
En el cerro de su nombre, actualmente ocupado por el gran edificio de la Seu. Desaparecido.
Aunque no se conservan restos de esta fortificación, la línea de sus muros discurría por el borde superior de las rocas, adaptándose a las irregularidades del terreno. En caso de peligro, los habitantes de los barrios extramuros, corrían a refugiarse en su interior. Entre los edificios militares destacaba la Torre Vescontal, de grandes dimensiones y último reducto defensivo, unida a un gran caserón. Era la residencia del representante del conde de Barcelona (vizconde) y era conocido como Coll Castell. En el siglo XIII, tanto el caserón como la torre estaban abandonados y se alquilaban a particulares, como una vivienda cualquiera de la ciudad. Parece ser que el Puigcardener contaba con una puerta, a poniente. Hay que tener en cuenta que el aspecto del cerro ha cambiado mucho con el paso de los siglos, pues originariamente era puntiagudo e irregular, y sus construcciones se disponían de forma escalonada. En el siglo XIV se allanó toda su superficie para levantar la Seu.
Se sabe que en este cerro existió un poblado ibérico fortificado que utilizaba las formas abruptas de las rocas y los riscos para facilitar la defensa. Debió estar defendido por un muro, como es habitual en la época, pero nada se ha conservado. En el periodo romano también se mantuvo ocupado dicho cerro. No será hasta finales del siglo IX cuando los condes catalanes vuelven a fijarse en el Puigcardener y deciden fortificarlo de nuevo. Aparece ya documentado en 1034. El recinto del Puigcardener acogía en su interior todos los edificios religiosos y militares más importantes. En 1377 el rey autorizó el derribo de la Torre Vescontal, y en 1379, sus piedras se utilizaron para la construcción de la Seu.