Murallas Abaluartadas de Olivenza

Rodean casi completamente a la ciudad de Olivenza, pues solo han sido desbordadas por el Sur. Al llegar el viajante a Olivenza, desde cualquier camino, son una de las primeras cosas con que se encuentra.

Su estado es bastante bueno. Tan solo en lugares puntuales han sido derribadas, lugares que el ayuntamiento tenía previsto reconstruir, como ya ha hecho en algunos puntos. Recordemos que nosotros realizamos la visita en el año 2010.

La muralla abaluartada es el cuarto cinturón de Olivenza; del primero y tercero no se conserva absolutamente nada. Esta muralla cuenta con nueve baluartes y poseía tres puertas, de la que sólo se conserva la más monumental, la del Calvario, orientada hacia Portugal. Su defensa fue siempre muy comprometida ya que, para no sacrificar algunos barrios, su trazado era irregular y sus nueve baluartes eran excesivos en número, lo que suponía el empeño de «tiempo, gasto y mucha gente para guarnición» (Marinho de Azevedo, 1644).

Baluarte de la Cuerna: Debe el nombre a encontrarse en su foso, cerca del flanco derecho, una de las dos fuentes más importantes de Olivenza, la de la Cuerna. No ha perdido su planta inicial, aunque tiene bastante transformado su terraplén, ocupado por construcciones para uso ganadero y corrales de las casas construidas en su gola, cuya fachada da al Paseo de Tolosa y parte de la calle Núñez de Balboa. Su flanco izquierdo es el original, faltándole la escarpa junto al ángulo flanqueado de su cara. Tampoco se conserva nada del flanco derecho ni las cortinas que lo unían a los baluartes vecinos de Santa Quiteria, a su derecha, y San Juan de Dios, a su izquierda. De sus garitas sólo conserva la de la espalda izquierda, algo deteriorada.

 

 

Es de destacar, por ser la única obra exterior que permanece, el revellín que defendía la cortina de unión entre este baluarte y el de Santa Quiteria. Del mismo ha desaparecido casi toda su escarpa, salvo en su cara izquierda y en su gola.

Baluarte de Santa Quiteria: Debe su nombre a la antigua ermita de Santa Quiteria, que se encuentra en la gola del baluarte, hoy dedicada a Nuestra Señora de la Concepción. Es importante hacer notar que la cabecera de dicha ermita se construyó aprovechando una torre de la anterior muralla, la de don  Manuel I, la cual asoma sobre el terraplén de este baluarte. Está bastante deteriorado (año 2010). Falta la escarpa de su cara y flanco derecho, como se puede observar desde la calle de Santa Engracia. Se recuperaron, en la última obra que se le realizó, parte de su espalda derecha y el ángulo del frente, reconstruyendo garitas y reforzando los ángulos de la escarpa con sillares. También se ha recuperado la escarpa en su frente izquierdo, aunque no se completó hasta el ángulo de su espalda izquierda. El flanco izquierdo mantiene su aspecto original y presenta tres cañoneras cegadas.

 

 

 

Espalda izquierda, con la escarpa sin terminar

Flanco izquierdo, todavía sin restaurar, con las tres cañoneras cegadas.

 

 

 

Flanco derecho, bastante deteriorado.

 

 

Ángulo del flanco y espalda derechos, reconstruido.

 

 

 

Ángulo del frente, también reconstruido. Se aprecia la falta de la escarpa derecha.

Baluarte del Príncipe: Se conserva, con restauraciones, su frente y dos garitas: la del ángulo flanqueado de su frente y la de la espalda izquierda, recuperadas. Falta la escarpa en sus flancos, como se puede ver desde la calle de Santa Engracia, el izquierdo, y desde la Avda. de Badajoz, el derecho. La última reforma que se ha operado en él ha sido la construcción, vaciando parte de su terraplén, de un Auditorio Municipal y una estación de autobuses frente a su gola. También faltan los lienzos de unión a los baluartes vecinos, aunque se conserva el terraplén y un poco de revestimiento de la escarpa en el que lo une con el baluarte de San Blas, como puede verse desde la explanada del ferial.

Espalda izquierda.

Ángulo del flanco y espalda izquierdos.

Garita del ángulo del frente.

 

 

 

Ángulo del frente.

 

 

 

Espalda derecha.

 

 

Lienzo que une el Baluarte del Príncipe con el Baluarte de San Blas, todavía en obras de reconstrucción (año 2010).

Baluarte de San Blas: Dicho baluarte recibe su nombre por el barrio que defiende, denominado en un documento de 1635, como barrio de São Brás. Se construyó en principio de tierra y fajina, como todos los demás. El motivo fue por resultar más cara su fábrica de piedra y cal y por ser tan grande el perímetro total de la muralla, como lo atestigua el Conde da Ericeira en un documento de la época. Se presenta actualmente revestido de cal y piedra, restaurado en su totalidad.

 

 

 

Ángulo del frente.

Flanco izquierdo.

Flanco derecho.

Baluarte de San Francisco: Debe su nombre, como ocurre con el baluarte de San Juan de Dios, al hecho de haber tenido que cobijar en su interior al preexistente convento de San Francisco. Apenas se puede ver su frente derecho y su ángulo flanqueado, donde se conserva su garita original, pentagonal, asomándose a la Avda. Quinta de San Juan. También se conserva otra garita en su espalda derecha, de base pentagonal. El frente izquierdo ha desaparecido, ocupado por una fábrica de aceite

 

 

 

Por encima de las casas, a duras penas se puede ver su espalda derecha.

Garita del frente.

Garita del ángulo del flanco derecho.

 

 

La cortina que lo unía con la desaparecida Puerta de San Francisco está bastante alterada, especialmente en su parapeto, por edificaciones y almacenes. Aquí se muestra dicha cortina, en el interior de un almacén de materiales para la construcción.

Baluarte de la Cortadura: Se le denomina también en algún documento como Baluarte número cuatro. Los baluartes cortados presentan en su interior cortaduras como sistema defensivo para detener el avance del enemigo en caso de que el baluarte se llegara a tomar. Lo más notable en el estado actual de este baluarte es la transformación de su terraplén, vaciado, para la construcción de la plaza de toros, entre 1857 y 1868. Conserva sus dos caras, espaldas y flanco derecho. Sin embargo, los mismos no pueden apreciarse desde el exterior debido a la urbanización de los fosos que, en la cara izquierda incluso se apoyan en la escarpa. El flanco izquierdo, perdido, es ocupado ahora por la calle Manolo Mira. La escarpa de su cara, espalda y flanco derecho está exenta, aunque queda también oculta por edificaciones escolares y de viviendas.

 

 

 

Espalda derecha.

 

 

 

Ángulo del flanco y espalda derechos, con vestigios de una garita.

 

 

Escarpa izquierda, en la c/Manolo Mira, sobre la que se apoya la obra de la plaza de toros.

Baluarte de San Pedro: Es el baluarte peor conservado de toda la muralla. Sólo conserva su cara, espalda y flanco derecho. La parte izquierda está ocupada en la actualidad por la calle de San Pedro, el Parque de Pintasilgos y la trama urbana. Asimismo, gran parte de su terraplén está ocupado por viviendas y una fábrica. La escarpa de la cara que se conserva mantiene su revestimiento de piedra y cal como en el resto de la fortificación.

Baluarte de la Cava o de la Reina Gobernadora: Recibe su nombre de la reina Doña María I. Es el que se conserva mejor. La escarpa de caras y flancos, con sus garitas y terraplén no han sufrido ruina ni han sido modificados. Sin embargo se observa que el ángulo del frente se reconstruyó, sin recuperar su garita, ni el refuerzo de la base del parapeto, que aparece en el resto de la muralla. 

 

 

 

Ángulo del frente.

 

 

 

Flanco y espalda derechos.

Espalda derecha.

Espalda izquierda.

En la cortina que une este baluarte al de San Juan de Dios se encuentra la Puerta del Calvario; la única de las tres puertas que se conserva en la actualidad. Su ubicación, contraria a las leyes de la poliorcética, no es en el centro de la cortina, sino más cerca del flanco del baluarte de San Juan de Dios. Este detalle no tendría importancia al estar esta puerta y su cortina defendida por un hornabeque, hoy desaparecido.

 

 

 

Maqueta de las fortificaciones de Olivenza situada en el Museo Municipal.

Puerta del Calvario: admirable obra que sorprende por su fábrica de sillares de mármol almohadillado y abujardado. La puerta se abre con un arco de medio punto adovelado, separado por dos piedras de imposta que se adentran en la luz de la puerta. Una pequeña línea de cornisa da paso a la parte superior en frontón triangular partido por las aberturas del mecanismo del puente levadizo. En el centro del frontón, aparece en mármol sin abujardar la corona real sobre el escudo de Portugal. En la parte inferior se reproduce un calvario, para recordar que la construcción de esta muralla y la puerta obligaron a suprimir el calvario que aquí se encontraba anteriormente. Bajo el calvario, una inscripción latina recuerda que: «Del mantenimiento de la Fe y la religión surge el aumento del Imperio». En el interior del túnel, a media altura y a ambos lados, se abren ventanas abocinadas en mármol, correspondientes al cuerpo de guardia. Cerca de la puerta, intramuros, se conserva aún un polvorín.

Interior de la puerta.

Ventanas abocinadas del cuerpo de guardia.

Baluarte de San Juan de Dios: Se le denomina así por encontrarse en su interior el convento de San Juan de Dios. Dicho baluarte presenta un detalle que lo distingue de los demás. Sobre su terraplén se construyó un caballero que se conserva bastante bien. De todas formas, la característica más destacable es el convento que alberga en el interior de su terraplén, entre la gola y el eje de las espaldas. Este convento de la Concepción, de monjas Clarisas, quedó unido en las construcciones abaluartadas, perdiendo sus tierras y reconvirtiéndose en convento hospital de la orden de San Juan de Dios. La escarpa, de piedra y cal, se conserva en buen estado tanto en su frente como en los flancos. Los tres ángulos flanqueados, el de la cara y los dos de las espaldas, conservan sendas garitas bien conservadas, parcialmente restauradas.

 

 

 

Espalda derecha.

 

 

 

Ángulo del flanco y espalda derechos.

 

 

 

Espalda izquierda. Por encima de la escarpa asoma el caballero.

 

 

 

Ángulo del frente. El edificio que sobresale por encima es el convento.

Durante la Guerra de Restauración Portuguesa, la posición de Olivenza, por entonces portuguesa, readquirió importancia estratégica. De este modo, a partir del reinado de Juan IV de Portugal tuvo lugar una nueva etapa constructiva, transformando la ciudad en una auténtica plaza fuerte. Matías de Alburquerque diseñó su trazado, participando también en su construcción el jesuita Cosmander y Nicolau de Sangres. Para ese fin se demolió la antigua cerca manuelina, reaprovechando su piedra para erigir una cuarta muralla, con planta en forma de polígono estrellado, amparada por nueve baluartes. El trazado y dirección de las obras estuvieron a cargo del arquitecto jesuita holandés Cosmander. Gilot, ingeniero francés alumno de Descartes, y con la recomendación de éste, trabajó también en la fortificación de Olivenza. Ambos ingenieros murieron en esta plaza por causas diferentes, pero relacionadas con los asedios. Cosmander, bien capturado por las fuerzas españolas, bien habiéndose cambiado de bando, falleció tiroteado en un ataque portugués a esa misma plaza, cuando la defendía al frente de un efectivo de 1.000 hombres.

Todavía en obras, fue conquistada en 1657, tras cuatro tentativas frustradas, por tropas españolas bajo el mando del duque de San Germán, siendo devuelta a Portugal con la firma del tratado de Lisboa de 1668. Con la paz, fueron retomados los trabajos de fortificación, así como fue reconstruido el puente de Ayuda. Durante la primera mitad del siglo XVIII, los trabajos del recinto abaluartado aumentaron, con la adición de estructuras significativas como las de los Cuarteles de Caballería y de Infantería, el Cuartel Central (Padaria do Rei), el polvorín de Santa Bárbara, el hospital militar de San Juan de Dios, las puertas del Calvario, los revellines y demás obras exteriores del recinto.

En la segunda mitad del siglo XVIII, Portugal reorientó su política militar frente a España. De una estrategia ofensiva se pasará a otra defensiva. Este cambio de orientación tendrá importantes consecuencias para la villa fronteriza portuguesa de Olivenza. Todos los informes de los estrategas extranjeros que la visitan en esos años a petición del rey portugués aconsejan su abandono por dos motivos principales: La numerosa artillería, equipamientos y hombres necesarios para mantener una plaza con nueve baluartes (comparándolo, Badajoz tenía ocho), y la destrucción, durante la Guerra de Sucesión Española en 1709, del Puente de Ayuda, único punto por el que se podía abastecer la ciudad o llevar a cabo la retirada.

Tal vez debido a esas recomendaciones, al comienzo de la llamada Guerra Peninsular, la plaza fue entregada, sin resistencia, por Julio César Augusto Chermont, su Gobernador el 20 de mayo de 1801, a la vista de las tropas españolas que, en aquel mes, bajo mando de Manuel Godoy, invadieron y ocuparon el Alentejo, durante la Guerra de las Naranjas. De este modo, Olivenza pasó a manos españolas, aunque sería reclamada por Portugal en el Congreso de Viena de 1815. Olivenza fue por completo abandonada a su suerte. El Gobernador de entonces, Julio César Augusto Chermont, prohibió que se disparara un solo cartucho contra las tropas de Manuel Godoy. Olivenza no valía ya la vida de un solo soldado portugués. Después de cinco siglos ocupando una posición insostenible, cayó deshonrosamente como fruta madura ante la sola presencia del ejército español.

El 23 de enero de 1811, el general Soult tomó Olivenza, después de doce días de asedio. A pesar de ser una importante plaza fuerte, Olivenza no contaba con la guarnición adecuada para su defensa. En marzo del mismo año, Wellington encomendó a Beresford la toma de Badajoz, fuertemente reforzado por tropas portuguesas. Tras diversos enfrentamientos cruzó el Guadiana y destinó al general Cole para tomar Olivenza. El sitio duró tres días, tras los cuales la guarnición francesa formada por 400 efectivos y 17 piezas de artillería hubo de rendirse. Los portugueses izaron de inmediato la bandera lusa, pero Beresford ordenó su inmediata devolución a España.

En el siglo XVII los cañonazos contra las murallas abrían brechas de día que los soldados reconstruían de noche. Otras jamás se volvieron a cerrar. Y muchas de las que aguantaron acosos bélicos de todo tipo, se fueron desmoronando a la intemperie debido a que los materiales empleados entonces, barro y piedra, otorgaban una resistencia no demasiado sólida. En otros casos, como en Badajoz, el crecimiento urbano se las llevaron por delante pensando que la fortificación enconsertaba el crecimiento de la ciudad. Polémicas o no, las murallas son el rasgo distintivo de Olivenza, testigo durante siglos de su historia. Y en Olivenza, en una labor encomiable, han decidido conservar todos los sectores posibles de su muralla abaluartada, un trabajo lento que tardará algunos años en finalizarse pero a buen seguro que valdrá la pena.

En las obras que ya se habían llevado a cabo en 2010, se había reconstruido de nueva planta el lienzo que va del Baluarte del Príncipe al Baluarte de San Blas: 140 metros de largo por 8,25 metros de alto. Todo con cuarcita extraída de fincas cercanas, la misma que se usó en el siglo XVII. En total se transportaron 3.400 m3 de piedra hasta los pies de la muralla, con unos 230 camiones. Según el proyecto municipal de Juan Carlos Sánchez Gracia, coordinado por el ingeniero técnico Natalio Sández.