Castillo de Enguídanos

Fenomenal aspecto del castillo visto desde el Sur, aunque pueda decirse lo mismo desde cualquier otro punto.

Se sitúa en un escarpado cerro, a 734 m. de altura, dominando el pueblo desde el Norte. Se puede acceder a él a través de las calles del pueblo sin problemas, incluso con vehículos.

Buen estado. A pesar que de su interior nada ha quedado, fue restaurado con acierto. No obstante, para facilitar el acceso a los obreros, se abrió un boquete en el muro Noreste que no se volvió a tapar.

Puerta Norte.

Puerta Sur.

El castillo actualmente cuenta con tres puertas. La Norte, peatonal, abocada a un barranco y de acceso muy limitado. La Sur, con una empinada rampa por donde ascenderían caballerías y pequeños carros. Y, hace escasos años, para facilitar el acceso de materiales y obreros, se abrió un agujero en el muro Este, que ha quedado como la entrada actual.

 

 

 

 

 

 

 

Puerta situada al Este. Más que una puerta es un boquete en el muro.

Castillo roquero de planta poligonal irregular y un solo recinto. Presenta la planta alargada, trapezoidal casi rectangular, orientada al Suroeste-Noreste. Mide 66 m. de longitud por 25 de anchura máxima, ocupando una superficie aproximada de 1.350 m2. Su fábrica es la mampostería y sus muros culminan en un parapeto corrido, sin almenas. Toda la edificación es muy homogénea, además de su primitiva construcción por su restauración casi integral cuando se encontraba en muy mal estado. Cuanta con tres puertas en la actualidad pero desconocemos sus nombres. Tan solo existen tres cubos, ultrasemicirculares, ubicados en la esquinas Sur, Este y Norte. Éste último, de muy grandes dimensiones, realizaba las funciones del Homenaje, accediéndose a su interior a través de un arco de medio punto situado en altura. Su interior está completamente arrasado, a excepción del aljibe que reconstruyó el brigadier Santés en 1873.

Dos imágenes del frente Sureste.

Frente Norte.

Torre del Homenaje.

Cubo Este.

Flanco Este. Acceso actual.

Castillo musulmán construido entre los siglos XI y XII, sobre restos más antiguos íberos y romanos. Formó parte de la línea defensiva que se creó a lo largo del valle del Cabriel, aunque algunos autores lo colocan en posesión de Cuenca y otros, en Valencia. En el siglo XV, Sancho Jaraba, su propietario y señor, lo tenía abandonado y desprotegido, al cuidado de un pastor, lo que provocó conflictos con el Concejo de Cuenca. El obispo de Cuenca, Lope Barrientos y su hijo Pedro, tomaron el mando y reconstruyeron el castillo, añadiendo los elementos góticos y elevando uno de los torreones, convirtiéndolo en la Torre del Homenaje y dándole el aspecto actual. Participó activamente en las luchas de la guerra sucesoria, sufriendo graves destrozos,  entre el obispado de Cuenca, partidario del rey Enrique y su hija Juana, y los Hurtado de Mendoza, partidarios de la futura Isabel la Católica, pues ésta era zona fronteriza con el marquesado de Villena. En 1509 su estado debió ser muy malo, puesto que el Concejo de Cuenca pidió su demolición, pero los propios pobladores del pueblo lo impidieron. El 30 de octubre de 1510, se ordenó la entrega del castillo de Enguídanos a Juan Álvarez de Toledo, regidor de Cuenca y IV Señor de Cervera, en cuya familia quedará la tenencia del mismo, al menos hasta la consecución del villazgo y segregación de Cuenca de Enguídanos en 1555 (a finales del reinado de Carlos I). La fortaleza quedó relegada al olvido y a una limitada conservación, más como símbolo que como bastión defensivo.

La Torre del Homenaje desde el interior del castillo.

El interior del castillo permanece diáfano.

No hay más noticias destacadas hasta la Tercera Guerra Carlista cuando el 15 de noviembre de 1873, el brigadier Santés con 4.000 soldados invadió Minglanilla  y después Enguídanos, donde consiguió hacerse fuerte en el castillo, construyendo el aljibe cuyos restos aún se conservan, y acondicionó un lienzo amurallado que estaba derruido, en previsión de una posible huida en dirección a Chelva. Allí pernoctaron durante algunos días y realizaron mítines a la población para conseguir alistamientos de tropas. Después, unos 200 carlistas, dirigidos por Vallés, se presentaron en abril de 1874 y también se afincaron durante varios días en el castillo, hostigando a las poblaciones de la zona a entregar víveres, dinero y municiones. Desde finales del siglo XIX y hasta 1928 el castillo fue utilizado como cementerio. Después se cerró. Hasta hace poco se apreciaban en sus muros los huecos de los nichos. Abandonado y expoliado se ha restaurado, en varias fases, muy recientemente.