
Vista general de todo el conjunto desde el Sureste.
Se alza a unos tres kilómetros al Norte de Aiguamurcia, en el caserío de su nombre. Existen abundantes rótulos indicadores, pero sus edificios monumentales son visibles desde la lejanía. Hay aparcamientos para vehículos y su visita está organizada turísticamente.
Magnífico estado. Luce en todo su esplendor.

En esta imagen se muestran los edificios que todavía conservan las almenas, en general, los más altos.

Impresionante aspecto del frente occidental, fuertemente almenado, con las entradas a la iglesia y al claustro.

El monasterio está construído según la más ortodoxa estructura de los edificios del Cister y se extiende como un rectángulo alargado orientado al Este-Oeste, en el que se sitúan todas las dependencias monacales. El complejo presenta la organización típica de un monasterio de la orden cisterciense: la iglesia, el claustro y sus dependencias, situados de acuerdo con un sistema estricto, perfectamente resuelto, alrededor del claustro principal. Aunque el cenobio comenzó bajo las corrientes del románico, en 1160, tras la bula concedida por el papa Alejandro III, después se introdujo el gótico adoptando elementos de éste, como el espléndido claustro gótico o mayor. En el complejo destaca la iglesia situada en la parte izquierda de la Plaza de San Bernardo (plaza abierta fuera de la clausura, con una antigua fuente, a la que se abren la fachada de la iglesia y la puerta de entrada al claustro). A la derecha de la iglesia, el claustro con su templete y fuente y el resto de las principales dependencias en torno al claustro distribuidos en dos pisos: sala capitular, locutorio, biblioteca, cocina, refectorio, dormitorio y demás, y en la parte situada más al Este, el segundo claustro, la capilla de la Santísima Trinidad, el Palacio Real, torres, el cementerio, la enfermería y las antiguas habitaciones de monjes jubilados y otras dependencias del monasterio. El monasterio de las Santas Cruces o de Santes Creus, siguiendo las directrices de la Orden del Cister, es un monasterio austero, con estructuras exentas de decoración y en el que se abren los espacios haciéndolos amplísimos.
Lo que nos interesa a nosotros especialmente, es la fortificación que llevó a cabo Pedro IV el Ceremonioso en 1375 ante la amenaza que suponía la guerra con Castilla, la conocida como Guerra de los Dos Pedros, cuando Pedro I el Cruel invadió territorios del reino de Aragón. Para ello, aprovechando materiales del propio monasterio, se construyeron unas amplias almenas aspilleradas que solo se han conservado en la iglesia y en parte del claustro. Debió poseer más elementos defensivos como lo demuestra la torre que se ha conservado en su extremo Sureste con vestigios de almenas.


Almenas en mal estado en el ábside rectangular de la iglesia.
Las que hay en el brazo Norte del crucero tampoco están demasiado bien.


Almenas del muro occidental del claustro mayor.

Torre del extremo Sureste, con vestigios de almenas.



Detalle de las almenas aspilleradas. Están adornadas con curiosos modillones representando figuras diversas.
El Monasterio de Santas Cruces forma parte, junto con los de Poblet y Vallbona de las Monjas, del conjunto de monasterios cistercienses que se establecieron en Cataluña en la segunda mitad del siglo XII, como instrumento de reorganización y repoblación de las nuevas tierras conquistadas por la Corona de Aragón a los musulmanes. Los monasterios cistercienses se situaban en terrenos despoblados y vírgenes, aunque siempre junto a cauces de agua, que los monjes convertían en tierras fértiles y productivas, desarrollando innovaciones agrícolas que incluso acabaron por hacer de los cistercienses los más grandes ingenieros agrónomos de la época. La fundación se remonta al año 1150, en unas tierras de Valldaura (Cataluña), pero pronto los monjes buscaron un lugar más apartado y se trasladaron a Santes Creus. En el año 1158, los monjes consiguieron la donación del paraje, en la orilla izquierda del rio Gayá, por parte de los señores de Montagut y de Albà, pero no es hasta el 1160 cuando se establecieron definitivamente en el lugar. Escogieron este lugar porque existían abundantes cruces colocadas por pastores ante la aparición de unas luces misteriosas que tomaron por sobrenaturales.

En el lugar de creación del monasterio ya existía una ermita dedicada a la Santísima Trinidad y en torno a ella comenzaron las construcciones cistercienses, entre ellas unas dependencias para la reina Petronila (hija del rey aragonés Ramiro II, el monje), esposa del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. En 1174 se pudieron comenzar las obras de construcción del conjunto monástico: primero, la iglesia y la sala capitular; luego, el primitivo claustro románico, hoy desaparecido. Más tarde, la sala de los monjes, el refectorio y el dormitorio. Hacia 1225 quedaban concluidas las principales dependencias. Dos grandes abades dieron impulso definitivo al monasterio en el siglo XIII, San Bernardo Calvó, consejero de Jaime I, que acompañó al rey en las conquistas de Mallorca y Valencia, y el abad Gener, gran amigo del rey Pedro III el Grande. Otro gran abad fue Bonanat de Vilaseca que coincidió con el reinado de Jaime II el Justo, con el que el monasterio alcanzó su mayor esplendor cultural y expansión territorial. El momento álgido del cenobio fue entre los siglos XIII y XIV, por su estrecha relación con la nobleza y el linaje real. Los reyes Pedro III de Aragón y Jaime II el Justo y su esposa Blanca de Anjou fueron mecenas del monasterio y escogieron ser enterrados aquí, en dos mausoleos góticos junto al altar mayor, construídos en 1313. Parte de la nobleza aragonesa y catalana siguió esta costumbre medieval y escogió este lugar para su descanso eterno, consiguiendo el cenobio el tiempo de máximo esplendor y grandeza gracias a los numerosos donativos recibidos, hasta la decisión de Pedro el Ceremonioso en 1340 de instalar el panteón de la monarquía en el monasterio de Poblet. En 1313 el abad Pedro Alegre inició las obras del nuevo claustro principal gótico, en sustitución del antiguo claustro cisterciense y posteriormente en 1314, las del cimborrio. En 1640 se inició la construcción del nuevo palacio abacial sobre el antiguo Hospital de los Pobres, fuera del recinto de clausura, y se comenzó a definir un nuevo recinto monástico centrado en la plaza de San Bernardo.

Durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas entraron y la comunidad huyó temporalmente, pero no parece que ni los edificios ni el mobiliario sufrieran especialmente los efectos de su paso. La primera supresión del convento se produjo en 1820, cuando sus bienes fueron divididos en lotes y comenzaron a subastarse. No obstante, la comunidad se reintegró en 1823. Durante los motines anticlericales del 25 de julio de 1835, las capas más populares se rebelaron contra el estamento eclesiástico, el miedo de la comunidad, en ese momento integrada por unos treinta y cinco monjes, provocó un nuevo abandono de Santes Creus, y aunque éste fue voluntario, con la Desamortización de Mendizábal, fue definitivamente disuelta la comunidad y sus estancias fueron expoliadas. Su biblioteca se trasladó a Tarragona, pero sus edificios fueron abandonados amenazando ruina y sus bienes fueron subastados. Todo fue expoliado al completo. Afortunadamente, la ocupación del recinto exterior como viviendas particulares del pueblo en 1843, la conversión de la iglesia en su parroquia por parte del antiguo monje Miguel Mestre, y del palacio abacial en su ayuntamiento, facilitaron que el monasterio no se degradara hasta su ruina. La Comisión Provincial de Monumentos en 1856 encargó a Buenaventura Hernández Sanahuja trabajos de consolidación y restauración que permitieron detener la degradación del conjunto, sobre todo de la iglesia. Aun así, nadie pudo evitar que en 1870 el monasterio se convirtiera en presidio y que en 1874 se demoliera la parte más antigua, justificando su ruina para utilizar el material contra los posibles ataques carlista. Fue declarado Monumento Nacional por real orden de 13 de julio de 1921. Las obras de restauración no empezaron hasta la década de 1930. Actualmente el monasterio ha sido debidamente restaurado y no alberga comunidad monástica alguna. En 1981 la propiedad fue transferida a la Generalitat de Cataluña, que en la actualidad sigue con las labores de conservación y restauración de un monumento convertido en uno de los más emblemáticos de Tarragona y de España.
