El castillo se sitúa sobre unas rocas al borde del río Ebro, a una altura media de 9 m sobre las aguas del río. Al Norte del casco urbano y junto al impresionante puente colgante.
Por los restos conservados, que son bastante escasos, es difícil imaginar cómo debió ser este curioso castillo. Ya en ruinas, fueron aprovechados sus materiales para las obras de defensa realizadas durante el siglo XIX durante los conflictos carlistas. Además, parte de sus materiales fueron reutilizados en la construcción de la iglesia y de la torre de la Carroba. A finales del siglo XIX se acabó con lo poco que quedaba al construir en su solar varios molinos arroceros y sus dependencias auxiliares. Afortunadamente, toda la zona ha sido excavada arqueológicamente y lo que ha quedado está cuidadosamente conservado y con carteles explicativos. Todos los edificios construídos en su interior han sido restaurados y habilitados para usos culturales. También se han construído varios miradores sobre el río que hacen muy atractiva su visita.

Extremo meridional del castillo. Foso interior con muros del castillo sobre los que se construyó un gran edificio que funciona actualmente como Escuela de Arte y Diseño.

Muros del castillo sobre el río. En el interior del castillo se construyeron toda una suerte de edificios, como se puede observar.
Castillo de planta irregular con tres recintos separados por dos fosos, más otro foso que lo separaba de la villa. Los dos fosos exteriores, con planta más o menos semicircular, comenzaban y terminaban en el río, estando excavados en la roca. Señalamos que todo el flanco septentrional queda encima de unas rocas y caen en vertical sus muros hacia las aguas del río.
El castillo estuvo separado de la villa por un foso, como ya hemos dicho. Uno foso que se corresponde con la c/ Foso (o Fossat, en catalán) y que terminaba junto a los grandes pilares del puente colgante. Durante el siglo XIX este espacio fue ocupado por viviendas adosadas a la escarpa y la contraescarpa, viviendas que todavía existen. Y en 1857 se inauguró el Canal de la Derecha del Ebro, que ocupa la parte oriental de este foso.


Contraescarpa del foso exterior, en la calle del Foso.
Canal de la Derecha del Ebro. Ocupa la parte oriental del foso exterior.

El segundo foso discurría paralelo al anterior, dejando un espacio estrecho y alargado entre ambos, correspondiente al tercer recinto. De este recinto quedan grandes lienzos de mampostería que, en algunos puntos presenta grandes sillares reutilizados. Estos lienzos son usados por las casas de la escarpa como pared posterior estando apoyadas en ellos. En su parte Sureste estuvo la puerta principal, con puentes levadizos que salvaban los fosos. Actualmente hay una pasarela metálica en el mismo lugar. Defendiendo este acceso se alzó una gran torre llamada Torre del Hospital, de la que solo han quedado los basamentos en el suelo. Posiblemente hubiera otra puerta secundaria en el flanco opuesto, donde también han colocado otra pasarela metálica.

Restos de la cerca apoyados en el muro de hormigón del canal. Al fondo se ve la base de la Torre de San Juan, sobre la que se construyó una chimenea. Por la derecha asoma parte de la pasarela que cruza el canal y que antaño cruzó un puente levadizo en un acceso secundario.

Muros de la escarpa exterior. A la derecha se aprecia la estrecha calle del Foso, todavía ocupada por viviendas.
Parte interior del muro exterior. En él se apoyan las casas de la calle del Foso.


Parte interior del muro exterior. Grandes sillares reutilizados.
Basamento de la Torre del Hospital.


Foso interior, excavado en la roca, al igual que el otro. Queda entre los dos muros de los dos recintos, en un espacio diáfano.
A la izquierda, muro exterior y a la derecha, muro del segundo recinto. En medio queda el foso y un amplio espacio, a modo de liza, para facilitar la defensa.


El espacio entre la muralla del tercer recinto y la del segundo debió estar diáfano para facilitar la defensa. Y diáfano se encuentra hoy día. El muro del segundo recinto está muy maltrecho aunque se puede reconocer en todo su perímetro, pero se construyeron molinos y otras edificaciones sobre él. Sobre los lienzos occidentales se construyó el molino arrocero de Cercós, actual biblioteca. La gran chimenea de la máquina de vapor se levantó sobre lo que quedaba de la Torre de San Juan, utilizándola como cimiento. Al Sur se construyó un edificio, ahora utilizado como Escuela de Arte y Diseño, en el mismo lugar donde estaba la torre del Homenaje del castillo, y donde se han encontrado estancias de época medieval junto con unos silos de época ibérica. Todo ello ha quedado en el subsuelo del edifico. Junto al río, al Norte, aparecen unas antiguas viviendas en proceso de restauración en el momento de nuestra visita (junio de 2024).

Esquina meridional del segundo recinto.

Base maciza de sillares almohadillados de la Torre de San Juan. Sirvió de soporte de la chimenea de la máquina de vapor del Molino de Cercós.


Posible puerta del castillo.
En su flanco Norte, los muros se adaptan a las rocas intentando convertirlas en verticales. Para salvar las distancias entre algunas de ellas se construyeron arcos ciegos. Destacan tres de ellos, de grandes proporciones: uno con arco ojival, y los otros dos con arco de medio punto, además de restos de otros (todo un arco sobre los dos portales de medio punto y medio arco en el lado inferior izquierdo del apuntado), todos situados a orillas del río Ebro. Hay que destacar que justo en este punto se encuentran los restos del antiguo embarcadero del castillo. Aparecen unas grandes anillas empotradas en la roca, que servirían de amarre de las embarcaciones que se acercaban al castillo.

En la base del arco se aprecian dos anillas que servían para amarrar las barcas.

Las excavaciones del inicio de los años 90 pusieron al descubierto buena parte de una torre, dibujada por André de Laborde en el siglo XIX. Ésta tiene planta rectangular (9 x 12 m) hecha con mampostería y sillares de piedra de diferentes tamaños, unos lisos y otros acolchados, con un espesor máximo de dos metros y una altura máxima de conservada de 5-6 m. Tiene aspilleras.

El tercer recinto o celoquia, al Noreste, está separado del resto por otro foso excavado en la roca, por cuyo fondo discurre una escalerilla que conduce al embarcadero. Quedaba completamente aislado e independiente en caso de ataques. Fue muy maltrecho en el pasado, puesto que se habilitó un baluarte de artillería sobre él, y después, el molino arrocero de Escrivá. Verticales escarpes rocosos, que se elevan a más de 9 metros sobre el nivel del rio lo delimitan. En el extremo Noreste de la celoquia se alzaba antiguamente la torre del mismo nombre, pero actualmente solo se conserva una pequeña parte de su base, que sirvió de apoyo a la desaparecida chimenea del molino Escrivá, hoy reducida a los restos de su base prismática.
Se cree que parte de la torre, junto con parte de la peña sobre la que se apoyaba, colapsó sobre el río por el efecto de los cañones de las galeras que participaron en el asedió fluvial que destruyó parcialmente el castillo en el siglo XV.

Flanco Norte de la celoquia. Este recinto ha sido excesivamente modernizado.

La celoquia vista desde el Este. Los restos de la torre están ocultos por un mirador de madera.

La celoquia antes de su modernización. Se observa la base de la chimenea construída sobre los cimientos de la torre medieval.


Foso de la celoquia. Por el fondo discurre una escalerilla que lleva hasta las aguas del río y el embarcadero.

Base de la chimenea del molino de Escrivá, asentada sobre lo que queda de la torre que hubo aquí y que ahora apenas es visible. Se ha construído un mirador de hierro y madera ocultando todos los restos.
Este lugar ha sido ocupado desde muy antiguo pues en su solar se han encontrado restos ibéricos, pero el castillo es obra de los musulmanes. El castillo es citado documentalmente por primera vez en 1097, en referencia a la enfeudación del término de Amposta hecha por el conde Ramón Berenguer III a favor del conde Artal de Pallars, con el fin de que este tomara posesión del lugar y construyera allí un nuevo castillo, con el objeto de preparar la conquista de Tortosa pero la empresa militar no fue exitosa. Tras el dominio posterior definitivo de la zona por parte de Ramón Berenguer IV, esté cedió el término de Amposta a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén (también conocida como de los caballeros de Malta) en 1149. Con ello la ciudad se convertirá en la sede principal del priorato de la orden en todo el territorio de la Corona de Aragón, adoptando la denominación de Castellania de Amposta. Para tal fin el castillo fue reformado y agrandado, convirtiéndose en un magnifico recinto defensivo. Allí residió su principal representante hasta 1280, momento en que el rey Pedro III el Grande, queriendo recuperar para la Corona el señorío sobre Amposta, lo permutó por las villas de Onda y Gallur.

Moderna construcción en la entrada a la celoquia.
En el siglo XV durante la guerra civil catalana, Amposta tomó partido contra Juan II de Aragón, y el castillo, después de sufrir un duro asedio fluvial y terrestre de ocho meses, fue conquistado y parcialmente destruido el 21 de junio de 1466 por las tropas reales comandadas por el príncipe Fernando, más tarde conocido como el Católico. Este asedio significó prácticamente el fin del castillo, pues según las crónicas la torre principal del castillo (suponemos que el Homenaje), fue derribada por una bombarda muy gruesa. También se destrozó la Torre de San Juan y otras bombardas hicieron gran estrago. El castillo ya no se reconstruirá nunca más.
En 1518 los piratas turcos, en una de sus incursiones bombardearon el castillo de nuevo. La destrucción de la principal defensa de la ciudad y la ausencia de murallas hicieron que Amposta quedara a merced de los continuos ataques berberiscos. En 1521 cuatro galeras berberiscas remontaron el Ebro y sorprendieron a los vecinos de Amposta capturando a muchas personas por las que luego se pedía rescate.

Luego hubo otro ataque en 1530, pero el peor fue el de 1540. Los piratas entraron en los Alfaques sin ser detectados porque se habían retirado los hombres de vigilancia de la Torre de la Guardiola, que era el punto de vigilancia de la zona. El responsable había agotado el dinero para pagar a las guardias. Esta vigilancia se financiaba a través del derecho de periaje que gravaba las mercancías entradas por mar, pero, precisamente, debido a los ataques corsarios, el comercio marítimo había disminuido tanto que no había dinero para pagar las vigías. Los corsarios desembarcaron y aguas arriba, se dirigieron hacia Amposta. Rodearon la población y capturaron a ciento cincuenta vecinos a la vez que saqueaban todas las casas. Se los llevaron a todos y al estar en medio de la bahía de los Alfaques, levantaron pabellón de rescate. Pronto se iniciaron las negociaciones. El precio de cada cautivo oscilaba entre ochenta y doscientas libras. Las negociaciones con los piratas fueron largas, duraron tres semanas, pero hubo veintitrés personas que no lograron los recursos suficientes para ser rescatadas y se las llevaron al mercado de esclavos de Argel donde serían subastadas.
Aún hubo otra incursión pirata en 1627. La población tuvo que refugiarse en la iglesia parroquial, ya que el castillo ya no ofrecía garantías de seguridad.

Ya no hay referencias de hechos bélicos en Amposta hasta las guerras carlistas. En esos años y como se puede ver en algunos mapas y documentos, el castillo fue siendo ocupado por fábricas, viviendas y almacenes. En el siglo XVIII, el castillo ya no ejercía ninguna función defensiva militar y se destinó a usos industriales. La Compañía de Aragón instaló una fábrica de jabón. El fácil acceso a materias primas como la sosa del Delta, o al aceite cultivado en las llanuras interiores hizo muy rentable esta industria.
Sin embargo a lo largo del siglo XIX, con motivo de las Guerras Carlistas, el castillo volvió puntualmente a ejercer como fortificación de circunstancias, aprovechando la capacidad defensiva de los restos de sus murallas y fosos, que fueron precariamente reconstruidos o reforzados.
En los siglos XIX y XX, en el recinto, se desarrolló una intensa actividad fabril vinculada a los molinos arroceros. Entre 1863 y 1865, funcionó el primer molino arrocero del Ebro. Poco después en la zona, que hoy podemos identificar como tercer recinto o celoquia se construyó otro molino destruido por un incendio en el siglo XX, cuando era propiedad de la familia Escrivá. En 1900, en el segundo recinto del castillo se instaló el molino de la familia Cercós, que también creó la Sociedad de Crédito Ampostina, que se dedicaba a la elaboración de arroz al por mayor y a la producción de harinas. En 1983 el ayuntamiento compró el castillo. Desde 1987 se han realizado sucesivas campañas arqueológicas, que todavía continúan.