En la cumbre del Alto del Pino, de 716 m. de altura, cerro situado al Este de la población. Se llega a él partiendo de una pista ancha y en buen estado que surge a la derecha en la entrada del pueblo. Este camino lleva a Barraix, pero pasando debajo del castillo, surge una nueva pista a mano izquierda que nos deja en una explanada para el aparcamiento de coches. De aquí surge un sendero marcado por unos escalones que nos lleva directamente a él.
Mal estado, pero aún se observan grandes tramos de cortinas y alguna torre secundaria. De la distribución interior no queda nada. Ha sufrido actos vandálicos como pintadas, excavaciones y acumulación de basuras.
Flanco Oeste del castillo, difuminado a causa de la niebla.
Torre del Homenaje. Se observa la disposición de los sillarejos de refuerzo y las cuatro saeteras.
Castillo roquero de pequeño tamaño, construido en mampostería con refuerzos de sillarejo y piedra sillar en esquinas y vanos. Todo el material es el característico rodeno rojizo. Tiene una curiosa planta triangular irregular, cubriendo una superficie de 650 m2 aproximadamente. Destaca sobre todo el conjunto la torre del Homenaje, ubicada en el ángulo Norte. Es de planta cuadrada, de unos 6 m. de lado, conserva cuatro alturas y algunas ventanas y saeteras. En la parte baja, al Sur, todavía se conserva un aljibe y varias almenas y saeteras en diversas cortinas.
Torre Oeste.
Torre del Homenaje vista desde el interior del castillo.
Muros de la cortina Sur.
Interior del aljibe.
Según dicen las crónicas, en 1084 sirvió de albergue al capitán del Cid, Álvar Fáñez y al rey musulmán Yahia, pretendiente al Reino de Valencia. Fue conquistado en el siglo XIII por las tropas de Jaime I en el transcurso de una expedición que pretendía dominar, además de Serra, Náquera, Olocau, Gilet y Torres-Torres. Territorio que luego sería cedido a Bernat Horta y algunos caballeros más. Más tarde, fue erigido en cabeza de baronía bajo el señorío de la familia Boil y el marqués de Sardanyola. Luego perteneció al duque de Montellano.
En altura, acceso original. Debajo, boquete que le han abierto los vándalos.
De los Boil ha quedado una novelesca tradición o leyenda. La maldición de una bellísima gitana a su señor cuando la mandó ahorcar por haber enamorado a su hijo. Y es que jamás dejaría de verla desde su castillo, y en efecto, su silueta la remedan unas rocas del vecino monte.