Murallas Cristianas de Daroca

Su conjunto fortificado asciende espectacularmente los montes vecinos, semejando un inmenso castillo o colosal fortaleza que defiende a la ciudad, curiosamente ubicada en un hondo. Media legua de muro, con toda clase de numerosos torreones o fortines, antiguos y modernos, grandes, pequeños, arruinados o restaurados, construidos de sillares, mampostería o tapial, con almenas y sin ellas. El conjunto fortificado de Daroca es, pues, de extraordinaria complejidad, no solo por los materiales y técnicas que presenta sino en cuanto al origen diverso y de épocas muy distintas que nos muestran sus castillos, torres y murallas.

La posición de Daroca en una vaguada flanqueada por elevados cerros ha llamado la atención de cuantos viajeros, escritores y turistas han pasado por aquí. La calle Mayor sirve de barranco a dicha vaguada, antaño llamada Rambla Fondonera. En los dos extremos de la calle Mayor subsisten las dos puertas que se cerraban al caer la noche, la Alta o de Zaragoza y la Baja o Fondonera. De ambas puertas arranca el larguísimo cinturón de murallas, de unos 2.580 m aproximadamente, que remonta los cerros y que son el elemento característico de la ciudad.  También suele sorprender la pequeñez del caserío pues quedan extensas zonas de rocas y pinares que nunca estuvieron poblados y que debieron servir para albergar los grandes rebaños de ovejas de la zona cuando existía peligro de alguna incursión mora. Durante los siglos XIV y XV el cargo de “obrero de la muralla” fue permanente ante la obsesiva necesidad de hacer reparaciones y añadidos. Según algunos autores, llegó a contar con 114 torres, de muy diversa factura, pues la mayoría son simples cubos sin destacar en altura. Nosotros hemos contado 93, aunque existen algunos sectores en que la cerca ha desaparecido, especialmente en su recorrido meridional y seguramente ahí hubo más. Los materiales son de lo más heterogéneo que pueda imaginarse: argamasa rojiza y grisácea, mampostería, ladrillo con tracerías mudéjares e incluso la piedra sillar. El recinto no se caracteriza por ningún elemento diferenciador, no tiene la unidad estructural del recinto de Ávila o Lugo, pero es mucho más variado y complejo que cualquier otro recinto de España. Es obra de muchos años. Desde la segunda mitad del siglo IX ha recibido obras constantes hasta el mismísimo siglo XIX, al haber sido escenario de numerosos conflictos.

Desde hace poco más o menos un siglo el recinto perdió sus funciones sufriendo un proceso de degradación acelerado. El recinto amurallado sirvió como cantera para construir casas, tapias y diques. Algunos torreones como el de la Pólvora, varios lienzos del Castillo Mayor y numerosos tramos de muralla fueron derribados por mandato expreso del ayuntamiento. A partir de 1990 se comenzó a restaurar las murallas en torno a las dos principales puertas con fondos europeos. Y poco más. Durante nuestra primera visita en el año 2005, a excepción de los dos pequeños sectores en torno a las dos puertas, comprobamos su pésimo estado. El abandono era completo y su degradación acelerada. Pero nos enteramos de que existía un proyecto de restauración integral de toda la cerca para un periodo de 20 años. Esto nos llenó de esperanzas. Pero volvimos en el año 2022, 17 años después, y sufrimos una gran decepción. Tan solo se ha reparado un tramo de 80 m cercano al castillo de San Cristóbal (es decir, el 3’11 % de la cerca). Lo demás, lamentablemente, sigue igual o peor.

A continuación vamos a ir explicando todos los elementos de la cerca de forma individual comenzando en la Puerta Fondonera y siguiendo el sentido de las agujas del reloj.

PUERTA BAJA O FONDONERA: Se puede decir que es la más bella de todo Aragón, una de las entradas más imponentes de España. Grandiosa en toda la extensión de su término. Finalizó su construcción en 1452 y tuvo un costo de 6.700 sueldos jaqueses. Se trata de una puerta flanqueada por dos torres de planta rectangular, de 12 x 6 m con su lado corto en los frentes. Tiene saeteras y unas pocas ventanas de arco rebajado y adinteladas. Recientemente se ha recompuesto su bello remate de matacanes continuos o corsera, cuyo parapeto se remata con almenas de perfil escalonado. El cuerpo que une ambas torres se reformó en tiempos de Carlos I colocando el escudo imperial y rebajando mucho el arco, con el objeto de dar salida a las aguas de las tormentas que periódicamente castigan la ciudad. En su origen, en el siglo XIII, fue un simple arco defendido por una torre. En el siglo XIV se levantó una torre sencilla con vanos ojivales (mitad interior de la torre derecha). Cuando se construyó la puerta actual no se destruyó la anterior, se modificó el cuerpo central de la puerta abriendo una galería con arcos. Fue rehabilitada entre 1987 y 1988 por la Escuela Taller de Daroca para ubicar el Centro de Estudios Darocenses.

Vista posterior de la puerta.

 

 

Arranque de la muralla desde la Puerta Baja. Este sector está restaurado con acierto. Excelentes las almenas y las tracerías mudéjares. Y el cubo en su aspecto original.

PUERTA DEL ARRABAL O PORTILLO DE SAN VALERO: Muy cercana a la anterior, ascendiendo hacia el cerro de San Cristóbal. Es de arco de medio punto al exterior y escarzano al interior, y daba salida al distrito alto, hoy despoblado. Se abre en el lienzo recientemente restaurado, recrecido con ladrillo y coronado de almenas. Destacan sus bellas tracerías mudéjares en zig-zag, fiel reflejo del original

 

Una vez terminado el caserío y el tramo restaurado, la muralla asciende una fuerte pendiente. Este tramo se encuentra muy erosionado y los cubos han perdido su revestimiento de piedra o ladrillo. Al lado, en la base del primer cubo, todavía quedan unos cuantos sillares del recubrimiento.

Los cubos, una vez perdido su recubrimiento exterior, semejan muñones informes. También se ha perdido la cerca que los unía.

 

 

 

 

Este cubo no ha sido expoliado del todo. Todavía conserva parte de la mampostería que lo recubría.

Sector de los Tres Guitarros. La muralla continúa ascendiendo en dirección Noroeste hasta la Torre del Águila Blanca, que es la torre cuadrada del fondo.

Cubo anterior a la torre de los Tres Guitarros. Ha conservado su recubrimiento de ladrillo sobre base de mampostería.

 

 

 

 

TORRE DE SAN VALERO O DE LOS TRES GUITARROS: Torre circular que recibe este nombre por tener tres pequeñas troneras de palo y orbe cuya forma recuerda a este instrumento y porque junto a él estuvo la desaparecida ermita de San Valero. Su fábrica es la mampostería y tiene una puerta semicircular de ladrillo en altura. Se construyó en el siglo XIV ante el peligro de la Guerra de los Dos Pedros.

TORRE DEL ÁGUILA BLANCA: Torre de planta rectangular (5 x 6 m) de mampostería reforzada con sillares en sus esquinas. Se sitúa en el vértice Noroeste de la cerca, en el lugar en que ésta gira bruscamente de dirección hacia el Noreste, ascendiendo nuevamente hacia el castillo de San Cristóbal. Se ha derrumbado en gran parte y corre serio peligro de desplome debido a unas inquietantes grietas y a la peligrosa inclinación de su parte superior.

Al fondo, torre del Águila Blanca, derrumbada por la mitad. Este sector también aparece en pésimo estado por la erosión.

 

 

 

Portillo del que desconocemos su nombre, cercano al sector almenado.

 

 

 

A continuación del portillo aparece un gran cubo con fábrica de mampostería de gran tamaño.

Lienzo que asciende hacia el castillo de San Cristóbal, situado en la cima, donde se observan las antenas. Es el único sector restaurado en 17 años. Destaca porque aquí quedan las únicas cinco almenas originales.

Las cinco almenas en 2005 y en 2022.

Murallas que descienden desde el castillo hasta la torre del Jaque.

Desde el castillo de San Cristóbal, la muralla se dirige al Este, en línea recta, descendiendo la fuerte pendiente de la montaña hasta la torre del Jaque. En este tramo los cubos que la defienden también han sido expoliados y el tapial ha sido fuertemente erosionado formando formas informes y grotescas.

 

 

 

El mismo lienzo Norte visto desde la torre del Jaque. Al fondo se aprecia el castillo de San Cristóbal.

 

 

Parte interna del lienzo Norte. La erosión la ha convertido en un simple terraplén.

 

 

 

Al igual que los agentes atmosféricos modelan nuestras montañas, también lo hacen con un material  mucho más blando como es el tapial.

Del lienzo Norte parte otro lienzo de escasa longitud, en el que se abre una puerta, que termina en un torreón al borde del barranco, sectorizando el lugar. Este torreón, está tan erosionado que semeja una columna.

TORRE DEL JAQUE: De gran valía estratégica, ubicada en el ángulo Noreste de la muralla, en el lugar que la cerca vuelve a girar con brusquedad, esta vez hacia el Sur, para unirse al Castillo Mayor. Es de planta cuadrada (10 m), de gran altura y presenta una gran variedad de aparejos al haber sido reconstruída varias veces. Ha sido reparada recientemente ante el grave riesgo de que se desplomara debido a su pésimo estado.

La planta baja parece maciza. Y solo la primera es accesible. Aquí vemos la bóveda que la cubre.

 

 

Torre del Jaque vista desde el Sur. El lienzo de tapial desciende hacia el Castillo Mayor.

 

 

 

Aquí vemos como el lienzo de la muralla llega hasta los muros del Castillo Mayor.

Desde la Torre del Jaque la cerca, en dirección Sur, empalma con el largo rebellín del Castillo Mayor. En el extremo Sur del castillo, la cerca continúa, descendiendo con gran brusquedad para encontrarse con la Puerta Alta, en un sector de muros muy alterados y semiderruídos. El principal elemento que encontramos a partir de aquí es el Torreón de la Sisa.

 

 

Lienzo que desciende desde el Castillo Mayor hacia la ciudad.

 

TORREÓN DE LA SISA: Torre de planta pentagonal restaurada y utilizada como albergue juvenil. Su parte inferior es de sillares y se remata con ladrillo. En la parte de atrás tiene un curioso reducto de forma poligonal, de buena sillería. Presenta diversas aspilleras. Junto a él había una puerta con arco de medio punto de ladrillo que hace unos años se derribó. Daba acceso al barrio de la Judería.

 

 

TORRE DE LOS HUEVOS O DE LOS ESCOLAPIOS: Recibe este nombre por estar junto al colegio de esta corporación. Es enteramente de sillería y en la cara externa forma un semioctógono. Subsisten las ménsulas de las tres matacanes que tenía en cada cara. Recientemente se le eliminaron las almenas de ladrillo que eran postizas.

Espléndida imagen de este sector de la cerca. En primer término, un lienzo reparado en 2005, junto a la Torre de los Huevos. Detrás, la torre rectangular de la carretera. Un poco elevada, con tres vanos, la Torre de las Cinco Esquinas. Y arriba del todo, la Torre de Cariñena.

PUERTA ALTA O DE ZARAGOZA: Se abre en un lienzo de la muralla construido todo de piedra sillar, aunque recrecido con un parapeto de ladrillo con aspilleras, seguramente de época carlista. Es un sencillo arco apuntado, con dovelas, aunque debió ser una gran torre-puerta de planta rectangular. Está rematada con un escudo de la ciudad. La puerta es del siglo XV pero el añadido superior, de ladrillo con tejado a dos vertientes, es del XVIII. Conservó su puerta original de madera hasta principios del siglo XX. Frente a la puerta había una torre, derrumbada en el siglo XIX, que servía para protegerla de un ataque directo. En 1504 una gran riada destruyó la puerta primitiva, que quedó anegada, por lo que se edificó una nueva. Los restos de la antigua fueron descubiertos en 1991. A partir de aquí, la cerca vuelve a ascender en fuerte pendiente hacia el Cerro de San Jorge, en dirección Sur.

 

TORRE RECTANGULAR DE LA CARRETERA: No tiene nombre conocido por eso la hemos denominado así. Es de planta casi cuadrada, de 7 x 6’70 m. con fábrica de sillares y está rematada por un matacán corrido o corsera.

 

 

Torre de los Huevos, Puerta Alta y Torre de la Carretera.

Frente oriental actual y en una fotografía antigua. Se derribó un pequeño sector para construir la carretera general de Zaragoza. también se aprecia la situación de la Torre de Cariñena, de la que solo quedaba la mitad.

 

En este sector los lienzos están muy decorados con tracerías mudéjares todavía originales, siendo el tapial de color muy rojizo, que contrasta fuertemente con las torres de este sector, todas de blanca sillería.

TORRE DE LAS CINCO ESQUINAS: Torre pentagonal, de sillería, con vanos semicirculares, que ha perdido su remate.

 

 

La Torre de las Cinco Esquinas. Se observa el buen estado de las tracerías mudéjares

Después de esta torre, la muralla sigue ascendiendo con lienzos de argamasa gris y rojiza, reforzados por pequeños torreones del mismo material, algunos muy erosionados.

Murallas que ascienden hacia la Torre de Cariñena.

TORRE DE CARIÑENA O DEL CABALLERO DE LA ESPUELA: Es la torre mas espectacular y hermosa del todo el recinto, favorecida por su emplazamiento en una cumbre muy destacada. Es completamente de sillería, con planta casi cuadrada, de 12’30 x 11’60 m, con puerta y ventanas semicirculares. Conserva su espectacular remate de matacanes unidos por arquitos semicirculares. El parapeto es recto, sin almenas. Interiormente se distribuye en dos cámaras superpuestas, abovedadas en medio cañón. En 1809 los cañones franceses la partieron en dos, de arriba abajo, habiendo sido reintegrada recientemente en su primitivo esplendor, tan perfectamente, que es prácticamente imposible distinguir la parte añadida.

De aquí la muralla asciende hacia una pequeña colina en cuya cima aparece un torreón cilíndrico, extremo Sur del recinto. En esta zona la cerca cambia de dirección dos veces de modo arbitrario, aunque aprovechando las crestas naturales de modo muy ingenioso, para llegar a los pobres restos del castillo de San Jorge.

El sector comprendido entre el torreón cilíndrico y el castillo de San Jorge ha desaparecido.

Desde el Castillo de San Jorge la muralla desciende bruscamente hacia el Oeste. Este sector está bastante alterado y erosionado. Es de tapial grisáceo con pequeños cubos de ladrillo y tapial de los que quedan algunos.

 

 

 

La cerca desciende  con mucha pendiente hacia la Puerta Baja.

La muralla alcanza otra torre, entrando en el caserío, rectangular y bastante alta, cuya mitad inferior es de piedra y la superior de ladrillo rojo, con una compleja cornisa de tipo mudéjar, fruto de alguna restauración de tiempos pasados.

PUERTA DE VALENCIA: Es de pequeño tamaño, con un arco ligeramente apuntado enmarcado en dovelas. Está defendida por un torreón pentagonal. Esta puerta era el acceso a la ciudad para los caminos de levante, dejándose la Puerta Baja para las ocasiones especiales. Intramuros, está reforzado por estructura de ladrillo con un arco rebajado apoyado sobre pilares de sillar, y una gran viga de madera que refuerza el conjunto. Todo este conjunto es del siglo XV y la reciente restauración ha devuelto a este rincón su primitivo aspecto.

Y desde aquí, oculta por algunas casas, la cerca llega hasta la Puerta Baja cerrando el perímetro.

Pedro IV el Ceremonioso dio instrucciones a sus alarifes moriscos para unir los tres castillos antiguos en un circuito cerrado mediante una larguísima muralla de argamasa mezclada con piedras menudas y ladrillo en algunos sectores. Esta muralla, en todo su perímetro, está reforzada por numerosos y pequeños torreones, de planta rectangular, de ladrillo y tapial, cuya misión era dar estabilidad a los lienzos, más que defender. Estas obras se realizaron con prisas ante las hostilidades con Pedro I el Cruel, de Castilla. Pasada la Guerra de los Dos Pedros, las obras se realizaron con mayor cuidado. Los reparos y construcciones fueron constantes, imponiéndose tributos a la ciudad y a las aldeas para sufragarlos. A principios del siglo XV se realizaron obras importantes. Para ello se contrataron buenos canteros y se trajo piedra caliza del cercano lugar de Nombrevilla. Así surgieron las importantes torres de cuidada sillería y tonalidad blanquecina, en contraste con la rojiza de las murallas. Se pueden observar en la actualidad en las partes inmediatas al caserío, en las puertas y sus inmediaciones y la Torre de Cariñena. Todas en estilo gótico. La última fase importante de obras corresponde a las Guerras Carlistas. El material es distinto, ladrillo y aspilleras para los fusiles. Se aprecia en la coronación de la muralla junto a la Puerta Alta y en el Castillo Mayor, cuyo recinto exterior fue recrecido y ampliado hacia el Norte con un largo rebellín.

Aunque algunos autores indican que tuvo origen romano, todo parece indicar que fue fundada por los árabes, pues en ella se establecieron los tuchibíes, originarios del Yemen. En el año 862, el emir cordobés Muhammad I, para contrarrestar el excesivo poderío de los Banu Qasi en la cuenca del Ebro, autorizó a Abderramán ibn Abd-al-Aziz el Tuchibí, a poner guarnición en los castillos de Calatayud y Daroca. Él mismo se instaló en Calatayud, y su hijo Abd-al-Aziz, en Daroca. A éste le sucedió su hijo Yunus (886-888) el cual, tras larga fidelidad a Córdoba, secundó la rebelión de los tuchibíes de Zaragoza y Calatayud contra el califa Abderramán III, siendo ejecutado en 937 tras la rendición de Calatayud. En 940, otro tuchibí, Hakam ibn Mundir, recibió el gobierno de Daroca y poco después el de Calatayud. Muerto en 950, gobernaron sucesivamente sus hijos al-Asi, hasta 972, y en 975, Abd-al-Aziz, quién fortificó la zona por orden del califa Alhakam II, con el fín de prevenir la amenaza de la posible ofensiva del conde de Castilla por tierras sorianas. En 1005 Hassim gobierna Daroca, también tuchibí. Tras desmembrarse el califato, los tuchibíes fueron destronados por los Banu-Hud. Daroca contempló el paso de las mesnadas del Cid, pero su reconquista fue obra de Alfonso I el Batallador en 1122, que se adueñó del reino musulmán de Zaragoza. Durante medio siglo, Daroca fue la principal plaza avanzada hacia el Sur del reino de Aragón contra los musulmanes. Pero, alejados los moros, Daroca continuó como fortaleza fronteriza durante tres siglos frente al reino de Castilla, de cuya frontera distaba tan solo 25 kilómetros. En 1142, el príncipe gobernador, Ramón Berenguer IV, concedió a Daroca su célebre Fuero, por el cual se instituía en cabeza de una extensa comunidad de 117 aldeas, que se regían de modo democrático y se cuidaban de defender sus numerosos castillos. Los reyes de Aragón siempre situaron en Daroca un tenente para cuidar sus defensas. Estos fueron:

-Fortún Garcés Cajal (1122-1134)

-Sancho Iñiguez (1146-1159)

-García Fortuñones (1147)

-Pedro de Arazuri (1169-1176)

-Bernaldo de Santa Cruz (1175)

-Pedro Ruiz de Azagra, primer soberano independiente de Albarracín (1177-1178)

-Miguel de Santa Cruz (1178-1182)

-Conde Arnaldo Mir de Pallars (1183)

-Sancho de Orta (1184)

-García Pérez (1185)

-Ximeno de Urrea (1185)

-Fernán Ruiz de Azagra, segundo soberano de Albarracín (1187-1196)

A partir del siglo XIII, los reyes de Aragón centralizaron las defensas de sus fortalezas. En Daroca nombraban alcaides para el Castillo Mayor y el de San Jorge. Mientras que la Torre del Andador o Castillo de San Cristóbal estaba encomendado al juez de la ciudad, quién percibía 1.000 sueldos por defenderlo. En 1255 era alcaide Alvar Pérez de Azagra, cuarto soberano de Albarracín, y en 1284, García Garcés de Arazuri. Los nobles de la Unión, en 1287, exigieron a Alfonso III tener en rehenes dieciséis fortalezas, entre ellas Daroca. En 1288 era alcaide, Juan Bernaldo, nombrado por los unionistas. En 1291 fue entregado en rehenes a la infanta castellana Isabel, prometida de Jaime II, siendo devuelto al no celebrarse la boda. En 1296 su alcaide era Lope Ferrench de Luna. En 1303, Jaime II decidió que el alcaide del Castillo Mayor se eligiera entre cuatro hombres buenos que la villa debía proponerle. En 1315, era alcaide, Sancho García de Sec, en 1322, Sancho García de Foces y en 1324, Sancho Pérez de Azlor. Daroca conoció días agitados durante el largo reinado de Pedro IV el Ceremonioso. En 1337 era alcaide Pedro Novés de Vera y en 1348 lo fueron, Pedro Zapata, Lope de Sessé y Pedro López Garlón. El unionista Lope de Luna se fortificó en Daroca, pero Pedro IV logró el apoyo de la Comunidad de Aldeas y envió contra los unionistas a su fiel Pedro Ruiz de Azagra, señor de Villafeliz, hoy Villafeliche. Durante la gran invasión castellana, Daroca y su comunidad se portaron leal y valientemente, pues fue la única plaza importante que no pudo tomar Pedro el Cruel, a pesar de su asedio en 1363. En 1366, Pedro el Ceremonioso la recompensó con el título de Ciudad y con el honorífico “Porta Ferrea Aragoniae”. En 1366 era alcaide Pedro Martínez de la Torre, en 1370, Domingo Martínez del Villar, en 1387, Guillermo de Copons, y en 1398, Luis de Rajadell. Vivió importantes hechos de armas durante las Guerras de Sucesión, de la Independencia y Carlistas. En 1836, Cabrera sorprendió la plaza, de donde fue expulsado por el general isabelino Oraá al año siguiente. En la segunda guerra carlista, el comandante carlista Pascual Gamundi también se apoderó de Daroca, apresando al coronel Sancho y a la guarnición.