Muralla urbana con unos 1.700 m de perímetro aproximadamente, jalonada con torres cuadrangulares de grandes dimensiones. Contaba con parapeto y almenas con aspilleras, y las torres tenían troneras en la zona superior, lo que supuso una adaptación a las armas de fuego ligeras. Las puertas aparecen situadas entre dos torres, salvo la puerta del puente que se realizaba a través de una gran torre (la Torre de la Sala). La muralla es obra de tapial de hormigón con mortero de cal y arena que incluye gravas y piedras calizas de diferentes tamaños. Sólo existieron barbacanas en las zonas más desprotegidas, es decir en el llano, junto a las puertas de Murcia, Crevillente y Elche. El resto del trazado, al discurrir junto al río o acequias, o por las aristas de la sierra, no necesitaba de esta primera línea defensiva. Estas barbacanas hay que datarlas en los siglos XIV y XV, aunque bien pudieron existir ya en época almohade. No se ha conservado ningún resto de ellas. Sólo conocemos la existencia de las puertas de la ciudad islámica por referencias documentales, desconociéndose por el momento restos arqueológicos. En época islámica están atestiguadas únicamente tres puertas principales: la del Río, que daba a un puente de barcas, la de Murcia y la de Crevillente. Además de las puertas principales, la muralla debió tener numerosos portillos, o puertas de pequeño tamaño que se tapiaban en caso de peligro. Siglos más tarde, además de las tres puertas existentes en época islámica, están documentadas al Sur y levante de la ciudad la Puerta de Elche y la Puerta Nueva. Y en la zona de poniente, la Puerta de la Virgen de Monserrate.
Solo se conservan de ella algunos elementos, de forma intermitente, gracias a los cuales y a las fuentes documentales e iconográficas se ha podido restituir todo el trazado.

Desde las últimas torres en la parte oriental del seminario, la muralla desciende con muy acusada pendiente hasta llegar al casco urbano propiamente dicho. Lo primero que nos encontramos, son los restos de la Puerta de Crevillente. Se trata de un muro de sillería en el cual se abría la puerta, junto a una torre que se derribó a finales del siglo XIX a petición de los vecinos por encontrarse en estado ruinoso. Estos restos han quedado sobre las rocas con una estructura singular debido a la fuerte pendiente del lugar. La roca está forrada en mampostería en su base, simulando así una mayor altura. Su primera planta está sobre la roca, necesitando una escalera interior para acceder a ella. Su altura alcanzaría unos 25 m. sobre la calle.

Lugar donde estuvo la Puerta de Crevillente. Arriba, a la derecha, se ven sus restos.
El muro se dirige en dirección Sur, paralelo a la c/ Ruiz Capdepón, por el interior de las casas, cruzando la c/ Santa Lucía, donde apareció un trozo al abrir unas zanjas, hasta la Torre de Navalflor, actual campanario de la iglesia de la Merced. Esta iglesia está desacralizada albergando el Museo de la Semana Santa. El campanario no es visible.
Luego el muro cambiaba de dirección hacia el Sureste del recinto para llegar hasta la Puerta de Elche, que enfrentaba con el Puente Nuevo o de Levante por la c/ Loaces. En esta zona las torres llegan hasta el mismo cauce de la acequia de Almoradí, quedando la muralla unos metros más atrás, consiguiéndose así un amplio foso que dificultaba el asalto.

Muy cercana, en el interior de la manzana, ha quedado la Torre de los Giles, en la trasera del Hotel Palacio de Tudemir. Se puede observar por un pasaje que lleva hasta la terraza del hotel y que comienza en la Plaza de la Soledad. Se trata de una torre de grandes proporciones, de planta casi cuadrada (9 x 9’3 m) y una altura conservada de 7 m.

Torre de los Giles, situada en el Hotel Palacio de Tudemir, en 2014. En esa época estaba cerrada al público.


Torre de los Giles.

También queda un lienzo de tapial en un edificio de la Plaza de la Soledad de 4 m. de altura, pero ha quedado oculto y no se ve.
En el lugar donde están las boqueras de la acequia de Almoradí existió una gran torre de la que quedan restos, que nosotros no conseguimos localizar.
Boqueras donde la acequia de Almoradí coge las aguas del río Segura.

Desde aquí hasta la Puerta del Puente se han conservado algunos restos de muro y de torres. La muralla seguía su recorrido junto al río, como parece atestiguarlo uno de los muros del Palacio Episcopal y las excavaciones del solar de la Calle Mayor, nº 38, donde se documentó el núcleo de mampostería de una torre. De estos restos ninguno es visible. Lo más destacable de esta zona de las murallas es que se concentran en los tramos más rectilíneos del trazado, y el importante papel jugado por el río que actuó como foso natural e imposibilitó el acercamiento de la maquinaria de asalto.

Esta es una miniatura del Cartulario de Privilegios de Orihuela de principios del siglo XVI, que recoge el enfrentamiento bélico ocurrido 150 años antes entre los ejércitos del rey de Castilla y del rey de la Corona de Aragón, la Guerra de los Dos Pedros. Lo que nos interesa de la imagen, como documento gráfico valiosísimo por su fiabilidad, es conocer cómo era el castillo y las murallas de la Orihuela islámica.
Llegamos hasta la Puerta del Puente. Era un arco de medio punto que se abría en la Casa de la Ciudad, antiguo ayuntamiento, enfrentando con el Puente Viejo o de Poniente. Durante mucho tiempo fue un simple puente de barcas hasta que se construyó uno de piedra. Quizás pudo tener cañoneras en su zona superior.

Puente de Poniente o Viejo, en la actualidad.

Grabado del siglo XVIII en que se representa la Casa de la Ciudad adornada con motivo de la proclamación del rey Carlos III. Se observa cómo el puente penetra directamente en el portal.
A continuación en un pequeño solar de la Calle del Río, apareció un tramo de 6 m. del muro. Este solar todavía se mantiene en un lugar bastante oculto pero la vegetación ha crecido ocultando cualquier resto. A partir de aquí el río formaba una especie de playa, por lo cual para una adecuada defensa se hizo necesaria la construcción se varias torres, algunas de las cuales se pueden ver en el Museo de la Muralla.
Un poco más adelante, hacia el Oeste, en el subsuelo de la Universidad Miguel Hernández, podemos contemplar el Museo de la Muralla, en el que se muestra un largo lienzo paralelo al río, con cuatro torreones o cubos de planta cuadrangular. El lienzo cuenta con 80 m de longitud y fue construído a finales del siglo XII.

Dos imágenes del lienzo ubicado en el Museo de la Muralla.


La primera torre que nos encontramos es maciza, con fábrica de tapial. Una de sus esquinas aparece achaflanada en sillería debido a una reforma medieval. En el siglo XVIII se le superpuso un canal destruyendo parte de la torre.
Segunda torre, apenas un contrafuerte.


Tercera torre.
Cuarta torre.

El siguiente elemento conservado se halla al final de la c/ Meca. Es un lienzo de mampostería que podría estar conservado hasta la altura del adarve. Parece conservar el parapeto, hoy soterrado en gran parte debido al encauzamiento moderno del río. Toda esta zona era de fácil defensa debido al trazado curvilíneo que sigue los meandros de rio, cuya agua discurre en la misma base de lienzos y torres, formando así un gran foso.

Lienzo de la c/ Meca.
Desde allí el muro trascurría paralelo al río que le servía de foso hasta las traseras del Hospital Municipal, donde se conservaba otra torre que tampoco es posible observar. Toda esta zona ha quedado soterrada tras el encauzamiento y desvío del río en los años 90 del siglo XX. El trazado continuaba hasta llegar a la emblemática Torre de Embergoñes.
Torre de Embergoñes: también es conocida como Torre del Cantón, de Ravaloche o de Don Ramón. En un principio se construyó junto al río Segura hasta que en el siglo XX el río se desvió. Se trata de una torre muy interesante por su planta hexagonal, única en el reino junto con la torre de Cullera. A lo que había que añadir su descomunal altura con respecto al resto de torres y muralla. Se le calcula una altura en torno a los 15 m, equivalente a un edificio de cuatro o cinco pisos. Lamentablemente está adosada a una parcela privada y solo son visibles tres de sus lados, aunque en el año 2021 fue comprada torre y parcela por el ayuntamiento por 75.000 €, con lo que pronto se llevará a cabo su recuperación. Su estado es pésimo, presenta numerosas grietas y el tapial está muy erosionado, seguramente ha sido muy afectada durante siglos por las contínuas crecidas del río que impactaban el agua directamente contra sus paredes. La obra está construida a base de tapial, (conservando seis tongadas) alternado con hiladas de piedras grandes. Estas últimas hiladas se hacen con piedras bastante planas y rectas. Pero toda la torre se asienta sobre un pequeño basamento de mampostería. Conserva una altura de 4 m. y sus lados miden 5’5 m aproximadamente. Su posición era un hito en la ciudad al estar en una esquina de la muralla, enlazando el lienzo que bajaba del castillo con el que se dirigía hacia el Sur bordeando el río. Hace casi un siglo se desmochó la torre y en 1920 se instaló un pequeño depósito de agua en su parte superior. Hasta hace pocos años estaba invadida de vegetación arbustiva que incrementaba las grietas, pero en nuestra visita de 2022 había sido limpiada y el depósito de agua retirado.

Torre de Embergoñes. Bastante arruinada y oculta por vegetación en 2014. Y con el depósito, cuyas patas se aprecian en la imagen.

La torre en 2022.
Imagen de 2014.

Imagen de 2022.


Imagen de 1920.


A partir de aquí el trazado transcurría hacia la Plaza de Monserrate y el santuario homónimo. En la c/ Santiago se debió abrir la Puerta de Murcia.

El siguiente elemento lo podemos encontrar embutido en el santuario de Nuestra Señora de Monserrate. Se trata de un lienzo de mampostería que debió pertenecer al antiguo Portal de la Virgen María de Monserrat, obra del XV. También hubo otra torre que se derrumbó en 1567 dañando la capilla de la Virgen. Nada de eso es visible desde la calle.
A partir de este lugar la muralla realiza un doble quiebro de 90º para ascender hacia la montaña. En este punto quedan dos torres. La primera que nos encontramos es de grandes dimensiones, con 8 m. de altura. Solo se puede apreciar su fábrica en el lienzo septentrional, puesto que ha sido recubierta con hormigón proyectado y tapada con un toldo. La otra torre, algo más elevada en la montaña, tiene 6’5 m. de altura, obra de tapial calicostrado sobre zócalo de mampostería.

Flanco septentrional de la primera torre.
En primer término, lienzo de la muralla. A la izquierda, la torre cubierta por un toldo. Y por encima de la casa asoma la otra torre.


Segunda torre, ubicada en plena ladera montañosa.
La primitiva población musulmana ocupaba el Pla del Oriolet (90 m. de altura), poco más o menos donde en 1743 se levantó el Seminario Conciliar. Los árabes se extendieron ladera abajo llegando hasta la orilla izquierda del río. Levantando, entonces, la muralla para proteger la ciudad. Esto ocurrió en el siglo XIII aunque se fueron ampliando y modificando tras la reconquista hasta el siglo XV. Las reformas cristianas de los siglos XIV y XV conservaron el trazado almohade de la cerca pero añadiéndole algunas torres y abriéndole troneras y, posiblemente, alguna puerta. Fue capital de una cora musulmana (Uryula). Los castellanos y aragoneses establecieron unos límites para la reconquista, quedando en el lado castellano Oriola, propiedad del rey de Murcia. El 17 de julio de 1242, el infante Alfonso, hijo del rey de Castilla Fernando III se apoderó de la fortaleza. Unos 20 años después, siendo ya rey, Alfonso X, se sublevaron los musulmanes, siendo Jaime I, a instancias del rey castellano, quién lo recobró en 1266, y con toda lealtad la entregó a Alfonso X. En 1304, en virtud de sentencia arbitral, Oriola quedó incorporada al Reino de Valencia, en el que alcanzó gran importancia, siendo cabeza de la “Governació general de la ciutat d’Oriola y regne de Valencia”, demarcación que se extendía desde Jijona hasta el límite Sur valenciano. También tuvo la ciudad voto en las Cortes Valencianas. Durante el siglo XIV fue amurallada la morería, situada en el triángulo compuesto por las actuales calles de San Isidro y San Pascual (barrio de San Agustín). Durante la Guerra de los Dos Pedros, el de Castilla, en 1364, atacó con numerosas fuerzas a Orihuela, que fue heroicamente defendida por el gobernador Juan Martínez Eslava, mientras llegaba Pedro el Ceremonioso con grandes refuerzos, lo que llevó a los castellanos a desistir de sus planes. Sin embargo, el año siguiente, tras largo sitio, se apoderaron de la ciudad. En 1366, Pedro el Ceremonioso, consiguió liberar todo el Reino, incluso penetrando sus tropas en tierras de Castilla, excepto Orihuela que no se incorporó hasta 1375, al firmar el tratado de paz con Enrique de Trastámara, muerto ya Pedro el Cruel. Fernando el Católico celebró Cortes en Orihuela en 1488, junto con Isabel, estando de paso hacia la guerra de Granada. En 1490 una terrible peste azotó la población. Durante las Germanías se libró una batalla en 1520 entre las tropas del marqués de los Vélez y los agermanados oriolanos, que fueron vencidos. En 1564, el Papa Pío IV creó el obispado de Orihuela, separándolo de la diócesis de Cartagena. Cuando la Guerra de Sucesión, fue designado el marqués de Rafal, gobernador de Orihuela. Al no contar con suficientes fuerzas y sintiéndose decepcionado con los partidarios borbónicos, ante el avance de las tropas del Archiduque, se declaró partidario de Carlos III. Entonces el obispo Belluga sitió y ocupó la ciudad en 1706. A partir de entonces todas las actas del Concejo Municipal comenzaron a redactarse en castellano. Durante la Guerra del Francés fue ocupada por las tropas invasoras sin que se desarrollaran hechos notables. En 1829 fue asolada la ciudad por un fuerte terremoto. En las Guerras Carlistas, en 1833, Orihuela proclamó al pretendiente Carlos V cuyas tropas entraron en la ciudad en 1837.
Además de la muralla de la ciudad, estuvieron también amurallados los principales arrabales. Se levantaron muros y puertas durante las guerras con Castilla. Estas murallas, salvo los portales, no fueron obras de mucha envergadura, al construirse con bastante rapidez. Posiblemente estuvieron bordeadas, en parte, por la red de acequias, facilitando así la defensa. Con toda probabilidad ésta cerca de los arrabales, pudo consistir en el tapiado de los muros exteriores de las casas que constituían el límite de los arrabales y el control de accesos a través de los distintos portales.
En el Arrabal de San Juan se abrieron las puertas de Callosa (única conservada) y de Almoradí. Y en el Arrabal Mayor o de San Agustín, las del Burdel, Magastre y San Agustín.
Portal de Callosa o de Santo Domingo.


Puerta de Santo Domingo o de Callosa. También es llamada de la Olma. Se halla junto al Colegio del Patriarca o de Santo Domingo, en el Arrabal de San Juan. Obra de sillería con arco de medio punto. La única que se mantiene el pie por lo que se cree que debió ser protegida por el gran edificio del convento adyacente. Es de origen almohade, aunque el rey Felipe II mandó reformarla en el siglo XVI. Conserva sus portalones de madera.
Arriba del arco aparece un ángel custodio con espada que representa el brazo real en las Cortes Valencianas, acompañado por el escudo cuatribarrado, el pájaro oriol (emblema de la ciudad) y una inscripción que fecha la puerta en 1558. Hoy día sigue realizándose en ella el bello ritual de la entrada de los prelados de Orihuela a lomos de una burra viniendo desde Castilla.