Castillo de Torresaviñán

Sobre un cerro cónico aislado de 1.158 m de altura, al Sur de la población homónima, desde la cual parte un camino, apto para vehículos todoterrenos, que asciende hasta él. Es visible desde lejanos kilómetros y también, por todos los viajeros que circulan por la autovía A-2, que pasa a escasa distancia.

En completo abandono, su aspecto es lastimoso. La caída de sus piedras es constante. La erosión ha afectado gravemente a la base de muros y torres. Desplomes recientes.

Frente Sureste.

Castillo montano de planta irregular con un solo recinto, protegido por dos fosos concéntricos de los que se observan sus taludes aunque bastante desdibujados entre la hierba. Su planta en un cuadrilátero con cuatro torres en sus cuatro esquinas, todas diferentes entre sí. La torre situada en el ángulo Sureste es el Homenaje. La torre Suroeste se derrumbó en el pasado y de ella tan solo quedan algunos trozos. La fábrica de todo el conjunto es homogénea, mampostería trabada con mortero de cal y sillarejos en las esquinas de las torres, incluido el Homenaje. No conserva vanos de ningún tipo ni elementos destacables.

La torre del Homenaje es de planta rectangular (9 x 6 m), con una altura de unos dieciséis metros. Tiene cuatro pisos y cada uno de ellos está ocupado por una estancia. Los techos de estas estancias se cubren con bóvedas de medio cañón. Se comunicaban entre sí por medio de escaleras de mano que atravesaban unas trampillas. Tuvo almenas, pero desaparecieron con la degradación de la azotea. La puerta de la torre está a unos cuatro metros de altura. Ha perdido todas las piedras del marco y parece un simple agujero en el muro.

Fragmentos de la torre Suroeste.

 

 

 

El castillo visto desde Torremocha. En el llano discurre la autovía.

En este cerro ya hubo un castro celtíbero en un principio. Y luego los moros levantaron una torre que fue reaprovechada al construir el castillo. El castillo fue erigido por Manrique de Lara, señor de Molina, en el siglo XII, en el extremo de su señorío, con la finalidad de defender el límite de los territorios conquistados al reino taifa de Molina. Fue un edificio eminentemente militar, en plena conflictiva frontera, por eso no existió caserío civil. Fue donado en 1154 al obispo de Sigüenza, por parte del rey Alfonso XVI, y en manos de los obispos permaneció hasta finales del siglo XIX. Fue reformado en los siglos XIV y XV. Durante la Guerra de Sucesión, el ejército austracista en retirada, voló a cañonazos las murallas y parte de la torre del castillo. Desde entonces quedó con el aspecto que tiene hoy día. En los años 60 fue adquirido por propietarios privados que lo pusieron en venta por 10.000 € en 2020. Ante la desidia del ayuntamiento fue adquirido por unos americanos.