Castillo de Valderrobres

Fachada principal del castillo, una de las más espectaculares del gótico civil en España.

En la cima de una loma, dominando el pueblo junto con la iglesia arciprestal, como es de esperar en un señorío privado, integrando uno de los más bellos conjuntos con el más puro estilo gótico  de Aragón. Su acceso es sencillo, incluso con vehículo.

Buen estado. En general ha sido restaurado con acierto casi completamente, pero de las alas Norte y Este solo se conservan las cuatro paredes. Les faltan forjados y techumbre.

En estas tres imágenes se muestra la disposición de la fortaleza con respecto al caserío de Valderrobres. Forma como se ve, estampas de gran belleza.

Su aspecto externo es más parecido a un palacio fuerte que a un castillo, pues se presenta como una masa de altura casi uniforme, sin torres elevadas y con grandes ventanales apuntados, adornados por bellas tracerías góticas. Es uno de los mejores edificios de la arquitectura gótica civil de España, obra única, sin precedentes. Está construido con sillares bien trabajados. Su planta es poligonal irregular, con todos sus lados rectos, pero desiguales, y los dos que miran al Noroeste forman un ángulo cóncavo por exigencias del terreno. Su ordenación interna es la acostumbrada en castillos-palacio, con salas alrededor de un patio descubierto. Su lado mayor es el que forma la fachada principal, de unos 35 m. ocupando todo el conjunto unos 1.300 m2, sin contar el espacio de la barrera, con la cual casi se duplica. Dicha barrera es un muro bastante alto, que separa lo que podríamos llamar la “zona” episcopal del caserío urbano y delimita encima una gran terraza ante la fachada principal, antiguo patio de armas. Parece ser que la barrera tuvo dos cubos rectangulares y algunas saeteras, pero no las encontramos. Posiblemente hayan sido eliminadas durante la última restauración. Del ángulo izquierdo arranca la cerca de la villa, y el ingreso estaba en el derecho, con una portalada muy alterada, al final de una rampa, que ahora se ha transformado en una escalera.

 

 

 

Entrada a la barrera, tras ascender amplia escalinata.

 

 

 

Flanco Suroeste de la barrera. Como se aprecia los cubos rectangulares brillan por su ausencia.

Destacan su fachada principal (situada en el lado Oeste) y su casi gemela situada en el lado Sur, imponentes donde las haya. Se remata la principal con tres pequeñas torres cuadradas almenadas, dos en los extremos y la tercera en el centro. Se comunican entre sí a través de un camino de ronda. Estas torres cumplen más funciones decorativas que defensivas. En la parte derecha de la fachada se abre la puerta de entrada, de pequeño tamaño, formada por un arco ligeramente apuntado, y sobre el dintel el escudo de la familia García Fernández de Heredia representado por siete castillos y por encima de ellos la cruz de Calatrava. En su fachada se abren diversos vanos para dar luz a las diversas estancias del castillo, pero destacando sobre todas ellas, los tres ventanales rectangulares góticos geminados que iluminan el salón principal del castillo (Salón de las Cortes), de marco rectangular, finamente moldurado, que cobija tres arquitos apuntados con tracerías. A la izquierda de estas ventanas encontramos dos ventanas más pero estas de arcos apuntados, que iluminan la lujosa cocina. Una imposta separa la primera planta de la segunda.  Arriba hay una espectacular galería con once arcos de medio punto, que continúan en ambos lados, y una imposta corrida separa ambos cuerpos.

 

 

 

Fachada principal del castillo.

 

 

 

Fachada Sur, muy similar a la anterior

Puerta de entrada y escudo del arzobispo Fernández de Heredia.

 

 

 

 

 

Uno de los ventanales góticos geminados.

Ángulo Sur del castillo, con las dos magníficas fachadas.

También los ventanales góticos se repiten en las dos fachadas colaterales, y en la occidental hay un saliente en forma de matacán cubierto que era la letrina, llamada también “necesaria” en la relación de 1532. La mitad septentrional del castillo es menos suntuosa y más militar. En el ángulo Noreste hay una desmochada torre cuadrada de 7 m. de lado que puede ser la “torre maestra”, señalada en 1532. Muy próximo hay un curioso muro-pasadizo que intercomunicaba el castillo con una tribuna de la cercana iglesia. En el muro Norte y junto a la torre se abría una puerta de arco apuntado, en posición retranqueada, que conducía al monte, pero ahora está tapiada. Es posible que estas partes sean lo más antiguo del conjunto, y tal vez anteriores al obispo Heredia.

 

 

 

Fachada Noroeste, sobria y militar, y todavía sin restaurar. Se observa la letrina hacia la mitad.

 

 

Muro-pasadizo que comunica la iglesia (a la izquierda), con el castillo (a la derecha). Se circula por su adarve superior. Este muro cierra la barrera por el Norte y cuenta con una pequeña puerta con arco apuntado.

Fachada Noreste, todavía sin rehabilitar, como se aprecia en la parte superior de los muros.

 

Buhedera y letrina.

Nada más atravesar la puerta de entrada se accede al recibidor, sala cuadrada con un gran arco de diafragma central y que daba paso a las diversas dependencias del castillo. Desde este recibidor y situado en la parte izquierda, una gran sala rectangular de 100 m2 (caballerizas), a la que se accede por una puerta de arco de medio punto, cubierta con bóveda de cañón y con tres ventanas abocinadas que permiten el paso de la luz al interior. Al fondo de la sala y tras una puerta apuntada otra estancia pero mucho más pequeña (60 m2) permitía el acceso a la habitación de los mozos de cuadra, encargados del cuidado y mantenimiento de las caballerías. Se cubre también con bóveda de cañón. El suelo es original de la época.

 

 

Sala de las Caballerizas. La puerta del fondo da paso a la sala de los mozos de cuadra.

Desde el recibidor tenemos acceso a otra sala, denominada Sala Capitular (o de las Deliberaciones) a pesar de que nunca ha cumplido dichas funciones. Posiblemente su nombre le venga de la presencia de un banco de piedra corrido rodeando el perímetro de la habitación y que recuerda las salas capitulares de los monasterios. Se sustenta por dos arcos de diafragma que soportan el peso de las vigas de madera de la techumbre. La función de esta sala es desconocida pero todo hace suponer que en realidad se trate de una sala de espera para gentes nobles e importantes. Hay que señalar que la entrada por la que hemos accedido era la entrada noble, ya que el servicio tenía una entrada por un lateral del castillo y no solía tener acceso a estas dependencias.

A la izquierda, puerta de entrada a la Sala Capitular desde el recibidor. Debajo, la Sala Capitular. Al fondo aparece la puerta que lleva a la bodega.

 

Desde esta sala se accede a otra estancia utilizada como bodega para vino principalmente. Se trata de una gran sala de unos 100 m2 y en la actualidad su techumbre se ha derrumbado quedando a cielo abierto, conservándose sólo los tres arcos de diafragma que sustentaban la techumbre y las habitaciones del piso superior.

 

 

Al fondo de esta estancia encontramos otras dos pequeñas salas una de ellas conocida como Prisión de los Capellanes, cuyo destino parece más que evidente. Se trata de una pequeña estancia de un metro de anchura por cuatro de longitud, solamente iluminada por dos pequeñas ventanas. Se cierra mediante unos barrotes de hierro. Primitivamente desde este lugar se podía acceder a la tribuna de los arzobispos de la iglesia de Santa María por el muro-pasadizo, sin tener que salir del castillo. 

Junto a la Prisión de los Capellanes encontramos la planta baja de una torre. Se accede a través de una puerta formada por un arco de medio punto y algunos la consideran como la Torre del Homenaje del castillo. La planta baja está formada por una sala cuadrada de 4 metros de lado y en su centro un pozo conocido como Pozo de la Mano Peluda. Según cuenta la tradición, desde este lugar se podía salir del castillo pasando por túneles por debajo del pueblo y salir hasta el río. Por este paso parece ser que es por donde escapó el prisionero Ximeno Capdete, y según la leyenda el nombre de Pozo de la Mano Peluda, le viene porque en este lugar se escondía un hombre acusado de haber matado a una mujer, y la esposa de éste que le llevaba la comida hizo correr el rumor que en ese lugar había un monstruo con una mano peluda, con el objetivo de que la gente no se acercasen a los pasadizos. De cualquier manera la presencia de los citados pasadizos no está completamente probada pues parte de los túneles se han derrumbado y no se ha podido investigar.

 

Desde el vestíbulo antes citado una gran escalera de piedra nos conduce a la primera planta, es la planta noble del palacio y por lo tanto la más lujosa y la que más comodidades dispone. Esta escalera nos lleva a un largo pasillo o distribuidor con tres columnas y dos medias columnas adosados a los muros para sostener un total de cuatro arcos rebajados de medio punto. Esta serie de columnas sustituye a la cubrición original del distribuidor ya que estas fueron realizadas en el siglo XVI por Hernando de Aragón. 

A la izquierda del distribuidor quedan las habitaciones principales, destacando el Salón de las Cortes o Sala de las Chimeneas. Se entra a través de una puerta con arco apuntado sobre cuyo dintel destaca el escudo de los Fernández de Heredia. Destacan en su interior cinco ventanas con tracerías góticas y columnas que dividen el ventanal. Un total de tres chimeneas caldeaban la habitación en las frías noches de invierno. Sobre la chimenea situada al fondo de la habitación campea el escudo de García Fernández de Heredia. La sala se cubre con una espectacular techumbre de madera y es la habitación más grande del palacio con unos 160 m2. Era sin lugar a dudas la habitación principal o noble, igual podía ser utilizada como comedor de gala, salón de fiestas, salón de cortes o cualquier acto que necesitara una cierta brillantez. Junto a las ventanas hay dos típicos asientos de piedra, llamados “festejadores”.

Escudo del arzobispo Fernández de Heredia

Puerta de entrada al Salón de las Cortes.

 

 

Salón de las Cortes. Al fondo, a los lados de la chimenea, se abren los huecos llamados pasaplatos que lo comunican con la cocina.

Artesonados del techo.

“Festejadores” junto a las ventanas.

 

 

 

 

Salón de las Cortes. Vista opuesta.

 

 

 

Chimenea y pasaplatos.

Comunica el Salón de las Cortes por un extremo con la cocina, la cual queda separada por un muro a excepción de dos vanos abiertos en la pared y que reciben el nombre de pasaplatos, ya que por este lugar era donde se pasaban los platos al interior de la sala. Es una sala de planta trapezoidal de unos 55 m2. En el centro de la sala encontramos el fogón y sobre él una espectacular cúpula octogonal de ladrillos rematada por una linterna y que cumplía funciones de salida de humos. La cúpula se sustenta sobre trompas. La habitación se ilumina a través de un total de cuatro ventanas, dos de ellas recayentes al patio de armas. En el distribuidor y frente a la cocina encontrábamos una habitación que cumplía funciones de despensa y otra para el descanso de personal de la cocina, habitaciones hoy desaparecidas. Al fondo del corredor cerca de la cocina una pequeña habitación cumplía funciones de basurero, elementos de despojos e incluso retrete, ya que a través de un cubículo eran tirados al exterior. 

Bóveda de la cocina.

Por el otro extremo, el Salón de las Cortes comunica por una puerta situada al fondo con otro salón conocido como Salón Sur que cumplía funciones de estancias privadas del arzobispo. Durante tiempo cumplió funciones de biblioteca, despacho privado o sala de estar ya que al ser más reducida la habitación y disponer de chimenea solía ser más agradable. Dispone de dos ventanas geminadas y ocupa una superficie de 90 m2. Se sitúa encima de la Sala Capitular de la planta baja.

Contiguo a este salón se encontraban diversas cámaras hoy inexistentes ya que el suelo se ha venido abajo y sólo algunos elementos nos señalan su existencia. Estas habitaciones se corresponden con la bodega de la planta baja que como ya hemos visto se encuentra sin techo, sólo con los tres arcos de diafragma antes citados. La primera estancia es una cámara entablada que originariamente contenía siete jarras de cerámica, hoy inexistente pero de la que nos quedan restos. Le siguen dos salas más fácilmente reconocibles por la existencia de ventanales góticos con los conocidos bancos “festejadores”, lo que nos permite situar perfectamente la ubicación de las salas. Le sigue la Sala de los Leones conocida con este nombre porque aquí aparecieron dos figuras de leones que en la actualidad se han colocado en el Portal de San Roque en el puente medieval. Esta sala era la dedicada a recibir a personal de poca importancia y temas menores ya que desde este lugar se entraba y salía del castillo por una puerta secundaria, sin tener que pasar por las zonas nobles. La otra sala conocida como Cámara Dorada, es el primer piso de la torre antes citada en la planta baja. Recibe su nombre por estar fastuosamente decorada ya que bien podría ser el lugar de descanso del arzobispo. Como ya hemos citado al hablar de la planta baja de la torre, se trataba de una habitación cuadrada de cuatro metros de lado. De esta habitación nada queda ya que el piso de la torre se vino abajo.

A través de una escalera de piedra, subimos a la zona más alta de la peña donde se levanta el castillo. Se trata de un patio descubierto, donde podemos observar diversos restos arqueológicos. De ellos podemos deducir que alrededor de este patio existía un patio cubierto a modo de claustro, y una gran sala conocida como la Olivera y que estaba destinada a guardar el aceite También cabe la posibilidad de que en este lugar existiera una habitación para los invitados del arzobispo. Por ello, el patio debía ser bastante pequeño.

Ala Norte, derrumbada. Solo conservan las paredes.

Ventanas aspilleradas del patio.

En medio del patio sobresale la roca a cuyo alrededor se levantó el castillo. Todavía quedan algunos sillares de la primitiva torre musulmana.

Desde este lugar se accedía a través de escaleras de madera a las estancias de los siervos y los graneros. En la actualidad estas escaleras han desaparecido y han sido sustituidas por otras de metal. Esta planta sigue la misma distribución que las inferiores. Destaca la galería Sur formada por cuatro arcos apuntados que sostienen la techumbre, y cinco grandes ventanas formadas por arcos de medio punto que forman una galería abierta a la zona de la iglesia de Santa María. Esta sala se encontraba tabicada formando tres estancias más pequeñas y probablemente era utilizada como dormitorios de la servidumbre. 

A través de una puerta accedemos a otra sala similar a la anterior pero mucho más grande, es la conocida como galería Oeste. Se sustenta sobre siete arcos apuntados y dispone de un total de once arcos de medio punto dispuestos a modo de galería descubierta o logia. Dos arcos de las mismas características se abren así mismo en el lado Sur. Impresionan los siete arcos diafragmas, muy robustos y de forma apuntada, que soportaban la caída techumbre según el mismo sistema en todos los salones góticos de la Corona de Aragón. También esta zona se encontraba tabicada y al igual que la anterior podía ser usada como dormitorios de la servidumbre o como graneros. Desde este lugar una escalera permite el acceso al camino de ronda y a las tres torres que dispone la fachada del castillo.

Su origen podría estar en una simple torre defensiva encargada de la vigilancia de la zona, en tiempos de los musulmanes (siglo XII). En torno a 1169, Alfonso II reconquistó los valles del Guadalope, Matarraña y Algás. Alfonso II concedió Valderrobres en 1175 al obispo de Zaragoza, Pedro Torroja, junto con Beceite y Mazaleón. Cinco días después, el cabildo zaragozano acordó subinfeudar estas posesiones a Fortún Robert con la condición de repoblarlas, comenzando así una curiosa situación de condominio que duró siglo y medio. La carta-puebla data de 1183. Luego pasó a la hija de Fortún, Sancha, y a su sobrino, Matalón de Fréscano, mitad por mitad. Y en la descendencia de estos dos permanecerá hasta 1237, en que Lope Guillermo de Oteyza, descendiente directo de Sancha, compra a la otra parte sus derechos a la mitad de la tenencia. La tenencia continuará en manos de los Oteyza durante todo el siglo XIII. El hijo y sucesor de Lope, llamado Pedro, no tuvo hijos, por lo que transfirió a la Corona, en la persona de su cuñado Jaime II, todos los derechos a la tenencia de Valderrobres en 1305. Pero en 1307 el monarca renunció a dicha tenencia a favor de los obispos de Zaragoza. En 1323 vendió Jaime II al arzobispo los honores de Valderrobres y Juslíbol, y su jurisdicción se prolongó hasta 1811. Sería su primer inquilino el arzobispo don García Fernández de Heredia (1382-1411) que mandó construir la planta baja y la primera planta.  Dalmacio de Mur y Cervellón (1431-1456) realizó la segunda planta. En el salón principal se celebraron Cortes por Alfonso V para tratar de la guerra con Castilla, en 1429. El edificio no debió terminarse pues el arzobispo Fadrique de Portugal renunció a restaurarlo por el excesivo presupuesto que le presentaron los maestros zaragozanos Juan de la Mira y Juan Galí, en 1532. En 1545, el obispo Hernando de Aragón realizó solo obras complementarias (hizo unos pilares de piedra para abrir la entrada a la sala y a la cocina). Sin embargo, a él se debe que tomara el aspecto por el que lo conocemos hoy día. También cuenta la historia que en el castillo estuvo preso Ximeno Capdete prior de la Seo de Zaragoza, quien logró escapar sobornando a los carceleros a través de un pasadizo, hoy conocido como la «Mano Peluda». El arzobispo J.Cebrián fue el último que lo habitó en 1655. Como compensación a tan temprano abandono nos lo encontramos sin ningún postizo que lo adultere. La Desamortización de Medizábal de 1835 afectaría gravemente su estructura. En 1836 Cabrera lo fortificó durante la primera guerra carlista, pero no se registraron grandes combates, gracias a lo cual, el castillo no sufrió la triste suerte de otros de la región.