Castillo de Sigüenza

En lo alto de la población, sobre un montículo en el valle del río Henares, dominando un gran territorio circundante. Es fácilmente localizable desde cualquier carretera de acceso a la localidad.

Inmejorable estado, aunque bastante transformado sobre su aspecto original al haber sido convertido en Parador de Turismo. Tan solo se conservan originales ​ la capilla románica, la portada y algunas torres así como la barbacana, las dos portadas del patio de armas y el Salón del Trono.

Flanco Este y parte del Sur del castillo. Destacan las dos torrecillas del ángulo Sureste que protegían la antigua entrada, y la torre del medio, conocida como Torre de Doña Blanca, por suponerse que estuvo en ella prisionera la reina de ese nombre.

Puerta actual del Parador, abierta por el obispo Girón de Cisneros, con sus espectaculares Torres Gemelas.

Puerta para vehículos abierta en la barbacana, de acceso directo al patio de armas.

Su planta es un cuadrilátero irregular alargado de Norte a Sur, cuyo lado más pequeño mira al Sur, la cortina más modificada de los últimos siglos. Ocupa una superficie de unos 7.000 m2, sin contar los antemuros o barbacana y mide 124 x 91 m aproximádamente. Su tipología es una alcazaba con varios recintos, sin torre del Homenaje y hecha para vivienda de civiles y militares. Exteriormente, a pesar de haber sido convertido en Parador, ofrece ahora un aspecto mucho más guerrero y militar que en pasadas épocas, cuando se transformó el carácter combativo de la fortaleza en palacio dieciochesco. Su aspecto es muy homogéneo, con paramentos lisos siempre rematados por almenas. La piedra es el material dominante en esta impresionante construcción. El sillarejo se utiliza para sus lienzos o muros, donde la piedra apenas se trabaja, mientras que las esquinas se construyen en sillares, perfectamente elaborados y colocados, con un matiz rojizo que da al conjunto un colorido singular. La piedra se extraía de las zonas circundantes. El castillo, probablemente, estuvo rodeado por un foso en sus tres cuartas partes, completando la defensa natural el barranco situado al Este. El gran patio interior albergaba la población de Sigüenza en caso de ataque. En el centro permanece el pozo que abastecía de agua a la fortaleza.

Durante la restauración, se ha respetado el perímetro general del castillo siendo la fachada Este absolutamente nueva y las otras tres reconstruidas y reformadas. Son de nueva traza las cuatro fachadas interiores, comedores, cafetería, bar, pasadizo elevado y todo el cuerpo de habitaciones y el patio de ladrillo. Las partes visitables del interior recrean los salones y estancias en piedra tallada en que vivieron los obispos y su corte: mobiliario de época, armaduras, labradas chimeneas… Se han cerrado amplios huecos y derribado añadidos, pretendiendo devolver el carácter medieval del exterior.

FLANCO OESTE: Este lienzo es el que ofrece mayores defensas al ser el primero que podía ser combatido por tener una explanada enfrente. Consta de dos fuertes torres rectangulares almenadas. La primera de ellas consta de tres cuerpos escalonados decrecientes con sillares rojizos en sus esquinas, sin ventanas. Por esta cortina se penetraba en la fortaleza en los primeros tiempos y en el siglo XIV, el obispo don Simón Girón de Cisneros, levantó las dos pequeñas torres que guarnecían la entrada. Este es el lienzo menos modificado, salvo la elevación general de toda la muralla en 6 m cuando se construyó el Parador, para evitar la contemplación del interior desde la carretera de Madrid. En el centro de la cortina se alza la denominada Torre de Doña Blanca. La torre del ángulo Sur, dotada de ventanales de campanario, ha sido totalmente tapiada, como lo han sido varios de sus balconajes. Ofrecía este lienzo en su interior, a nivel subterráneo, bajo las caballerizas, un laberinto de dependencias de servicio, como bodegas, mazmorras, silos, y un escape hacia el pozo del centro del patio, utilizado para tomar agua directamente sin necesidad de salir al exterior. Estas dependencias han sido ocupadas por un gigantesco depósito de agua, y en el piso superior, por el gran comedor de lujo de Doña Blanca, cuyas arcadas gigantescas son de gran impacto estético, y en cuyo centro el arquitecto restaurador, José Luís Picardo, construyó el paso imaginativo a la prisión de Doña Blanca, colocando una cartela de cerámica talaverana.

Lugar donde estuvo la puerta original del castillo.

Torre de Doña Blanca.

Espectacular comedor de lujo llamado de Doña Blanca, ubicado en la reconstruida ala Oeste.

FLANCO NORTE: Este lienzo está casi completamente tapado por la barbacana que mandó construir el cardenal Mendoza para defender la puerta de don Girón de Cisneros o de las Torres Gemelas, que ha constituido la entrada principal del castillo en los últimos siete siglos. En los últimos años se usó la entrada lateral que hoy es entrada de vehículos, pero tras la restauración se ha dado la entrada principal a la ya citada puerta de Girón de Cisneros, defendida por dos bellas torres circulares conocidas como Torres Gemelas. En su ángulo de poniente nos ofrece una gran torre cuadrada, llamada Salón del Cardenal Cisneros, totalmente independiente del resto del Parador por su aislamiento.

Lienzo Norte, casi oculto por la barbacana. Se aprecian las bellas Torres Gemelas.

 

 

Ángulo Noroeste, con la torre independiente del Cardenal Cisneros a la derecha. Se puede observar el aparejo utilizado.

 

 

 

Barbacana.

FLANCO ESTE: En esta cortina estuvo situado el Palacio y en el ángulo Noreste estuvo la capilla románica, poco modificada y que hoy posee un artístico coro de madera, al cual se accede por la galería superior del actual claustro. Al erigir el Parador se derribó en su mayor parte todo el flanco Este, avanzando hacia el precipicio del arroyo Vadillo y dando a los cimientos mayor solidez para soportar la elevación de altura que permitiera tres plantas en lugar de las dos que tenía antes. Se trazó con forma zigzageante para permitir una mayor iluminación de las habitaciones y comedor de residentes. Aquí está el Salón del Trono, al que se comunicó con el comedor y al que se le añadieron dos artísticas chimeneas francesas  que nunca tuvo, puesto que se calentaban con dos enormes braseros.

 

 

 

Flanco Este, recayente al Arroyo Vadillo. Está prácticamente  reconstruído en su totalidad.

Capilla románica.

Salón del Trono.

FLANCO SUR: A finales del siglo XVIII, el obispo Díaz de la Guerra hizo levantar aquí su último palacio, con grandes ventanales, suprimiendo con ello el fiero aspecto defensivo del castillo medieval. Está muy modificado pues se tiraron sus balconajes de forja y una pequeña barbacana. Se levantó una especie de claustro monacal de ladrillo visto, la sala de Antecapilla, el comedor auxiliar y sala de reuniones y de exposiciones, llamado Salón Cardenal Mendoza. El torreón de mediodía conserva una escalera de caracol y una habitación solitaria y misteriosa, cuyo exterior está adornado con varios escudos episcopales.

INTERIOR: Todo su interior ha sido modificado en su totalidad para habilitarlo como Parador. El patio central, austero y severo, que tan solo contaba con el misterioso pozo de agua potable, ha sido embellecido con jardines, fuentes y farolas. El pozo, tal vez romano, se surte del goteo incesante que se filtra de la pared de 25 m de altura que tiene un gran aljibe cortado en la roca porosa, bajo una bóveda de sillería que está a cuatro metros del brocal.

Posiblemente ya tuviera un castro o torre de vigilancia en el solar del actual castillo en tiempos de los arévacos, que luego sería utilizado y ampliado por los romanos, ya que en la base de la torre Noroeste hay vestigios romanos. En el siglo V los visigodos establecieron una ciudadela defensiva en el cerro del castro centenario, alejados de los siervos hispano-romanos afincados en el valle. Fue conquistada Sigüenza en el año 713 por las mesnadas de Tarik pero, tan solo ante el avance castellano, en el siglo IX se erigió en el cerro una alcazaba, cuyo perímetro original se desconoce dadas las múltiples obras realizadas a lo largo de los siglos.

El 22 de enero de 1124, por tercera vez, pero esta definitiva, tomó el castillo el obispo aquitano Bernardo de Agen. Alfonso VII donó al obispo la posesión del castillo. Le sucedió su sobrino, Pedro de Leucata y a éste, don Cerebruno, y ambos restauraron y reformaron el castillo. Desde entonces fue propiedad y feudo de los obispos de Sigüenza hasta mediados del siglo XIX.

Durante las luchas fratricidas de finales del siglo XIII por la Corona de Castilla, un grupo de caballeros trujillanos, vasallos de Juan Núñez de Lara, partidario de Alfonso de la Cerda, rival del joven rey de 9 años, Fernando IV, mediante soborno se apoderaron del castillo por sorpresa. El obispo don García, partidario del rey niño, alertado por los gritos de un centinela, consiguió huir hacia la villa y refugiarse en la catedral, donde muchos seguntinos cogieron las armas en su defensa y prendieron fuego a las puertas del castillo con una cuba llena de tocino. Los trujillanos, sin agua porque se les cayó el cubo al fondo del pozo, no pudieron apagar el fuego y, tras desvalijar sus dependencias, huyeron esa misma noche.

Don Simón García de Cisneros (1316-1327), nuevo obispo, reconstruyó las dos pequeñas torres que dan al campo en el lienzo Oeste, y erigió las Torres Gemelas que flanquean la entrada actual, en cuyo arco apuntado se aprecia el escudo ajedrezado de los Cisneros, defendiendo la puerta con matacanes en ambas torres y un adarve almenado. Las Torres Gemelas, años después, fueron coronadas por un antiestético tejadillo y una espadaña, todo ello retirado en la restauración como Parador.

 En una de sus torres estuvo prisionera cuatro años Doña Blanca de Borbón, joven y bella esposa de Pedro I el Cruel, repudiada dos días después de su boda, en 1335. Pero parece que realmente ocupaba la zona palaciega y no la estrecha celda de dicha torre. La encarceló para evitar que sirviera de apoyo a los nobles que querían deponerle del trono. Cuatro años permaneció confinada Doña Blanca en este castillo: cuando llegó, ya casada, tenía tan sólo dieciséis años. Moriría asesinada a los veintidós años.

El cardenal Fonseca (1419-1422) realizó obras de restauración en la fortaleza y le colocó escudo con sus armas en la torre izquierda de la fachada del mediodía. El obispo Fernando Luján mandó por entonces que todos los habitantes de Sigüenza acudieran armados a las murallas ante el toque de campana, so pena de la confiscación de sus bienes.  A la muerte de Luján, en 1465, Diego López de Madrid fue elegido obispo sin la aprobación papal, y se hizo fuerte en el castillo. Aunque el Papa no le reconoció en el cargo, resistió allí durante tres años, al cabo de los cuales la fortaleza no fue tomada por las armas sino por la traición de un criado. El obispo don Pedro González de Mendoza construyó la barbacana del lado Norte del castillo para defender con mayor eficacia la puerta y realizó numerosas obras en su interior. Pero su obra cumbre fue convertir el castillo en palacio episcopal, levantando una serie de salones con ricos artesonados y buen mobiliario, los cuales perduraron hasta nuestro siglo. En el gran patio del castillo se levantaron cuarteles para 1.000 infantes y 400 caballeros. En 1487 se alojaron en la fortaleza los Reyes Católicos. Don Fadrique de Portugal hizo nuevas obras en el castillo y puso su escudo en él.

En el siglo XVI, el obispo Mateo de Burgos, hizo obras de redistribución en el castillo, muriendo en su habitación en 1611. Los primeros años del siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión, sirvió con frecuencia como acuartelamiento de tropas de uno y otro bando, sin que el edificio sufriera ataques bélicos o mutilaciones. Últimamente y con las sucesivas obras, tenía más carácter de gran edificio civil que de castillo guerrero. A finales del XVIII, el obispo don Juan Díaz de la Guerra modificó ostensiblemente el interior del castillo ya que cambió el aspecto de alcázar militar por el de palacio civil. Abrió grandes ventanales en el flanco Este, levantó tahonas y graneros, cuadras, etc.

Durante la Guerra de la Independencia, en enero de 1808, los franceses saquearon el castillo y lo convirtieron en depósito de bastimentos y cuartel, y en un gigantesco almacén del fruto de sus rapiñas y depredaciones. Los continuos ataques de las partidas de Juan Martín Díaz el Empecinado, obligaron a los franceses a evacuar Sigüenza, pero en 1811 volvieron obligando al Empecinado y su división a huir hacia Bujarrabal. Cuando de nuevo fueron expulsados los franceses, ocasionaron muchos destrozos en el alcázar, donde robaron cuadros, muebles y destrozaron los artesonados del cardenal Mendoza, así como saquearon la catedral. El obispo don Pedro Vejarano, vuelto a Sigüenza en 1812, realizó grandes reparaciones en el castillo y su palacio. En 1827 volvió a ser residencia de los obispos, acogiendo al rey Fernando VII y su séquito cuando volvían del balneario de Solán de Cabras, donde buscaban la solución a la esterilidad de la reina María Josefa Amalia, que también buscaron en la ciudad de Sigüenza pidiendo la protección de Santa Librada.

Durante la primera guerra carlista, la fortaleza llamada “el fuerte” no sufrió ningún ataque formal por los carlistas pese a ser Sigüenza liberal. A pesar de ello, se aprovisionó la fortaleza con víveres para 200 hombres durante quince días por si acaso. En 1841 se alojaron en el castillo los batallones de Gerona y Ligeros. El obispo don Joaquín Hernández Cortina (1848-1854) abandonó la residencia en el alcázar ante un incendio que destruyó algunos salones que ya no fueron reparados. Mas tarde las tropas del general carlista Villalaín asaltaron el castillo donde se hicieron fuertes un grupo de Guardias Civiles. Todas estas acciones fueron llevando a la ruina al edificio por lo que se comenzó a buscar diversas soluciones para él.

En 1890 se usó como Casa Asilo durante diez años. Luego fue Casa Cuartel de la Guardia Civil hasta la guerra (1936-1939). Fue tomado por las tropas nacionales en octubre de 1936 por asalto, tras gran cañoneo que destrozó gran parte del edificio. Finalmente, sirvió de refugio a los Batallones de Trabajo, completando su desmantelamiento, ya iniciado con las obras de reconstrucción de la catedral, donde se empleó el maderamen de los artesonados, en 1941. Siendo obispo don Luís Alonso Moñoyerro, éste vendió el castillo al Ministerio de Educación y Ciencia por 200.000 pesetas, con la esperanza de que se convirtiera en Archivo Histórico Nacional tras el incendio del mismo en Alcalá de Henares en 1941, proyecto que no se llevó a cabo. Entró así en un tristísimo periodo de abandono y expolio, agrietándose sus muros centenarios y hundiéndose sus techumbres. El 28 de octubre de 1971 el castillo pasó a propiedad del Ministerio de Información y Turismo, anunciándose el mismo día su conversión en Parador Nacional. El proyecto fue del arquitecto don José Luís Picardos y en 1978, los reyes de España, inauguraron el Parador.

El castillo y su entorno ha sido escenario de rodajes de diferentes películas.