Castillo de Mallén

Estuvo situado en lo alto de la colina que domina la población, donde hoy día existe una curiosa urbanización circular, a modo de coso taurino.

Desaparecido por completo. Fue demolido sistemáticamente. No obstante, en su callejero han quedado algunos nombres de calles referentes al castillo. Como la c/ del Castillo, la Puerta de Tudela, la Puerta Nueva o el Cruce del Portal.

 

 

 

Durante muchos años, adosado al primitivo ábside románico de la iglesia se conservó un pequeño lienzo, como se ve en fotografías antiguas, pero en la restauración del templo, se eliminó.

Fotografía antigua en la que se ve un pequeño lienzo del muro.

 

 

 

Fotografía actual (julio 2024) en la que el muro ha desaparecido.

Pocas cosas sabemos de este importante castillo. Entre ellas que tuvo su acceso principal desde la confluencia de las calles Dama y Castillo, puesto que el resto de las laderas eran demasiado escarpadas.

Debido a su gran proximidad con la frontera con Navarra, la historia de la villa de Mallén y su castillo estuvo fuertemente ligada a su condición de “extremadura” y a su estrecha relación con la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.

Dos años antes de su muerte, Alfonso el Batallador, donó este lugar a los templarios y hospitalarios. Ambas órdenes acordaron en 1149 que Mallén fuera propiedad de Hospitalarios, mientras que los Templarios ocupaban el vecino castillo de Novillas. Mallén se convirtió así en la principal plaza de la Orden de San Juan en Aragón, residencia del prior, mientras que desde aquí la Orden se expandió en Navarra. El priorato de Mallén ejerció jurisdicción sobre todas las encomiendas navarras y aragonesas, hasta 1177 en que se independizó el Priorato de Navarra y las encomiendas aragonesas pasaron a depender de la castellanía de Amposta.

El 8 de febrero de 1520 cenó y durmió en el castillo de  Mallén, el emperador Carlos I.

Durante la Guerra de la Independencia, la plaza fue ocupada por los franceses que establecieron una pequeña guarnición militar en el castillo. En 1812, estaba integrada por 22 infantes del 10º Regimiento de Línea, mandados por el teniente Seurre. El 10 de agosto de ese año, llegó a Borja el coronel don Ramón Gayán, uno de los mandos más destacados de las fuerzas españolas surgidas en la campaña. Nacido en Paniza, en 1772, Gayán era un gran propietario que había creado la Compañía de Tiradores de Cariñena que sirvió de base para la formación del batallón que, con el empleo de coronel, mandó durante el resto de la guerra. Cuando llegó a Mallén, esa unidad estaba integrada por 1.000 infantes y 100 caballos, a los que tuvieron que sumarse, con carácter forzoso, todos los borjanos mayores de 20 años y los albañiles que ejercían aquí su profesión. Su propósito era tomar el castillo de Mallén, al que puso sitio el 11 de agosto de 1812, iniciando la construcción de una mina que fue volada el día 21 de agosto, logrando abrir una brecha de cuatro metros en la muralla, por la que se lanzaron las fuerzas españolas, siendo heroicamente rechazadas por los franceses, a pesar de las muchas bajas que sufrieron.  Ante el fracaso del asalto, las fuerzas españolas de Gayán se retiraron a Borja. A pesar de que la guarnición francesa en Borja capituló en octubre de 1812, el castillo de Mallén siguió resistiendo, sin esperar ayuda exterior. El 1 de julio de 1813, llegó a esa localidad la División de Navarra, mandada por don Francisco Espoz y Mina, intimando la rendición del castillo que fue rechazada por el teniente Seurre. Inmediatamente se inició el sitio que, en esta ocasión, contó con el apoyo de artillería que sometió al castillo a un intenso bombardeo. Los franceses resistieron durante 53 días. Finalmente, a la una de la tarde del 23 de agosto de 1813, fue izada la bandera blanca en la torre del castillo y, tras formalizarse la rendición, la reducida guarnición francesa que había protagonizado una de las páginas más heroicas de la contienda, fue conducida a una casa de la localidad, antes de ser llevada al puerto de Motrico, donde embarcaron con destino a Gran Bretaña, quedando cautivos.

Tras la rendición, Espoz y Mina ordenó la demolición de lo que quedaba del castillo con el objeto de que nadie pudiera volver a ocuparlo en el futuro. Para ello, dejó como comisionado para la demolición a don Ramón Elorrio. Los trabajos fueron llevados a cabo, durante muchas semanas, por los propios habitantes de Mallén, aunque también fue recabada la ayuda de todas las localidades próximas.

Sin haber realizado ninguna excavación arqueológica para estudiar sus restos y descubrir sus características, el ayuntamiento de Mallén decidió construir allí un grupo de viviendas sociales, dispuestas en torno a una plaza central (Plaza de Pablo Iglesias) de planta circular. La urbanización fue inaugurada en 1987, sin que se hubieran efectuado catas de ningún tipo.

Tesoro del Príncipe de Viana. Cuenta la tradición, sin documentar por testimonios escritos, que el príncipe Carlos de Viana,  estuvo preso en Mallén y allí, confinado en este pequeño pueblo, el joven acostumbrado a una vida de lujos y excesos, se aburría; así que para paliar de alguna manera su aburrimiento, mandó traer a Mallén sus más preciados bienes con los que divertirse. Mientras, los beamonteses navarros fueron a Mallén para liberarlo y unidos a la indiferencia de los carceleros consiguieron rescatar al muchacho. Con las prisas de la huida no podía llevarse sus posesiones, así que decidió esconderlas y enterrarlas en el pueblo con la intención de recuperarlas algún día. Pero  nunca pudo hacerlo, pues murió poco tiempo después, según dicen, envenenado por su madrastra, madre de Fernando  el Católico.