En la parte alta de la población, junto a las famosas cuevas, sobre una loma que le confiere un dominio visual extraordinario de toda la huerta de Valencia, desde Sagunto hasta Cullera.
Muy buen estado. Ha sido restaurada con acierto hace pocos años.
Interior de la última planta y bóveda que la cubre.
Torre de planta circular y forma ligeramente troncocónica. Tiene 78 palmos de altura (16’38 m.), 54 de circunferencia (11’34 m.) y 11 de espesor sus muros (2’31 m.). De aspecto muy sólido, la obra es un conglomerado que los siglos han endurecido como la piedra. Tiene tres plantas más la terraza. La primera planta no tiene salida al exterior. Se desciende a ella desde la segunda y bien pudiera tratarse de un almacén o aljibe. En la segunda planta se encuentra la entrada que debía realizarse con una escala de cuerda o madera. Actualmente se ha colocado una de piedra. A la tercera planta y a la terraza se asciende por una escalera estrecha integrada en el espesor del muro. Existía alrededor un recinto murado cuyos cimientos se descubrieron en 1911, en lo que hoy es el calvario. La torre es visitable y en su interior alberga una pequeña colección de cerámicas locales.
Estrecha escalera que asciende por el interior de la torre.
Detalle de los matacanes de la cornisa superior.
Es de construcción árabe, de finales del siglo XI o principios del XII. Fue conquistada en 1237 por Jaime I mientras preparaba el asedio a la ciudad de Valencia, y luego donada por el monarca, junto con Manises, al caballero Artal de Luna. Los lazos familiares de los Luna con la Corona fueron tales que los Luna se opusieron a la Unión, en contra de la nobleza, por lo que los unionistas lanzaron un violento ataque contra Paterna en 1348. Durante la guerra civil que surgió tras la muerte de Martín el Humano, en Paterna estuvo la sede del “parlament de fora” de los Centelles. Éstos, aliados de los Luna, vencieron en esta guerra, al derrotar a los Vilarragut en la batalla de Morvedre. En 1436, Alfonso el Magnánimo donó Paterna al duque de Segorbe. En 1746 fue comprada la villa por Antonio Pando. Más tarde pasó a los marqueses de Miraflores. Luego, el ayuntamiento cedió la torre al ejército, a condición de conservarla como yacimiento arqueológico. En 1897 cayó un rayo en la torre causando desperfectos y matando a su guardián. En 1971 fue restaurada, con un presupuesto de un millón y medio de pesetas, con gran acierto. A pesar de no contar con fotografías o imágenes antiguas de la torre, se ejecutaron las obras con el mayor cuidado para lograr la máxima fidelidad a la obra original antigua. Actuación de la que debían tomar nota muchos arquitectos modernos.