Castillo de Ucero

Extremo Noreste del castillo. Se aprecian los dos recintos y el foso, casi cegado.

Sobre un monte de 1.025 m. de altura, al Este del pueblo y al otro lado de la carretera. Es accesible, incluso con vehículo, desde el camino ascendente que comienza en el puente sobre el río. El acceso es tan impresionante como el propio castillo, que aún en la actualidad, en el empobrecido estado de ruinas en que se halla, llama la atención por su inmensidad y sorprende en cuanto se hace visible al bajar la cuesta de la Galiana.

Mal estado. Aunque todavía se alza majestuoso, yace muy maltratado. Se tuvieron que hacer obras de urgencia para evitar derrumbamientos vergonzosos que pondrían en entredicho la labor de los políticos. Por eso en algunos puntos se ven obras de consolidación, distinguibles porque han utilizado materiales más claros que la obra vieja. Y desde entonces ha vuelto a quedar en el olvido

Puerta principal del castillo, situada en el extremo Sureste del recinto. La base de los torreones y las dovelas del arco, son añadidos recientes, realizados para consolidar zonas en estado precario. La puerta da paso a una rampa ascendente tallada en la roca de forma espectacular.

Sus proporciones y equilibrio, un entorno bellísimo, las elaboradas técnicas de defensa y sobre todo, su esbelta torre, hacen de este castillo un ejemplo de arquitectura defensiva, uno de los castillos más espectaculares de Soria. La puerta principal, al Este, está flanqueada por dos cubos circulares. Tras cruzar la entrada, el acceso discurre por un par de rampas talladas en la roca, dispuestas de forma muy ingeniosa para facilitar la defensa, que finalizaba en un puente levadizo, hoy sustituído por uno metálico fijo. Todo este trecho era fácilmente batido desde la torre y los muros contiguos. Existe otra puerta, en el lienzo meridional, flanqueada por dos cubos cuadrangulares, que comunicaba el castillo con el resto de la ciudad antigua, así mismo amurallada.

Castillo montano de planta irregular, con dos recintos que se aprecian claramente en las zonas Norte, Este y Sur, mientras que en el Oeste, cae a pico la ladera del barranco y solo aparece un muro. Su parte meridional estaba protegida por la cerca urbana, a la que se encontraba adosado. Posee una longitud máxima de 75 m en su eje Suroeste-Noreste y una anchura de 52, en el eje contrario, cubriendo una superficie de 3.200 m2. Tras atravesar las puertas y el conjunto de rampas, se llega al puente que da paso al castillo propiamente dicho. Cuando se llega aquí el aspecto es desolador. Prácticamente no queda ninguna construcción de su interior, tan solo los muros perimetrales, con grietas y continuos desplomes. Estos muros, sobre todo al Este, presentan una gran profusión de saeteras, característica del siglo XIV (se cree que fue obra del obispo Montoya). En su interior estuvo la residencia episcopal, un patio de armas y un aljibe abovedado del que quedan vestigios, pero todo ha desaparecido.

Cubo circular Norte

El castillo visto desde el Alto de la Galiana.

La Torre del Homenaje es de planta cuadrada. Ha sido sometida a obras de emergencia para evitar su derrumbe, como construir unas zapatas de hormigón para asentar su base, entre otras cosas. Tiene fábrica de grandes mampuestos con las esquinas de sillería y en ella destaca la hilera de ménsulas que soportaban un desaparecido matacán corrido o corsera. Se sitúa en la parte meridional defendiendo todo el conjunto de rampas y puertas de acceso de forma eficaz y, aunque le falta el remate superior, luce airosa y gallarda, con cierto aspecto frágil, pero enormemente sólida. Lo más destacado de ella es que exhibe pequeños elementos arquitectónicos que la hacen muy valiosa para expertos y aficionados. Conserva dos ventanales ajimezados del siglo XIII con arcos decorados con puntas de diamante y cabecitas humanas, además de capiteles y mensulitas con los típicos crochets góticos de esa época. También son bellas las ménsulas trilobuladas, pero con todo, lo más atrayente y ciertamente misterioso es el conjunto formado por una gárgola con cuerpo de águila, cuya cabeza muestra orejas prominentes que sujeta una pareja de serpientes con sus patas, y una ménsula donde aparece un personaje de largo pelo y túnica que porta un objeto en sus manos (se ha interpretado como un Evangelio, una filacteria, un instrumento musical e, incluso, un jarrón). Visitar el interior de dicha torre del homenaje conlleva un cierto riesgo dado el estado de deterioro de la misma. De hecho hay que entrar en ella por un hueco abierto en medio de una de las paredes. No obstante, entrar en ella es sumamente interesante, puesto que se encuentra todavía abovedada en su piso superior (debió tener otros pisos acotados con suelos de madera). La citada bóveda es de crucería sencilla. Los nervios cruceros tienen como clave un Agnus Dei. Las cuatro ménsulas de apoyo de los nervios está esculpidas con misteriosos personajes, dos de ellas con grupos de tres haciendo gestos con los brazos. Lo que en otro lugar podría ser interpretado como simples esculturas sin mayor trascendencia, en este lugar y dadas su asociación a los templarios, se antojan figuras que podrían estar significando algo misterioso que se escapa a nuestra mentalidad.

Las dos gárgolas

 

 

 

Agnus Dei en la clave de la bóveda.

 

 

Dos de las ménsulas

 

 

 

Interior de la torre.

Imagen tomada desde el Noreste.

El castillo visto desde el Oeste.

 

 

 

Muro Este visto desde el interior del recinto.

 

 

 

Torre del Homenaje, desde el interior, totalmente asolado.

 

 

 

Vista septentrional del castillo.

Existe un pasadizo subterráneo con bóveda de cañón en el flanco Norte, del que son practicables unos 30 m. en la actualidad, sin necesidad de linterna, que desciende por la ladera del río Chico, para poder hacer la aguada en caso de asedio. Aunque es posible que, además de utilizarse para la aguada, sirviera como línea de escape o de avituallamiento ante algún asedio. Se inicia en el interior del castillo y atraviesa por el subsuelo los dos muros del castillo. Se trata de una mina excavada en el suelo, a veces en roca, con adición de una bóveda ligeramente apuntada realizada con lajas de sillarejo y calicanto, con una altura variable entre 2,13 y 1,5 m. y una anchura más o menos constante de 1,16 m. La pendiente que supera para llegar hasta el río es de unos 60 m. por una empinada ladera. Se estructura en tramos rectos de 10-15 metros articulados mediante recodos, algunos de ellos muy pronunciados. El desnivel de este tramo es del 23 %. El procedimiento constructivo consistió en excavar una fosa o zanja, encofrándola y techándola desde la superficie. Posteriormente se compactaba todo con la propia tierra extraída de la excavación, que camuflaría la obra y la dotaría de mayor resistencia, aunque son apreciables los afloramientos de su bóveda en algunos puntos.

Interior de la mina y entrada actual vista desde lo alto del castillo.

 

Su primera cita documental es de 1157, cuando un privilegio de Alfonso VIII lo nombra. En el siglo XIII perteneció a don Juan García de Villamayor, mayordomo mayor del rey, y, posteriormente, a su viuda y segunda esposa doña María Alfonso de Meneses. Esta dama, ya viuda, tuvo una hija natural (Violante Sánchez) con el futuro rey Sancho IV, de cuyo bautizo fue madrina, ironías de la vida, la futura esposa de Sancho IV, doña María de Molina. Violante Sánchez recibió de su padre, en dote, la villa de Ucero, al casar en 1293 con Fernando Ruiz de Castro. Sin embargo durante las revueltas acaecidas durante la minoría de edad de Fernando IV (hijo de María de Molina), Fernando Ruiz de Castro se puso del lado de los rebeldes, los infantes de la Cerda, debiendo huir a Portugal. Esta ocasión la aprovechó Juan García de Montemayor, nieto del anterior, para ocupar militarmente Ucero y su tierra. Fue adquirido en 1302, junto con sus trece aldeas, por el obispo de Osma, Juan Ascarón, por 300.000 maravedís. A partir de esta compra perteneció para siempre al obispado de Osma. Juan de Ascarón, ferviente defensor de Fernando IV, estaba muy interesado en obtener la villa de Ucero y su tierra, porque con ella podía formar un núcleo compacto con sus territorios del Burgo de Osma y Cabrejas del Pinar. Doña Violante, al regresar al castillo desde su exilio en Portugal, sin hacer caso de acontecimientos pasados, ingresó como religiosa y donó en 1327 Ucero a la Orden de Santiago, que no podrá tomar posesión al estar consolidada la propiedad del obispado. El obispo don Pedro de Montoya, lo acondicionó y reconstruyó  en el siglo XV. A su muerte, el Papa nombró obispo a Francisco de Santillán, mientras que el cabildo eligió a Luís Hurtado de Mendoza, originándose una verdadera batalla entre ambos. Ucero sufrió tanto que en 1480 sufrió una exención de impuestos por valor de 550.000 maravedís. La guerra entre ambos no paró hasta que los Reyes Católicos, en 1478, nombraron a Francisco de Santillán, embajador en el Vaticano. En el XVI, el obispo Honorato Juan hizo colocar un escudo sobre la puerta que todavía se conserva. Luego llegó a ser presidio para clérigos. A partir del siglo XVIII quedó completamente abandonado. En 1966 pasó a pertenecer al patrimonio del estado. Fue declarado Monumento Nacional en 1979.