De las murallas que rodeaban esta pequeña población tan solo ha sobrevivido uno de sus portales, llamado Arco del Lugar.


Es nombrado por primera vez Alberite cuando en 1124, Alfonso I dio a García Íñiguez de San Celedonio, las casas que tenía en Tudela y una heredad en Alberite. Este castillo es nombrado en 1139, cuando Pedro Taresa ó Pedro de Atarés (según los autores), señor de Borja, lo entregó a la Orden del Temple en la persona de su maestre Rigaldo. La donación dió lugar a que la mujer de Pedro Taresa, reclamase ante Ramón Berenguer IV, quien en 1151, tomo la decisión de que el Temple renunciase a las villas de Borja y Magallón y confirmaba la validez de la propiedad de los castillos de Ambel, Alberite y Cabañas, con sus correspondientes términos. Ramón Berenguer IV ratificó, en un documento con fecha 21 de julio de 1151, las posesiones de la encomienda templaria de Novillas sobre los castillos de las villas de Ambel y Alberite. A la disolución del Temple pasó a la Orden de San Juan de Jerusalén, quedando Alberite adscrito a la encomienda hospitalaria de Ambel, que a su vez dependía de la castellanía de Amposta. A esta época de jurisdicción sanjuanista se debe precisamente el topónimo de “San Juan” con el que se le conoce actualmente.