Mola del Bou Negre, cuya total extensión estuvo ocupada por la desaparecida fortaleza. Se aprecia la masía levantada sobre una de sus torres.
Está situado en la Mola de su nombre, a 4 km. del pueblo, en el límite del término de Ludiente, a 748 m. de altura, sobre el eje de la divisoria de aguas de los ríos Mijares y Villahermosa. Su nombre es una adaptación del árabe “bou nerzo”, cuya traducción literal sería: “lugar con alcaparras”. Su acceso se realiza por un camino que nace en el pueblo y finaliza en unas masías abandonadas al pie de los escarpes. Desde allí, hay que continuar a pie por un sendero. Posiblemente sea este el antiguo camino romano que se dirigía a Ludiente tras pasar por la fortaleza.
Muy mal estado. Debió ser una fortaleza colosal, pero es sólo un triste recuerdo, algunos lienzos dispersos y restos de tres torres arruinadas.
Lienzo Suroeste. Se observa el diferente aparejo con que se levantó, probablemente en dos etapas.
Enorme fortaleza de tipo roquero y planta irregular, con sus muros adaptados y fusionados con las irregularidades del terreno, discurriendo al borde de los escarpes en todo su perímetro y utilizando las inaccesibles defensas rocosas naturales para formar una muralla infranqueable. Ocupa una inmensa muela rocosa de 10 Ha. con su superficie inclinada hacia el Este en ligero descenso. Es decir, que el punto más elevado se sitúa en el lado Oeste y los antiguos campos cultivados, cuyos bancales todavía son perfectamente visibles, están a lo largo de todo su flanco oriental. Tiene una longitud máxima (Norte-Sur) superior a 550 m. y una anchura máxima de 310 m. Sus escarpes rocosos son formidables, especialmente al Norte y Noroeste, donde la vertical supera los 300 m. Sus únicos puntos accesibles se localizan al Sur, en el collado que lo une al resto de la sierra, y en el flanco Este, donde parece que hubo una antigua entrada. La muralla era de aparejo irregular con torres cuadrangulares adosadas, de las que quedan dos, levantado todo ello sobre una base de grandes sillares toscamente labrados que, posiblemente sean romanos. Los restos conservados hoy día son dos lienzos de muralla, con un cubo cada uno, y un edificio de una sola nave, de planta rectangular, con muros formados por grandes bloques de piedra caliza trabados con mortero de cal. Se eleva sobre la esquina de un montículo delimitado por un ancho acantilado. Este edificio, posiblemente romano, debió hacer las funciones de torre del Homenaje en época cristiana, y luego, en el siglo XIX, sobre los restos medievales se levantó un conjunto de masías rurales. Esta transformación agrícola de la muela supuso la destrucción de la mayor parte de los restos pues con los materiales medievales se levantaron diversas dependencias como corrales o almacenes, además de la roturación y abancalamiento de los terrenos para las labores agrícolas. A mediados del siglo XX se abandonaron estas construcciones, produciéndose desde entonces un fuerte proceso de deterioro y derrumbe. El yacimiento medieval ocupa buena parte de la loma donde se levantan las masías. Lamentablemente, la intensa transformación de la parte Suroeste producto de los trabajos agrícolas impide apreciar con claridad otros posibles restos. En cambio, en las partes más alejadas de las construcciones rurales, se ha respetado el espacio. No obstante, en el sector Suroeste queda un buen tramo de muralla con un cubo, y en el sector Este otro largo lienzo con otro cubo, éste conservando dos saeteras. También parece que existen restos de dos aljibes hacia el centro del recinto, pero no los pudimos encontrar debido a la espesa vegetación impenetrable. El estudio de la cerámica descubierta cubre desde la época musulmana (s.XI) hasta la cristiana (s.XIV).
Cubo del lienzo Suroeste. Como el resto del castillo, presenta dos tipos de factura, claramente apreciables.
Esta es la torre que se cree romana y que fue transformada en el siglo XIX en masía agrícola, con diversas dependencias adjuntas.
Conjunto de edificaciones agrícolas que se levantaron en el siglo XIX aprovechando los materiales del castillo, en el extremo Sur del recinto.
Cubo del lienzo Este, con fábrica de tapial sobre una base de grandes sillares. Todavía conserva dos saeteras.
Leyenda: “Cuando las tropas de Jaime I amenazaban la población, los hombres útiles de toda la comarca se refugiaron en el Buey Negro. Asediada la fortaleza, fueron inútiles las tentativas de fuerza hasta que en una noche oscura, recogidas más de mil cabras monteses, fueron emboladas con estopa y resina, obligándolas a ir en determinada dirección. Los refugiados que vieron trepar tantas luces por cortaduras y verticales, creyéndose perdidos, algunos buscaron una muerte heroica y los demás se despeñaron por las cortaduras”.
Cubo y lienzo Suroeste.
Fue cabeza del actual término y de él nos hablan documentos de 1178. Mantiene desde el principio casi siempre la misma grafía (Bueynegro). Es citado en 1224 como límite del obispado de Tortosa, por concesión de Alfonso II de Aragón. Es mencionado como “castrum”. También fue fita histórica en la partición de lindes entre las diócesis de Segorbe y Tortosa. En 1236 pertenecía al territorio de Abu Said, gracias a la conquista emprendida por éste, tras los pactos efectuados con Jaime I y su conversión al cristianismo. Y fue heredado por su hijo Fernando Pérez, de madre cristiana. Pero en 1262 pasó a sus sobrinas Teresa (Argelita y tierras bajas) y Sancha (castillo y tierras altas). Tras la reconquista el castillo dejó de ser utilizado muy pronto. Incorporado a la Corona unos años más tarde, fue adquirido por la familia Arenós. En 1465, Juan II donó la baronía de Arenós a su hijo don Alfonso de Aragón. Luego perteneció a la casa ducal de Villahermosa, los cuales se desentendieron pronto de cuanto concerniera a sus tierras castellonenses.
Las masías al borde de los escarpes.
Lienzo Este.