Su situación es sumamente intrincada, en el corazón de la sierra, a 6 km en línea recta de Aiguamurcia, pero a casi el doble por carretera. Toda la zona en una gran extensión se cubre con un espeso bosque de pinos que ocultan el castillo por completo, tanto en su visión directa como vía satélite. Incluso los caminos de acceso son escasamente visibles ocultos por los árboles. Aunque sepamos sus coordenadas geográficas, vamos a ciegas, y con el miedo de quedarnos sin cobertura. Durante nuestra visita a principios de 2022 partimos desde la pedanía de Albá, lugar donde encontramos el primer cartel indicador. Afortunadamente, todos los cruces están bien señalizados, por lo que no tuvimos excesiva dificultad en encontrarlo. Sirva como referencia, entre el intrincado laberinto de caminos forestales, que tenemos que pasar por las masías de Cal Manco, en buen estado, Cal Güell, en ruinas y Cal Bernat, también en ruinas. El castillo se encuentra en un monte de 691 m. de altura, con excelente dominio óptico, manteniendo contacto visual con numerosos castillos de la zona y controlando, incluso, un sector de la costa.
Su estado es muy malo. Todos los muros presentan grietas y desconchados recientes, el ábside de la iglesia tiene una inclinación muy peligrosa y la espesa vegetación lo ha invadido todo, tanto, que es imposible ver sus restos hasta que no llegas a escasos metros de su recinto.

Aunque cuando se llega al lugar aparecen previamente algunas ruinas, creemos que esta podría ser la entrada al castillo, defendida por la izquierda con el ábside de la iglesia, y por la derecha, con una pared de rocas.


Torre circular. Se encuentra en el punto más alto. La pérdida de materiales es acelerada.

Cubo semicircular septentrional.

Castillo roquero de planta irregular alargada, orientada al Noroeste-Sureste. Nos parece que cuenta con dos recintos además de la puebla, aunque debido a la cobertura vegetal y a los escasos restos es difícil asegurarlo. Toda la obra es de mampostería de gran tamaño trabada con mortero de cal. Solo aparecen sillares labrados en el ábside de la iglesia.
El recinto más elevado, posible alcazarejo, se sitúa en el extremo Noroeste del conjunto, defendido por altas paredes rocosas verticales por el Norte y por fuertes defensas en el resto del perímetro. En su centro aparece una torre circular de unos 3’5 m. de diámetro y 4 m de altura, que parece elevarse sobre el terreno pero es el acúmulo de materiales caídos durante siglos. Aparecen algunos muros de grandes dimensiones en su extremo Norte, pero lo más destacado a nuestro juicio es una estancia rectangular con un ventanuco, cubierta por una bóveda muy apuntada. Tiene el aspecto de un aljibe, aunque no encontramos rastro de impermeabilizante en su interior.
El segundo recinto e inferior se sitúa al Suroeste, debajo del escalón rocoso. Posiblemente fuera construído con posterioridad al recinto superior. Aquí creemos que debió estar el acceso. Pero lo más interesante son los restos de la pequeña iglesia de Santa María, con una sola nave y el ábside semicircular al Sureste. Aunque de la iglesia sólo se conserva en pie una parte del muro Norte del ábside con un sector de la bóveda. Exteriormente el ábside conserva una pequeña porción de su decoración formado por una pilastra y una cornisa rectangular sustentada por pequeñas ménsulas de formas esféricas. Por encima de la cornisa el muro fue sobreelevado.
En una pequeña planicie situada al Este se ven abundantes muros en diverso estado encerrando estancias de variado tamaño. Podrían pertenecer a la puebla.



Imágenes diversas de la estancia abovedada.


Restos del ábside de la iglesia.


Muro septentrional. Los vanos inferiores son aspilleras.
Existe un documento de finales del siglo X en que aparece nombrado este lugar. En él se refiere al convenio establecido entre el obispo de Barcelona, Vives de Barcelona, y Guitard de Mureden, con la aprobación del conde Borrell, por el «castro de Albano», el cual Guitard debía defender el territorio. Este sector constituyó a lo largo de muchos años, el límite del obispado de Barcelona. A mediados del siglo XII, cuando se estableció dentro de su término la comunidad de Santes Creus, eran feudatarios Albert de Castellvell y Guillem de Ollers, y alcaides la familia Albá, con residencia en el castillo. En 1187 desapareció el dominio del obispado sobre el castillo, pasando a poder de Bernat de Albá. Luego le sucedió Bertran de Gallifá, y más tarde, pasó a la familia Sant Vicenç. Al celebrarse el matrimonio entre María Catalina de Iborra y Salbá con Javier Copons, señor de la Manresana, este lugar quedó bajo el dominio de los marqueses de la Manresana hasta finales del siglo XIX.

Muros del recinto superior.
