Castillo de San José

Protegiendo el Puerto de Naos, sobre unos cantiles de 20 m. de altura que dominan perfectamente la entrada a dicho puerto. Se levanta a un par de kilómetros al Norte del centro de Arrecife y del castillo de San Gabriel. Por la escasez de alimento y la miseria que se vivía en la isla en las fechas de su construcción, se le denominó la Fortaleza del Hambre.

Muy buen estado. Fue restaurado con gran acierto para albergar un museo.

El castillo visto desde dos ángulos opuestos. Se aprecian las garitas, la letrina y los diferentes vanos. En el momento de nuestra visita, (octubre de 2007) en sus bajos funcionaba un restaurante.

Puerta, foso y puente levadizo.

Letrina.

Garita.

Fortificación robusta y espaciosa, de planta cuadrangular excepto en la parte que da al mar que tiene forma semicircular, al objeto de facilitar por su explanada el desplazamiento y ejecución del tiro de las piezas de artillería. Cuenta con bóvedas a prueba de bomba y diversas cañoneras en su terraza abiertas en abanico para batir toda la costa. El acceso al castillo se verifica a través de una escalera de piedra separada de la edificación por un puente levadizo, que permite la entrada a una amplísima nave abovedada llamada “cuartel alto”, bajo la cual se halla otra segunda nave corrida llamada “cuartel bajo”. Parte de ambas naves las ocupaban unas tarimas corridas para la tropa y otra parte servía para cuarto de oficiales, sargentos, alcobas, cocinas, etc. Detrás de las mismas, hacia el mar, se halla la mazmorra, aljibe, almacén y depósito de pólvora. Diversas escaleras comunican los distintos departamentos interiores sirviendo de acceso a la parte superior o explanada, en la que se hallan dos garitas en las esquinas laterales, la espadaña y almenas para el fuego de la artillería. El frente Norte mide alrededor de 27 m. y en él se encuentra la entrada y el foso, además de las garitas antes comentadas. En la parte superior de la puerta existe una pequeña espadaña con una campana de avisos. La amplitud interior permitía el alojamiento de 50 hombres. Su construcción, de mampostería y sillería, con gruesos muros y bóvedas, lo hacían  a prueba de bomba. Su acertada ubicación y distancia al castillo de San Gabriel, permitía el fuego cruzado de ambas fortalezas. Su superficie es de 697 m2 y su longitud máxima de 35 m.

Frente Norte y frente Sur.

En 1767, el teniente coronel ingeniero Alejandro de los Angeles, efectuó un reconocimiento a todo el archipiélago canario, con el objeto de elaborar un informe sobre el estado de sus fortificaciones. En dicho informe señaló que los cañones de la Torre de Arrecife no alcanzan a defender Puerto Naos (el mejor surgidero de todo el archipiélago para reparar y carenar navíos por la absoluta tranquilidad de sus aguas), y recomendó la construcción de una batería. Después de recorrerlo y estudiarlo detenidamente, proyectó y diseñó los planos de una batería artillera para construir en la punta conocida como Cueva de Inés, ya que, según su criterio, era el mejor punto para defender el puerto. El 16 de marzo de 1769, el Comandante General de Canarias, Miguel López y Fernández de Heredia, propuso al rey Carlos III, la construcción de una batería para cuatro cañones en Puerto Naos, así como un cuartel para alojar 160 hombres de guarnición. Adjuntaba los planos y perfiles del proyecto de Alejandro de los Ángeles. El 18 de abril de 1769, el rey aprobó la construcción de ambas obras, por cuyo motivo el Comandante General designó a los ingenieros militares Alonso de Ochando y Luís Marqueli, para la dirección y ejecución de las obras. Alejandro de los Ángeles, por desavenencias con el Comandante General, fue relevado de su cargo y trasladado a Madrid, por lo que no pudo hacerse cargo de su propio proyecto. El monarca dispuso que los gastos de las obras fueran satisfechos por el marqués de Velamazán, a costa del Derecho de Quintos, impuesto que percibía para atender las fortificaciones de la isla. Pero por varias causas judiciales los fondos del Derecho de Quintos se hallaban secuestrados, por lo que no era posible disponer de ellos. Tras infinidad de problemas monetarios las obras comenzaron el 23 de abril de 1776, con los trabajos de desmonte y excavación de cimientos. La dirección de las obras recayó en el ingeniero José de Arana, auxiliado por el maestro de obras Nicolás Hernández, continuando ambos hasta julio de 1778, en que fueron sustituídos por el ingeniero Andrés Amat Tortosa. Las obras terminaron en el segundo semestre de 1779, lo que se hace constar en una placa que se colocó sobre la puerta de acceso, y que dice así:

REINANDO EN LAS ESPAÑAS L MAJESTAD CATOLICA DEL SR.D.CARLOS III Y SIENDO COMANDANTE GENERAL DE ESTAS ISLAS EL EXCMO.SR.MARQUES DE TAVALOSOS, TENIENTE GENERAL DE LOS REALES EJERCITOS SE HIZO ESTA OBRA PARA DEFENSA DEL PUERTO DE NAOS CON REAL APROBACIÓN. AÑO DE 1779

Por todo lo dicho, se puede afirmar que es uno de los mejores, sino el mejor, de todas las islas Canarias. Su solidez es tan buena que, hasta 1879, más de cien años después de su construcción, no se encuentra un informe que señala algunos pequeños desperfectos para que sean subsanados. En 1883, el castillo es desartillado al quedar obsoleto para la guerra moderna. El 6 de julio de 1901, el ayuntamiento de Arrecife solicita que le sea entregado el castillo para utilizarlo como cárcel, pero el Ministerio de la Guerra niega la donación, debido a un informe desfavorable del Capitán General de Canarias. El 30 de julio de 1935, la Junta Local de Defensa y Armamento, estimó que el castillo carecía de funcionalidad militar alguna, pero que podría ser utilizado para alojamiento de personal o almacén de material en caso de emergencia. Fue utilizado como polvorín desde 1947 hasta el 12 de noviembre de 1960, fecha en que fue desalojado y cerrado. En 1964, el ayuntamiento de Arrecife solicitó comprar el castillo por 825.000 pesetas, pero el Ministerio del Ejército no aceptó. Por fin, el 18 de febrero de 1968, el Cabildo Insular de Lanzarote compró el castillo por 800.000 pesetas al Ministerio del Ejército, con la condición de que fuera destinado, única y exclusivamente a causa de utilidad pública. En 1970 se procedió a su restauración, bajo la dirección artística del malogrado César Manrique., inaugurándose en noviembre de 1976. Alberga el Museo Internacional de Arte Contemporáneo, una gran sala para exposiciones y actos culturales (conciertos musicales o congresos) y en la sala baja se habilitó un restaurante.