Castillo de Buitrago

El castillo se alza sobre la esquina Sureste de la muralla que rodea el casco histórico de Buitrago del Lozoya, a 968 m. de altura sobre el nivel del mar. También es llamado Castillo de la Beltraneja.

Su estado llego a ser muy malo, aunque durante el siglo XX fue sometido a obras puntuales de consolidación y reparación de sus partes más deterioradas, tanto por el gobierno de Madrid, como por su antiguo propietario, el arquitecto González Valcárcel. Desde que las instituciones consiguieron hacerse con su propiedad, se iniciaron unas obras de restauración que tenían como objetivo una puesta a punto de todo el conjunto al completo, pero la quiebra de la empresa constructora ha hecho que las obras estén paradas (nuestra visita se realizó en abril de 2018) y no se permita su acceso desde hace dos años.

Esquina septentrional del castillo, en la que aparece la torre pentagonal. Todavía se aprecian algunas viejas construcciones adosadas que se van eliminando poco a poco.

 

 

Flanco meridional. Corresponde a la cerca urbana, pues el castillo se encuentra adosado a ella.

Gran y espectacular castillo de planta ligeramente trapezoidal. Aunque se dice en muchas fuentes que su planta es cuadrada, no lo es. El lienzo Oeste mide 43‘5 m, el Norte, 44, el Este, 44’30 y el Sur, 42’5. Cubre una superficie aproximada de 2.115 m2. Sus instalaciones interiores fueron arrasadas al construir la plaza de toros que funcionó en su interior durante décadas. En la actualidad se ha desmantelado y han salido a la superficie cimientos muy interesantes. Lo más destacable son los muros Norte y Oeste, con cuatro potentísimas torres de planta rectangular y una, la de la esquina Noroeste, muy curiosa por su planta pentagonal. Se da la curiosidad que estos dos lienzos están encarados al interior de la ciudad. Son más fuertes las defensas del interior que las que se pueda esperar de un enemigo exterior. Todas las torres son macizas hasta el nivel del adarve, excepción hecha de la pentagonal. Ésta es accesible desde el patio de armas central, a diferencia del resto, cuyo único acceso posible es a través del citado adarve. Están ejecutadas con fábrica de mampostería granítica y cuarcítica, y de sillarejo encintado con hiladas de ladrillo, con las aristas también de ladrillo. Uno de los elementos arquitectónicos más destacados del conjunto son sus bóvedas, formadas por arcos de medio punto o aproximación de hiladas. A través de la torre Suroeste se realiza el acceso al adarve, tanto del recinto amurallado como del castillo, aunque hoy ha perdido parte de su altura de coronación. El lienzo meridional del castillo pertenece a la cerca urbana y su fábrica es idéntica a la de dicha cerca. Incluso las tres torres que existen aquí son similares a las del resto de la cerca difiriendo grandemente de sus homólogas del castillo. Simplemente el castillo se levantó aprovechando una esquina de la muralla urbana. El flanco Este, al igual que la cerca en este lado, no tiene torres, ya que está protegido por el río.

La entrada se encuentra en el muro Norte, a través de la torre central, formando una puerta en codo a través del lado Este de dicha torre. Está hecha de ladrillo, incluso su bóveda. Se conservan los restos de la primitiva viga-dintel que alojaba las gorroneras de las puertas. Había antemuro en los frentes Este y Sur, que se adaptaba a la forma del muro y torres. Todavía es posible apreciarlo. El espacio interior es prácticamente cuadrado. Ha desaparecido el patio de armas y el posterior palacio renacentista. En su lugar se construyó la comentada plaza de toros, circular y concéntrica con el recinto. Para su construcción se reutilizaron elementos arquitectónicos pertenecientes al palacio, especialmente pilares cilíndricos. Tan solo restos de chimeneas y los mechinales nos indican que hubo tres plantas en torno al patio. El castillo tiene una coracha que penetra profundamente en el cauce del río. Nace en el ángulo Sureste y su torre protegía un puente que ha quedado bajo las aguas del embalse. Este puente unía el castillo con la finca de recreo conocida como Casa del Bosque, que se encuentra en la colina opuesta.

Espectacular coracha y torre albarrana que penetran en las ahora embalsadas aguas del río Lozoya. Defendía un antiguo puente que ha quedado debajo de las aguas.

Puerta de entrada al castillo.

Torre pentagonal, situada en el ángulo Noroeste.

Es un espléndido ejemplo de arquitectura militar de origen medieval, de clara influencia constructiva islámica, que pasó a  manos cristianas tras la caída de Toledo en 1066.

Frente Norte.

Frente Oeste. A la derecha se aprecia, cubierto de hierba, el muro de la cerca urbana. Se están eliminando todas las viejas construcciones que estaban adosadas a sus muros, pero todavía quedan algunas (abril 2018).

 

 

Frente oriental del castillo, desde la otra parte del río. El lienzo de este lado es el único que carece de torres.

Parece que ya fue poblado desde la prehistoria. Luego fue un enclave musulmán levantado sobre esos restos anteriores. Alcanzó gran importancia en el siglo X con motivo de los avances cristianos que culminaron con la repoblación de Sepúlveda. Esto provocó que este castillo ocupara un papel destacado entre las defensas de la Marca Media, además de ser un punto importante en las líneas de comunicación hacia el Puerto de Somosierra. Durante el siglo XI fue una plaza fuerte avanzada en la defensa del reino de Toledo, pero cayó a finales de siglo ante Alfonso VI, quién ordenó su repoblación en 1096. A partir del siglo XII quedó alejado de las incursiones musulmanas, pues los almorávides y los almohades no llegaron hasta estas tierras.

 

 

 

Lienzo Oeste visto desde el interior. Todavía aparece la plaza de toros y ya se aprecian algunas zonas reparadas.

La construcción que ha llegado hasta nuestros días data del siglo XV. Al menos así se desprende de las primeras referencias escritas, que aparecen en el siglo XII, en tiempos de Alfonso VIII de Castilla. Entre 1387 y 1500, don Diego Hurtado de Mendoza, hijo del primer señor de Buitrago, comenzó la construcción del castillo-palacio. Don Iñigo López de Mendoza levantó las primeras crujías palaciegas en su patio de armas, pues se sabe que acogió a Juana la Beltraneja. El tercer marqués, del mismo nombre, terminó el definitivo palacio. Se cree que el maestro de obras fue Juan Guas. En 1514, el maestro cantero Gamecho construyó una galería porticada en el muro Este, el que mira al río, con las armas del tercer Duque del Infantado, y de su mujer María de Pimentel. El corredor constaba de dos alturas realizadas mediante arcos de medio punto apoyados en columnas sobre basas. Se concluyó en 1520. Esta sala se convirtió en una galería de recreo y paseo “a la italiana”, similar a las que la familia Mendoza tiene en su palacio de Guadalajara y en su castillo de Manzanares. Los siglos XVI y XVII fueron los de mayor esplendor del palacio, pues se alojaron en diversas ocasiones los reyes de España, invitados a las cacerías que organizaban los Mendoza en la zona. En 1536 el castillo sufrió un incendio que afectó al archivo de los documentos del cercano Hospital de San Salvador. Esta debe ser la razón de la escasa documentación conservada sobre Buitrago. En 1601 el rey Felipe III realizó la última visita real, pasando varios días del mes de mayo cazando en la finca del Bosque. En 1609 se hundió el corredor del ala Este. En 1672, Pedro de Carvajal y Francisco Rodríguez repararon los tejados, que ya estaban muy dañados. El deterioro de la fortaleza ya era evidente. En 1789, se solicitó al señor de la villa la cesión de los materiales de la fortaleza para su reaprovechamiento. El castillo de Buitrago del Lozoya sufrió daños de consideración durante la guerra de la Independencia. En el siglo XX el magnífico palacio fue desmantelado para construir el graderío de la plaza de toros. Su titularidad actual corresponde a la Comunidad de Madrid. Fue declarado Monumento Nacional en 1931, junto con la muralla. 

Entre sus visitantes y moradores ilustres, figuran el literato prerrenancetista Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana y conde del Real de Manzanares, y Juana la Beltraneja. El primero frecuentaba el lugar, donde organizaba numerosas fiestas y eventos sociales, y la segunda lo habitó, invitada por los Mendoza, en el contexto de sus disputas con Isabel la Católica por el trono de la Corona de Castilla.