En la aldea o pedanía de su nombre, a unos siete kilómetros al Norte de Sigüenza, cerca de la carretera de Atienza. Su acceso es muy sencillo, pero es de propiedad privada y no se visita.
Fue muy transformado cuando se habilitó como vivienda. Incluso se recrecieron los muros de la torre del Homenaje para construir una terraza-mirador. En nuestra primera visita en el año 2006 todavía parecía que estaba en buen estado y con señales de estar habitado, pero en enero de 2025 habían aparecido grietas, las hiedras escalaban sus muros y el acceso estaba invadido por la vegetación dificultando el paso. Síntomas claros todos ellos, de abandono.


Muralla urbana de Palazuelos. Al fondo aparece el castillo y su entrada cubierta por vegetación.

En estas fotografías se aprecia la elevación realizada por los propietarios, en la torre del Homenaje con el objeto de habilitarlo como vivienda.

El castillo funcionalmente es un apéndice de la muralla, instalado en el extremo septentrional de la muralla urbana. Tiene planta cuadrada con cubos circulares en dos esquinas, las pertenecientes al flanco Noreste. En el extremo opuesto se alza la enorme torre del Homenaje, en el centro del lienzo Suroeste y cuenta con garitones en los ángulos. Todo ello está rodeado por una barbacana baja a la que se entra desde la villa por una puerta que tuvo puente levadizo y está flanqueada por dos torreones desmochados y muy ruinosos. El recinto interior tiene un paseo de ronda o liza. No tiene ninguna ventana ni saetera, solo era defendible desde su adarve. Los vanos actuales son producto de las restauraciones. No queda ninguna parte en su altura primitiva, que debió sobresalir bastante de las inmediatas murallas.

Año 2025.

Año 2006.


Año 2025.

Año 2006.
Entrada al castillo. Donde hubo un puente levadizo, hoy es una ruina.

Su nombre obedece a la existencia de un edificio anterior a la conquista, posiblemente restos de una villa rústica romana. Aparece citado en el siglo XII como parte de la jurisdicción de Atienza. Alfonso X el Sabio lo dio a Doña Mayor Guillén, su amante, junto con Cifuentes, Alcocer y otros lugares. Después perteneció a la nieta de esta señora, la infanta doña Blanca, pasando a la muerte de ésta, al obispo don Simón Girón de Cisneros, en 1314. El marqués de Santillana lo retuvo iniciando la construcción del castillo y de la muralla en el siglo XV, pero murió sin ver terminada la obra. La obra fue continuada por su hijo, Pedro Hurtado de Mendoza, adelantado de Cazorla. Los escudos que campean en sus muros son de éste y de su segunda esposa, doña Juana de Valencia, dama de Isabel la Católica. El castillo será heredado por los descendientes del Cardenal Mendoza, hasta llegar a propiedad de Ana Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli.
Durante la Guerra de la Independencia fue muy dañado por las tropas francesas, hasta que El Empecinado tomó la plaza y plantó cara a las tropas Napoleónicas. La crónica oral nos dice que a principios del siglo XX se acondicionó el interior para utilizarlo como fábrica de harina. Sólo rozas en los muros dan fe de este hecho, sin que ningún documento oficial lo confirme. Su declaración como monumento histórico-artístico evitó que este proyecto se llevase a cabo. Esto no lo protegió en los años siguientes, sirviendo como cuartel de las tropas italianas durante la Guerra Civil y siendo utilizado como cuadras y vertedero. Muy deteriorado, junto con las murallas, se subastó en 1973, siendo adquirido por 300.000 pesetas por el decorador madrileño Luís Moreno de Cala. Este señor lo vendió en 1998 José María Torres y Berta Gámez, quienes transformaron el castillo en vivienda y repararon algún tramo de la cerca. Ese mismo año, los propietarios donaron las murallas al ayuntamiento de Sigüenza.

El castillo visto desde el Oeste.