En el extremo meridional de una alargada colina donde se asienta la población de Aledo. Su acceso no reviste complicación alguna, incluso con vehículo. Es un lugar de gran dominio visual, vigilando principalmente el valle del Guadalentín, pero en días claros, se divisa hasta la costa.
Del histórico castillo de Aledo tan solo ha quedado la enorme torre del Homenaje, además de pequeños restos dispersos por la zona. Se conocen muchos datos sobre su estructura, pero todo hay que imaginarlo, puesto que nada queda hoy día. La torre alberga la Oficina de Turismo y está abierta con regularidad.



Puerta Falsa. Portillo situado en el extremo Sur. daba la posibilidad de escaparse descendiendo por la vertical ladera.

Castillo montano de planta irregular formado por una gran torre del Homenaje y un pequeño recinto dividido en dos, el albácar y el propio patio del castillo. Dicho recinto estaba defendido por siete torres cuadrangulares de las que se conoce su nombre, posición y estructura pero, lamentablemente, no ha quedado nada de ellas. Las torres se concentraban en el flanco Este y, especialmente, el Norte, lado que enfocaba hacia la población y punto más debíl de la fortaleza. En el resto del castillo no hizo falta construir torres debidio a las escarpadas laderas.
En el sentido de las agujas del reloj vamos a realizar una pequeña descripción de cada una de las siete torres:
Torre del Palomar o de la Escala. Se localizaba en la esquina Noroeste de la fortaleza, por lo que con ella enlazaba la muralla de la villa. El nombre de “escala” pudo hacer referencia a que en este punto había una salida al exterior por medio de unos escalones tallados en la roca de la ladera al pie de la misma torre. Si existen, nosotros no los encontramos. Se había caído durante el maestrazgo de Alfonso de Cárdenas (1477-1493). En 1495 para reedificarla se estimaron 25.000 maravedís. No obstante, poco se hizo, puesto que en visitas posteriores se repetía que estaba caída y era preciso volverla a construir desde la peña. En 1511 su reedificación se tasó en 64.400 maravedís.
Torre de la Caballeriza. En el frente Norte de la fortaleza, defendiendo la puerta del albácar. Construída en tapial, con pretil y almenas. En 1507 estaba desmochada, con dos esquinas caídas. Su reparación se había tasado en 1.500 maravedís. En 1511 y 1515 se recomendaba conservar la mitad inferior maciza y derribar y volver a elevar la parte superior, incluidos el pretil y las almenas, con un coste de 10.656 maravedís. En 1515 seguía sin esquina ni pretil.
Torre de la Cocina. Defendía la puerta principal de la fortaleza. Era de tapial y se remataba con terrado. En el interior de la torre había una cocina con una chimenea ochavada, que mandó hacer el comendador Juan de Montealegre en 1495, y sus poyos. En 1498 faltaba un trozo de la cubierta y en 1507 había perdido el pretil. Su reparación se tasó por los visitadores en 800 maravedís. En 1515 el terrado estaba hundido y habían desaparecido las puertas.
Torre en par del Campanario o frente a la iglesia. En el lateral Norte de la fortaleza. Era de tapial. En la navidad de 1494 se cayó una esquina de arriba, cuya reparación fue valorada en 4.000 maravedís. En 1515 seguía sin esquina ni pretil.
Torre de la Esquina. En la esquina Noreste de la fortaleza. Fábrica de tapial. En tiempos del maestre Alfonso de Cárdenas (1477-1493) se había desprendido un pedazo de la parte superior, cuya reparación fue tasada en 6.000 maravedís en 1495 y 5.500 en 1507. En 1511 se recomendó conservar la mitad inferior maciza y reconstruir la mitad superior. En 1515 se había recrecido un trozo por 16.000 maravedís.
Torre de Cal y Canto. Esta torre ya se encuentra en el flanco Este del castillo. Torre de mampostería en la que se abría la puerta Vieja. En 1495 estaba sin almenas. En 1507 también le faltaba el pretil, y la reparación de todo el remate en cal y canto se valoró en 1.800 maravedís. En 1515 continuaba sin repararse.
Torre de la Clavería. Última torre, junto a la esquina Sureste de la fortaleza. Contra ella cerraba la muralla de la villa. La torre era de tapial. En 1495 estaba en peligro de desplomarse, socavada y con pérdida de volumen, ante lo cual los visitadores aconsejaron reedificarla, con un coste de 30.000 maravedís. La torre volvió a construirse en tapial entre 1507 y 1511, quizá bajo la comendaduría de Juan Cabrero (1501-1510).
Sin aparecer en ninguna referencia del castillo ni de la muralla, existe un alargado aljibe al Este de la torre.

En cuanto a las puertas, tuvo tres (Puerta Vieja, Puerta Nueva y Puerta Falsa). El albácar, por su parte, tuvo un ingreso independiente.
Puerta Vieja: Situada en su costado Este y abierta en la Torre de Cal y Canto, construida en tiempos del maestre Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409), como atestiguaban dos escudos con sus armas. Este ingreso estaba todavía abierto en 1468 pero fue tapiado con la apertura de la Puerta Nueva.
Puerta Nueva. Estaba junto a la torre de la Cocina. Debió abrirse en la década de 1470. El ingreso estaba rematado con arco y tenía puertas recias recubiertas con cuero y cerradura de hierro. Delante de la puerta había una barrera y un foso construidos bajo la comendaduría de Juan de Montealegre en 1480-81. En 1515 los visitadores mandaron poner puertas nuevas en la entrada principal y en la barrera, y las viejas que había en la entrada principal reutilizarlas en el ingreso del albácar.
Puerta Falsa. Es la única que se conserva. Se trata de un portillo secreto que permitía la salida directamente al campo en su extremo Sur, al abrigo de la Torre del Homenaje. A mediados del siglo XV solo podía accederse a ella desde el interior del recinto de la torre. Extramuros, este ingreso era protegido por un baluarte de tapial con pretil y almenas, ahora desaparecido. Los últimos reparos conocidos en la puerta falsa se hicieron en los años 1515-1516.
El albácar tuvo su propia entrada, junto a la Torre de la Caballeriza, en el lienzo que unía ésta con la Torre del Palomar.

Extremo Sur del castillo. Enfrente de la torre se aprecia la Puerta Falsa. Y debajo, la Torre del Agua.


Esquina Sureste.
La Torre del Homenaje está exenta, tiene planta cuadrada (13 m lado) y se divide en tres alturas y terraza. El edificio tiene fábrica de tapial y alcanza 19 m de altura, aunque el coronamiento actual es moderno, y en el pasado debió ser algo más alta. Se levanta directamente sobre la roca que previamente fue nivelada con una plataforma maciza de argamasa de cal. El ingreso original a la torre se localiza en la fachada de levante, a una altura aproximada de 4 m sobre el terreno, dando paso a la primera planta directamente. Se accedía a la entrada mediante una escalera de yeso adosada a lo largo de la pared del edificio. En 1535 era de madera, y en 1703 una obra “maciza de piedra y mezcla, con doce escalones de yeso y ladrillo”. En 1494 se comenta que tenía buenas puertas forradas de pieles y una buena cerradura de hierro. La entrada actual es un agujero practicado a nivel del suelo, justo debajo de la puerta original. Es muy probable que la comunicación entre plantas se efectuara mediante escalas móviles de madera que, con el tiempo, serían sustituidas por otras de obra. Cuenta en su subterráneo con varios túneles y pasadizos que conducen hacia el río.

Frente Norte.
En la planta baja se encontraba el aljibe, formado por dos naves paralelas de planta rectangular, cubiertas con bóvedas de cañón y separadas por un grueso muro de mortero de cal, que carga con el peso de los pilares de los cuerpos superiores. La capacidad del depósito es de 155 m3. Posiblemente, la torre incorporó desde el momento de su construcción un dispositivo de recogida de agua compuesto por la terraza y una tubería oculta en el muro de la fachada Oeste, por la que se deslizaba el agua hasta el depósito de la planta baja. Embutido por encima de la línea de arranque de la bóveda de la cisterna, hay un tubo de cerámica que, con mucha probabilidad, constituye el extremo final del mencionado conducto. Y para sacar el agua, se extraía desde el interior del primer piso de la torre, a través de un orificio en el suelo cercano a la entrada del inmueble (actualmente se aprovecha para comunicar las plantas baja y primera). Actualmente, la planta baja alberga la Oficina de Turismo.

Tubo de cerámica embutido en el muro que servía para conducir el agua desde la terraza al aljibe.

Bóveda de la planta baja.
La primera planta es una sala de planta cuadrada (9’5 m de lado), cubierta por una impresionante estructura abovedada de ladrillo. En el centro de la estancia se levanta un pilar de ladrillo abrazado por una fábrica de argamasa de cal, con las esquinas recortadas en chaflán, a partir del cual se desarrollan hacia el centro de las paredes de la torre cuatro arcos apuntados, que descargan sobre ménsulas de piedra (tres lisas de cuarto bocel, y una de cinco lóbulos en la cara Norte). Los arcos sostienen cuatro bóvedas esquifadas de ladrillo de 6’60 m de altura hasta la clave. En cada uno de los muros de la planta se abre una gran saetera de buzón, con derrame interior horizontal, propicia para el tiro con ballesta. El enlace entre las plantas primera y segunda se efectúa en la actualidad mediante una escalera de obra adosada a las paredes Este y Sur.

Impresionantes bóvedas de ladrillo de la primera planta.

Entrada original de la torre, ahora convertida en ventana.
Saetera para ballestas.


Bóvedas que cubren la primera planta.

El pilar central que sustenta las bóvedas se agrietó. Le han colocado dos cinturones de hierro por seguridad.
La segunda planta es muy similar a la primera, aunque con mayor altura, lo que la hace más impresionante si cabe. También tiene planta cuadrada (9’50 m de lado), y un pilar central de mortero de cal encofrado y ladrillo, y con esquinas en chaflán, desde el que surgen cuatro arcos apuntados de ladrillo hacia el centro de cada pared. Los arcos apoyan sobre ménsulas de piedra de cinco lóbulos. En dichos arcos descansan cuatro bóvedas esquifadas de ladrillo (8’80 m de altura hasta la clave). En sus paredes, salvo en la Oeste, se abren sendos vanos cubiertos con bóveda de cañón de ladrillo. También existen dos saeteras de buzón, con derrame interior, en las paredes Norte y Sur. La salida de la caja de la escalera, desde la primera planta, se cubrió con una estructura abovedada de la que quedan restos. Desde la segunda planta se alcanza la terraza a través de una puerta-ventana emplazada en la cara Oeste de la sala, a 4’20 m sobre el nivel del suelo. El vano está cubierto con bóveda de cañón angular de ladrillo y enmarcado, al exterior, por un alfiz del mismo material. No hay que olvidar que en el pasado esta puerta daba a un balcón de madera protegido desde el que se subía a un cadalso, pasillo de madera en voladizo que rodeaba el edificio a la altura de la terraza. Actualmente no se conservan restos del maderamen, tan solo algunos mechinales de gran tamaño visibles en el exterior de la torre pudieron ser un indicio de su existencia. En nuestros días se accede al terrado por el interior de la torre. En sus paredes se conservan algunos grafitos.


El piso superior de la torre estaba descubierto, con su pretil y almenas y dos garitas; desde 1468. El remate de los muros fue objeto de continuas alusiones por parte de los visitadores, debido a su tendencia al deterioro. En la visita de 1535 se recomienda reconstruir las 32 almenas, aunque ahora hay 40. En su terraza albergó artillería hasta el final de sus días. En 1609 tenía dos esmeriles y un siglo después, cuenta con un cañón naranjero de bronce.

Terraza actual.
La Torre del Homenaje de la fortaleza de Aledo comenzó su andadura en un momento indeterminado entre finales del siglo XIII y primera mitad del XIV, cuando la villa pertenecía a la Orden de Santiago. Se cree que se terminó hacia la mitad del XIV. La torre se rehabilitó e inauguró en 2008.


Frente Este.

Frente Oeste.

Extremo meridional. Todavía quedan algunos muros del castillo y la Puerta Falsa.
En la segunda mitad del siglo XI, el agresivo rey taifa al-Mutamid de Sevilla, vió amenazados sus propios dominios cuando el rey Alfonso VI de León conquistó Toledo en 1085 y tan solo un año después sus tropas se hacían con el castillo de Aledo dirigidas por el caballero García Jiménez. Aledo iba a ganar entonces un importante protagonismo, dada su posición de avanzadilla cristiana aislada en territorio islámico, que va a poner en jaque a las taifas del entorno. Las mesnadas castellano-leonesas sembraron el pánico entre la población de la taifa murciana con audaces correrías sobre la huerta de Murcia y Orihuela, haciéndose dueñas por completo del valle del Guadalentín y controlando las principales vías de comunicación del Levante, de modo que la preocupación de los principados andalusíes hará que soliciten nuevamente el auxilio almorávide. El emir Ibn Tasufin regresó a la península ibérica en 1089, haciendo uso de Gibraltar como punto de desembarco. En Algeciras se unieron a sus tropas las del sevillano al-Mutamid, y juntos avanzaron hasta Málaga, donde se les agregó el rey taifa Tamim ibn Buluggin con sus huestes. Y Almotacín de Almería, mientras que Abu Muhammad ibn Rashiq de Murcia colaboró enviando hombres y dinero. El ejército musulmán plantó su campamento a los pies del castillo de Aledo, y comenzó a hostigar la posición cristiana mediante disparos de manganas y balistas, construidas ex profeso por expertos artesanos traídos desde Murcia. Los asaltos se sucedieron día y noche, atacando cada jornada el ejército de uno de los emires rotativamente, pero el tiempo transcurría sin lograr la rendición de la guarnición leonesa. La moral de los sitiadores empezó a resentirse y afloraban tensiones entre ellos, hasta el punto que Ibn Rashiq, temeroso de que al-Mutamid pretendiera anexionar Murcia a su taifa de Sevilla, aprovisionó a los sitiados. Destituido finalmente por Ibn Tasufin, los murcianos abandonaron el asedio, rechazaron someterse a los sevillanos y pidieron auxilio al rey cristiano Alfonso VI. El Cid tuvo la intención de socorrer la plaza, pero sería el mismo monarca quien marchase al frente de sus tropas a liberar Aledo, provocando la retirada almorávide después de un asedio de cuatro meses. A finales del verano y tras insistentes peticiones de la guarnición y de los murcianos enemistados con Ibn Tasufin, Alfonso se puso en marcha para socorrer la plaza. La fortaleza de Aledo llegaría a sufrir hasta tres cercos por parte de las tropas almorávides, en un intento desesperado por acabar con la resistencia cristiana. En 1092, una fulgurante y exitosa cabalgada castellana, al mando de Alfonso VI, consiguió rescatar a los supervivientes del sitio. También ordenó su destrucción, con el objetivo de impedir que sus enemigos se hicieran con una fortificación tan valiosa.

Durante la primera mitad del siglo XII, debieron iniciarse las labores de reconstrucción del asentamiento de Aledo que, no sin grandes esfuerzos, se recuperó del duro golpe. Bajo el mandato de los almorávides es posible que surgiera una majestuosa alcazaba (sede del poder político), una mezquita mayor (aljama) y unas sólidas murallas que protegían los barrios de casas. Con el Pacto de Alcaráz, entre Castilla y el rey islámico de Murcia, firmado en 1243, el castillo de Aledo fue de nuevo ocupado por tropas cristianas como parte del acuerdo. En 1257, Alfonso X el Sabio entregaba la villa a la Orden de Santiago, convirtiéndose en la cabeza de la encomienda que los caballeros de Uclés fundaron sobre el territorio. La consolidación del reino de Murcia como un espacio fronterizo, con campos despoblados y poblaciones concentradas en ciertos puntos, dieron a Aledo un importante papel como enclave defensivo sobre la gran banda territorial que separaba Castilla con el emirato de Granada.
A finales del siglo XV y principios del XVI, tras la caída del Reino nazarí de Granada y la unión de las coronas de Castilla y Aragón, la población pasó a ocupar los valles en detrimento de los emplazamientos defensivos en las montañas. Apenas transcurridos seis meses del inicio de la revuelta comunera, en agosto de 1520, los vecinos de Totana, una aldea dependiente de Aledo, se sumaban a la revuelta y proclamaban su «comunidad e liga jurada» que pretendía sustituir al concejo, institución dominada por los representantes de la Orden de Santiago. Como en otros lugares, la revuelta popular fue dirigida por un personaje muy conocido y con un gran prestigio social. El capitán Bartolomé de Cayuela se erigió en cabecilla de la revuelta estableciendo la Comunidad de Totana formada por unas sesenta y dos familias, que se mantuvo vigente prácticamente durante todo un año. La villa de Aledo, como sede de los poderes real y eclesiástico, pronto se convirtió en el lugar desde el cual presionar a los rebeldes. Poco después, los comuneros se decidieron a tomar Aledo. Armados con cuatro piezas de artillería y un cañón, bombardearon la población durante diez días, desde el 18 hasta el 27 de abril. No obstante, la fortaleza no sería entregada y el cerco se prolongaría durante ochenta días más. El episodio se saldó con varias muertes e importantes daños materiales: se destruyeron casas y se asaltaron haciendas, las murallas quedaron muy afectadas. Como es habitual, el bando vencedor probablemente exageró los desmanes realizados por el bando comunero y creó figuras heroicas como la del capitán Bartolomé de Cánovas, defensor de Aledo frente a los comuneros. La villa de Aledo fue recompensada por el emperador siéndole concedido el título de «leal». Una vez finalizado el conflicto, todos los miembros de la Comunidad de Aledo y Totana fueron juzgados y sentenciados a muerte por traición a la Corona. Todo ello acontecía en el mes de junio de 1521, unos meses después, ya en 1522, Carlos I otorgaba el perdón a los rebeldes, por lo que la pena capital nunca se llevó a término. En realidad, la mayoría de los comuneros no sufrieron represión y volverían a integrarse en la sociedad local.