar choca directamente contra sus muros, habiendo resistido galernas durante siglos de forma incólume. Albergaba una dotación de 88 hombres y doce cañones.


Se comenzó a construir en 1740 al mismo tiempo que el castillo del Cardenal, situado a la otra orilla de la ría. El ingeniero encargado de la obra sería Francisco Llobet, siendo sustituido por Carlos Lemaur (de origen francés, algo muy habitual en el reinado de los borbones) en el 1744. Las obras acabaron en 1755. El nombre del Príncipe se le dio en honra al hijo de Carlos III de España, el futuro rey Carlos IV. No hay constancia de acontecimientos bélicos sucedidos en él, tan sólo se tienen referencias de que se reunió aquí la junta de defensa de la zona contra los franceses en 1809. El papel estratégico de esta zona fue perdiendo relevancia durante el siglo XIX, por lo que a finales de siglo el castillo, al igual que otras tantas fortalezas, dejaría de pertenecer al Estado tras subasta pública. El primer propietario fue el empresario, banquero y político finisterrano, muerto en Corcubión, Plácido Castro Rivas, el cual compró también en 1892 el castillo de San Carlos de Finisterre. En el año 1928, después de abandonar la villa de Corcubión, Placido Castro hizo una donación de varios bienes inmuebles (entre los que se encuentra el castillo del Príncipe) a la Asociación de Periodistas de Madrid, los cuáles lo acabaron hipotecando. Posteriormente, quedó en manos del banco. Durante muchos años el edificio quedó abandonado hasta que en 1985 el empresario gallego, José Ramón Oreiro, se hizo con él por 30 millones de pesetas. Oreiro hizo una gran reforma, convirtiéndolo en una lujosa vivienda. En el año 2006, el castillo fue comprado por un empresario de la Rioja por una cifra en torno a los 3 millones de euros y actualmente se encuentra a la venta por 6 millones de euros.


