Castillo de Riba de Santiuste

Sobre un agudo crestón rocoso, de 1.042 m de altura, orientado de Norte a Sur, a unos 18 kilómetros de Sigüenza, muy cerca de la carretera de Paredes, desde la cual es visible. Desde su enriscada posición domina el antiguo pueblo de Riba de Santiuste, hoy aldea de Sigüenza, y las abandonadas salinas, antaño una gran y saneada fuente de ingresos para sus propietarios, los obispos de Sigüenza. Es lugar muy estratégico, casi rodeado por el curso del río Salado, sobre un peñasco solitario en medio del valle por el que discurría un antiguo camino hacia el Norte. Su nombre proviene del latinizado San Justo (Sancti Iusti). Para acceder a él hay un camino por la ladera Este, habilitado durante unas obras de reconstrucción. Durante nuestra primera visita en el año 2006 estaba destrozado y era completamente impracticable, pero a principios de 2025, aunque en mal estado, ya permitía la ascensión de vehículos.

Fue reconstruido por sus propietarios de forma bastante anárquica, abriendo vanos y ventanas donde no los había y levantando torres y muros de modo arbitrario. Su interior fue arrasado y reconstruido de nuevo sin criterio histórico alguno. Fue utilizado como lugar de reunión de grupos neonazis hasta que fue abandonado. En el año 2006 ofrecía uno de los espectáculos más lamentables que hayamos visto, todo destrozado por actos vandálicos, pintadas, acumulación de basuras, incendios y numerosa cartelería fascista en paredes y techos. En nuestra visita del año 2025 nos encontramos el castillo cerrado, con obras con claro aspecto de abandono. Desconocemos cual va a ser su futuro, no olvidemos que continúa en manos privadas.

 

 

 

Pasillo de entrada, de nueva planta.

 

 

 

Pasillo de entrada en 2006. Todavía no se habían sustituído las vigas de madera.

 

 

 

Entrada al castillo propiamente dicho, desde el patio Norte.

Castillo roquero con planta irregular, muy estrecha y alargada adaptada al espacio disponible sobre la cresta rocosa.  Posee una longitud de 120 m y una anchura máxima de 15, encerrando un área aproximada de 1.600 m2. Todo el sector de la entrada, muros y pasillos, es moderno, así como todo su almenaje, reconstruído por completo. También son modernos la práctica totalidad de ventanas y vanos. Nos parece que en lo único que han acertado sus propietarios es en la elección de la piedra, muy similar a la original. La entrada, tanto moderna como medieval, se sitúa en su extremo septentrional, y se realiza a través de un patio de nueva planta. En la actualidad, el castillo ha quedado con un cuerpo central y dos patios en sus extremos Norte y Sur. El interior del castillo cuenta con restos de muros y tabiques modernos, todo muy alterado hasta el punto que es muy difícil distinguir la distribución original de las estancias. Cuenta con varias torres de diferentes formas dispuestas en lugares intermedios. Las torres tuvieron dos pisos, aunque ahora estén restauradas con viguetas y bovedillas de cemento. Destaca la torre pentagonal Norte, auténtico ariete defensivo del punto más débil del castillo. Todo el castillo mantiene una fábrica a base de sillares y sillarejos de rojizo rodeno bastante bien labrados. Cuenta con dos aljibes.

Contaba con una puebla en la ladera Este del cerro (ripa superior), lugar donde se han encontrado diversos restos arqueológicos, frente a una población situada a sus pies (ripa inferior), actual Riba de Santiuste.

Torre pentagonal Norte desde el interior del recinto. Se aprecian con claridad los sectores reconstruidos

Frente oriental.

 

 

Frente septentrional

 

 

 

Estrecho patio Norte.

 

 

Patio Sur, con los dos cubos de los extremos abiertos al interior y el aljibe. Detrás, el Cerro del Castillejo, con antiguos restos defensivos, y a la izquierda, la población de Riba de Santiuste.

 

 

 

Entrada al castillo desde el patio Sur. Las dos torrecillas cuadradas son reconstruidas

 Aunque se sabe que ya hubo una fortaleza árabe en este lugar, de esta época no quedan sino restos cerámicos. En 917, las tropas de Ordoño II de León realizaron incursiones contra las tropas andalusíes en Castromoros, que obligaron a muchos de sus habitantes a refugiarse tanto en el castillo de Riba de Santiuste, como en otros cercanos a Sigüenza. El rey cristiano Fernando I, en 1059, pasó el Duero y tomó varios pueblos, entre ellos “ripa sanctiusti”, pero luego se perdió. Fue conquistado definitivamente por Alfonso VI en 1085. Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, tomó Medinaceli en 1122 y posiblemente Sigüenza. Luego, en un intercambio de plazas con Alfonso VII de Castilla, estas plazas pasaron a dominio castellano, mientras que las de Soria, Almazán y San Esteban de Gormaz permanecían bajo dominio aragonés. En 1129 Alfonso VII de León donó las fortificaciones y el pueblo al obispado de Sigüenza, que estaba encabezado por Bernardo de Agén, que financió la reconstrucción y ampliación del castillo. Esta donación fue confirmada por Alfonso VIII en 1198. El castillo y villa de La Riba de Santiuste fueron curiosamente la primera posesión de lo que luego constituiría el Señorío Episcopal de Sigüenza, incluso antes de la propia ciudad de Sigüenza, por aquel entonces dividida en dos poblaciones, la superior y la inferior. En 1132 albergó las reducidas tropas de Alfonso VII que, procedentes de Atienza se dirigían hacia Almazán con el objeto de enfrentarse a Alfonso I el Batallador, cosa que éste evitó refugiándose tras los muros de la ciudad.

El castillo visto desde el Sur

En tiempos de paz conservaba una pequeña guarnición mandada por un alcaide nombrado por el obispo de Sigüenza y al cual debía pagar un impuesto anual cifrado en una gallina. En 1451 las tropas del infante Juan de Navarra tomaron, entre otras fortalezas de la zona, el castillo de Riba de Santiuste, que utilizaron como cuartel para hostigar a la ciudad de Sigüenza. Luego fue asediado durante 4 meses por el deán López de Madrid. Para tomarlo hizo que trepasen sus mesnaderos por la empinada cuesta arrastrando dos culebrinas y otras piezas artilleras, con las cuales consiguió abrir brecha y dar el asalto que trajo la rendición de los navarros. No intervino en la Guerra de Sucesión. Durante la ocupación francesa, el general Duvernet, gobernador militar de Soria, hizo volar la fortaleza en 1811. En 1973 fue subastado por el Estado y comprado por un particular, que llevó a cabo la reconstrucción del edificio. Desde entonces fue usado temporalmente por la organización Nueva Acrópolis como lugar de realización de sus actividades.