Baluarte Sur, visto desde la otra parte del foso. Se aprecia su mal estado, con la vegetación cubriéndolo y la grave pérdida de materiales.
Situado en plena sierra de su nombre, en un rellano al Sur del pico más alto. Este punto es una buena atalaya desde la que podía observarse la llegada de piratas desde el mar, pero que tenía pocas utilidades prácticas. El lugar de la fortaleza fue escogido por Juan Bautista Antonelli según informó al rey Felipe II en 1561. Defendió la construcción de la fortaleza allí, porque durante el levantamiento morisco de 1526, los moros se refugiaron en lo alto de la sierra y luego escaparon en 15 galeotas norteafricanas hacia África. Antonelli escogió un pequeño llano en la parte culminante de la sierra donde ya aparecían restos de edificaciones antiguas. Su acceso actual solo puede realizarse tras larga caminata desde varios puntos, pues toda la sierra está habilitada y señalizada para el senderismo.
Su estado es muy malo. Abandonado por completo a su suerte y lleno de basuras, con los carteles indicadores destrozados y, prácticamente cubierto por la vegetación.
Diversas construcciones existentes en la gola del baluarte Sur.
Fue una de las obras de mayor envergadura emprendida en la costa del Reino en el siglo XVI y, paradójicamente, la que menos frutos aportó a la defensa de éste. Su posición estratégica le permitía ejercer un control efectivo sobre las tierras de alrededor, pobladas por moriscos, y sobre la costa, cuya cercanía permitía a la guarnición abastecerse por vía marítima si era necesario y acudir a los numerosos rebatos que se producían en la zona como consecuencia de la continua presión del corso berberisco.
La obra tenía planta cuadrangular con cuatro baluartes romboidales en las esquinas, los cuales sobresalían enormemente del cuerpo principal para permitir una defensa eficaz de los flancos. Tanto dichos baluartes como el resto de los muros exteriores mostraban un pronunciado talud desde la base hasta el parapeto superior. En el ángulo formado por la unión de los baluartes y los lienzos de muralla se abrían varias cañoneras superpuestas en dos niveles, mientras que el ángulo avanzado de cada uno de los cuatro baluartes contaba con una garita con aspilleras. En el centro de la fortaleza se abría el patio de armas, en torno al cual se ordenaban las distintas dependencias. Contiguo a la puerta de entrada, situada al Sur, se encontraba el cuerpo de guardia y en uno de los lados del patio la capilla. Delante de ésta se hallaba la casa del veedor general y las viviendas del alcalde, el alférez, el capellán y el artillero, además de otros servicios como la enfermería. Otro de los lados estaba ocupado por las viviendas de los soldados casados y por el horno. Otras dependencias eran la carnicería, el polvorín y los almacenes para el vino y la harina. El edificio se hallaba rodeado por un foso que por ceñirse a la planta de éste presentaba forma estrellada y solo podía ser salvado por medio de un puente levadizo instalado frente a la puerta, en el flanco Sur. El fuerte contaba con una guarnición de 55 soldados con su capitán. Para los presos tenían un cepo.
Bóvedas todavía conservadas pertenecientes a algunas salas de la parte Sur.
Baluarte Sur y foso Sureste.
El 15 de abril de 1562 el rey Felipe II ordenó el comienzo de las obras, aconsejado por expertos militares de la talla del duque de Alba, Sancho Dávila y Hernán Palacio.
La construcción se realizó con gran rapidez y en el más absoluto secreto. Los materiales para construir la fortaleza fueron desembarcados en 1562 en Moraira. Quién mandaba la nave con los materiales ignoraba a qué estaba destinada la carga, y llevaba una carta cerrada y sellada con orden de no abrirla hasta llegar a Moraira y en la cual se daban las instrucciones pertinentes. Deseaba el rey que nadie se enterase del propósito, y la misma fuerza que transportaba la embarcación, cumpliendo las órdenes de la carta, se trasladó a la sierra de Bernia y comenzó la construcción del fuerte en el punto previsto.
Construcciones del baluarte Sur, vistas desde las ruinas de la entrada.
La fortaleza contaba para su abastecimiento con cuatro fuentes cercanas.
La buena comunicación con la costa venía proporcionada por la existencia de cuatro caminos de herradura que conducían hasta Calpe, Denia, Algar y Altea. Senderos que, aunque difíciles y empinados podían ser fácilmente acondicionados para el paso de tropas y artillería. La contrapartida era que también podían ser utilizados por el enemigo.
Baluarte Oeste.
A pesar de la magnitud de la obra, la calidad de los materiales no siempre fue la más adecuada. La mala calidad del mortero empleado y de la madera utilizada para las vigas obligó en varias ocasiones a efectuar reparaciones. Todo ello propició que desde muy pronto el castillo tuviera grandes detractores y partidarios convencidos de su demolición
El primero fue don Vespasiano Gonzaga Colonna, capitán general del Reino de Valencia, quién visitó el lugar en 1575. Bien sea por sus extraordinarios conocimientos en fortificaciones o por enemistad manifiesta con Juan Bautista Antonelli, envió a Felipe II una detallada relación de inconvenientes que encontró en el castillo.
Algunas de las construcciones que quedan en el baluarte Oeste. Por detrás se observa la montaña que le hace de padrastro.
Baluarte Norte, el peor conservado de los cuatro.
Quizá la imagen más representativa del fuerte, la de las tres bóvedas gemelas de la parte Noreste del patio.
Si defectuosa había sido su construcción, todavía era peor en lo referente a la misión que desempeñaba. No solo era incapaz de garantizar el control de los moriscos, sino que corría el riesgo de que éstos lo tomaran y pudieran acondicionarlo de forma inexpugnable si contaban con el apoyo de los corsarios norteafricanos.
Vista aérea. Imagen extraída de la web: “sigpac.mapama.gob.es“.
A pesar de éste y otros pareceres igualmente desfavorables, la fortaleza prosiguió su actividad sin más novedades durante el resto de la década de los setenta y la totalidad de los ochenta del siglo XVI.
El 22 de marzo de 1583 al ser descubiertas desde las torres cercanas cuatro galeotas de Morato Arráez, el capitán del castillo, don Francisco Maldonado acudió con 17 soldados a las Peñas de Albir y entabló pelea con los corsarios cuando éstos intentaban desembarcar sin esperar los refuerzos que venían desde Villajoyosa. Resultaron muertos tres moros y otros cinco fueron capturados, en tanto que el resto huía de forma precipitada.
El 13 de agosto del mismo año se repitió la acción contra dos galeotas de Arnaut Mami, logrando repeler la agresión y causarles un muerto y cinco prisioneros.
Aún la guarnición de Bernia repelió otro ataque el 11 de noviembre en las cercanías del puerto de Moraira.
Baluarte Este.
El 13 de febrero de 1584 fueron avistadas desde el castillo tres galeotas que se dirigían a las Peñas del Albir. Y de nuevo acudió el alcalde con la guarnición disponible, pero al llegar los guardas de costas ya habían realizado la señal de seguro. No conforme el alcalde ordenó una nueva inspección, descubriendo sus soldados a un moro que se encontraba de guardia. Obligado a hablar bajo tortura, confesó que pertenecía a una galeota que estaba oculta en una oquedad de las rocas. Los de Bernia obligaron a salir al navío mediante la contraseña confesada por el moro e inmediatamente pasaron al ataque forzando a los corsarios a varar el barco, matando a tres de ellos, capturando a cinco más y haciendo huir al resto.
Un mes después, junto con la compañía de caballos de Villajoyosa, rechazaron seis galeotas de Arnaut Mami. Meses más tarde colaboraron con las milicias de Benisa, Calpe y Teulada para expulsar al Morato Arráez del puerto de Moraira.
Foso Norte.
El 11 de agosto de 1584 frustraron un ataque corsario contra Altea.
Poco después ayudaron a los vecinos de Jávea y Denia a deshacerse de seis galeotas de Arnaut Mami en Cabo Martín.
Este es un ejemplo de los numerosos ataques de los que nos ha llegado costancia, pero seguramente fueron muchos más.
Construcciones de la parte Este del patio. Posibles aljibes y capilla.
Sin embargo, esta aportación, y la existencia misma de la fortaleza, estaba unido a un alto desembolso económico al que la Bailía del Reino no podía hacer frente. Una consulta del 7 de mayo de 1600 informaba que la fortaleza de Bernia consumía cada año entre 8.000 y 9.000 ducados, pagados por la Bailía General. Por estas y otras razones, como el reciente poblamiento del castillo de Altea que hacía innecesarias sus funciones, cada vez cogía más fuerza la idea de su desmantelamiento. A pesar de numerosas opiniones en contra, no se derribó por el gran número de moriscos que todavía habitaban en el Reino de Valencia. El 12 de febrero de 1604, el alcalde don Francisco Sanz, envió un memorial al Consejo de Aragón relatando la falta de dinero para la compra de provisiones y para la paga de los soldados. La expulsión de los moriscos en 1609 cambió radicalmente el futuro de la fortaleza, pues se le privaba de su principal razón de existencia. Por fin, el 17 de junio de 1612, el Consejo de Aragón ordenó la demolición del castillo, que se comenzó a finales de ese mismo año. Por tanto su vida fue muy corta. Comenzaron sus obras en 1562 y se abandonó en 1612. Y ya olvidado, no sería hasta 1626 cuando las Cortes del Reino suplicasen a Felipe IV la entrega de la artillería del fuerte a la plaza de Alicante.