Durante el siglo XIX y ante el constante peligro que suponían los conflictos carlistas, se levantó una tapia de forma preventiva de igual modo que tantos otros lugares de nuestra geografía. Dicha tapia debió ser un muro de mampostería con abundantes aspilleras para fusiles y debió ser construido con la rapidez y precariedad habitual en estos casos. Actualmente no queda ningún resto.