Aspecto del castillo desde el Sur.
En un cerro muy alargado, de 172 m. de altura, que corona la población. En su cima estuvo asentada la ciudad ibérica de ARSE, núcleo originario de Sagunto, lugar de antigua y gran historia. La entrada se situaba en la ladera Norte, por la sólida carretera que sube desde la población y que pasa junto al teatro, pero actualmente se ha habilitado otro acceso unos centenares de metros más hacia el Oeste. No obstante, la entrada primigenia estuvo en la ladera Sur.
Mal estado. En otro lugar parecería que los restos son monumentales, pero aquí, con tanto esplendor y grandeza a sus espaldas, no queda por menos asombrarse y entristecerse por el estado tan deplorable en que se encuentra. Las reparaciones son siempre escasas y la mayor parte de las veces, se limitan a reconstruir sectores derrumbados. Otro problema es la vegetación silvestre. En alguna de nuestras visitas había tomado cariz realmente exuberante, impidiendo el acceso a muchos lugares interesantes. Periódicamente el castillo es desbrozado pero no con la frecuencia ni extensión que sería de desear.
Extremo Este.
Enorme fortaleza de 800 m. de longitud en su eje Este-Oeste, con planta muy irregular y complicada, formada por varias zonas o plazas conectadas entre sí por diversas puertas. Ocupa una superficie de 9 Ha. En él se pueden encontrar abigarrados, todos los estilos constructivos de la historia, ya que ha sido recinto militar hasta el siglo XX, soportando grandes modificaciones. Aparecen murallas ciclópeas de época ibérica, muros y torres de enormes dimensiones romanos, restos visigodos, lienzos de tapial y tabiya y puertas de herradura árabes, muros de mampostería con torres almenadas y aspilleradas en cruz cristianas, baluartes preparados para la artillería de los siglos XVII y XVIII, muros con aspilleras carlistas y zonas hormigonadas y restos de búnqueres de la Guerra Civil. Hay que tener en cuenta que este castillo se ha visto involucrado en todos los conflictos bélicos de la historia sin excepción, a causa de su estratégica posición en medio de la Vía Augusta y de la Vía Saguntina, camino éste hacia el interior por Aragón. Los restos romanos e ibéricos nos indican que la ocupación en la antigüedad de la montaña no se correspondía con la estructura musulmana (siglo XI) actual. En 1562, Juan Bautista Antonelli, proyectó una gran reforma por encargo de Felipe II. El proyecto no llegó a terminarse, pero distribuía la fortificación en cinco plazas con sus baluartes, murallas y fosos, que es, a grandes rasgos, la división existente hoy día. No se alteró la estructura islámica.
Aspecto del castillo desde el Sureste.
El castillo se puede dividir en un complejo fortificado de levante y otro de poniente.
El complejo de levante lo forman las plazas de los Tres Castellets, la Conejera y la Almenara. Predomina el tapial con cimentación de mampostería en algunos cubos y en los que no se aprecian retoques posteriores durante el abaluartamiento de la plaza, pero sí hay restos de su aprovechamiento interno hasta el siglo pasado.
El complejo de poniente está formado por los grandes recintos de los Estudiantes, de San Fernando, la Ciudadela y del Dos de Mayo, aunque en realidad, toda su estructura es una sola, pues todo el recinto está formado por muros de tapial y estructura de cremallera, siendo característico el frente Norte de la Plaza de los Estudiantes.
PLAZA DE LOS TRES CASTELLETS: Situada en el extremo Noreste del castillo. Sólo queda de ella la muralla Este, que baja desde la Almenara hacia la población. El resto fue completamente destruído en la Guerra de la Independencia. Es el recinto de mayor tamaño del castillo, con una superficie de 2’35 Ha. En los lienzos conservados se mantiene el cerramiento en cremallera, de tapial, con merlones, sin aspilleras y camino de ronda. Es muy interesante el ángulo de la cremallera en el que, en vez de utilizar el típico cubo, emplazan un saliente muy agudo, dando la sensación de ser un pliegue del muro. Esta terminación aparece en otros lugares de la fortificación y es una solución inusual en la construcción islámica. En este recinto, ahora invadido por la maleza, aparecen cisternas romanas y vestigios de extracción de piedra, cantera romana visible hoy en día con forma de escalonamientos en la ladera. Junto a la Plaza de la Conejera se formaba el llamado por los árabes, albácar, la zona más baja del castillo, destinada a albergar los ganados.
Exterior e interior de la muralla Este de los Tres Castellets. Se encuentra restaurada
Ángulo utilizado en este muro, en lugar de levantar cubos de flanqueo.
En primer término aparecen restos de un muro romano. Al fondo, los escalonamientos producidos por la extracción de la piedra.
Portillo que se abre en la muralla Este de los Tres Castellets.
PLAZA DE LA CONEJERA O CONILLERA: Situada en la parte más baja del castillo, junto a los Tres Castellets, y formando, unidas, el albácar. Es el recinto que ocupa el sexto lugar en cuanto al tamaño se refiere, con 5.275 m2. El amurallamiento es de tapial y mampostería, presentando a cierta distancia, algunos cubos y, además, ligeros salientes en el muro. Éste se remata por una cornisa corrida bordeada al interior por un camino de ronda.
Recinto de la Conejera visto desde el Oeste. Su acceso se realizaba a través de la Plaza de Armas.
Muros y cubos de la Plaza de la Conejera.
PLAZA DE LA SALUQUIA, DE LA ALMENARA O DE BASSECOURT: Gran recinto superior del complejo de levante, muy transformado por las guerras modernas. Es de planta poligonal con lienzos corridos en el frente de mediodía y alternancia de muros y cubos de base rectangular en el frente Norte. Ocupa una superficie de 9.358 m2, ocupando el quinto lugar en tamaño. Se accede a ella por una gran puerta, situada en recto, con arco de medio punto y paso de rastrillo. Posee elementos claramente bajomedievales en su decoración externa, como son los rosetones. Fue especialmente fortificada por los almorávides, que la llamaron Saluquya, nombre que también recibía la gran torre situada en el extremo Este del castillo. Conserva un baluarte con cañoneras en el extremo Noreste. Sus muros Norte y Sureste son de tapial, rematados por almenas aspilleradas y con camino de ronda. En su interior aparecen restos de varios edificios del siglo XIX adosados a la muralla. La disposición de estas fortificaciones (complejo de levante) respecto a la ciudad árabe es realmente extraña, ya que ésta se extiende en la ladera occidental de la montaña, mientras que la Saluquia y albácar se disponen en la cresta de levante, totalmente opuestas al emplazamiento de la ciudad, lo que restaba capacidad defensiva al castillo. Este dato estuvo muy presente al abaluartar la fortificación, pues el mayor número de defensas abaluartadas se concentra a poniente, donde se asienta la villa.
Extremo Este de la Plaza de la Almenara.
Muro meridional.
Vista delantera y trasera dela Puerta de la Almenara. Se accede a ella a través de la Plaza de Armas.
Una de las hojas de la puerta.
Baluarte con cañoneras.
Complejo fortificado de levante. Al fondo, la Plaza de la Almenara. A la izquierda, la Conejera. A nivel inferior, la Plaza de Armas. A la derecha, la de San Fernando. Y en primer término, la Plaza de los Estudiantes. A la izquierda, fuera del recinto, el teatro romano.
Aspecto de uno de los edificios del siglo XIX, adosado a la muralla.
Torre Sur de la Almenara. Asentada directamente sobre la roca, se le aprecian algunos sillares ciclópeos en su base
Diversos muros de la parte Norte. Se aprecia la enorme diversidad de aparejo.
Algunos de los edificios adosados a la muralla levantados en el siglo XIX.
Uno de los aljibes.
Muro septentrional de la Plaza de la Almenara. Al fondo se aprecia la Plaza de la Ciudadela.
Espectacular complejo fortificado de levante. En primer término aparece la puerta y torre de Mahoma. Y detrás, la Puerta de la Almenara, que da acceso a la plaza homónima. Entre ambas se encuentra la Plaza de Armas, lugar del antiguo foro romano.
PLAZA DE ARMAS O DE LA MAGDALENA: Situada en el nexo de unión entre el complejo de levante y el de poniente. Aquí llegan los dos caminos con que contaba el castillo. El primero y más antiguo, del que quedan restos, fue habilitado por los íberos y luego utilizado por los romanos, y subía desde el actual Clot del Moro por la ladera Sur. Y el moderno, habilitado para vehículos, que pasa junto al teatro, y que asciende por la ladera Norte. Esta plaza ocupa una superficie de 1’07 Ha. siendo la cuarta en tamaño. En esta plaza se encuentran los restos más importantes de construcciones romanas, pues era el lugar del foro. Para construirlo, los romanos crearon una terraza artificial con bloques ciclópeos sobre los que se articulan los distintos edificios que lo componían, pero al mismo tiempo se destruyeron construcciones colosales ibéricas, cuyos vestigios aún subsisten entre los muros romanos. En el foro se pueden encontrar cisternas, un gran templo, pórticos, una basílica, edificios, tiendas, plaza pública, viviendas, etc. Posteriormente, se destruyeron todos los edificios romanos hasta el nivel de sus cimientos para aprovechar sus materiales en la construcción de las murallas. Se respetó el muro de aterrazamiento romano con sus contrafuertes aprovechándolo como muralla. Sobre los cimientos romanos se levantaron edificios hasta principios del siglo XX. Es destacable, al Sur de la Plaza, la gran cisterna romana, todavía en funcionamiento, formada por dos naves subterráneas separadas por 21 pilares cuadrados, de grandes bloques almohadillados, y con una capacidad para 5.000 m3 de agua. No es visible desde el exterior, solo se pueden ver los respiraderos modernos cilíndricos en sus bóvedas. Aquí se encuentran también las dependencias del gobernador militar de la plaza. Y como elemento destacable y, prácticamente desconocido, podemos descubrir los lóbregos calabozos subterráneos llamados “las leoneras” en su parte Sur.
Explanada central de la Plaza de Armas, lugar ocupado por el foro romano. Aparecen numerosísimos elementos romanos dispersos por todas partes. Aquí se levanta la Casa del Gobernador, se observan los respiraderos de la gran cisterna y, eternamente, casetas para los obreros que siempre están restaurando partes del castillo. Cuando terminan por un lado, ya pueden empezar por otro.
Los restos romanos aparecen por toda la explanada.
Escalera que desciende hacia las entradas a las “leoneras”.
Uno de los respiraderos modernos de la gran cisterna subterránea.
Las dos entradas a “las leoneras”.
Interior de los calabozos llamados “las leoneras”.
Muro de aterrazamiento romano levantado para construir el foro. Fueron utilizados grandes bloques ibéricos anteriores. Posteriormente, fue utilizado como muralla defensiva. Obsérvense los contrafuertes.
Muro Sur de la Plaza de Armas, en el lugar donde se encuentran los calabozos.
Puerta de la Plaza, mal llamada actualmente Puerta de Mahoma, pues ésta no es la original musulmana.
PLAZA DE SAN FERNANDO: Plaza muy alargada por la que se penetraba antiguamente, no por la puerta actual, sino por otra llamada Puerta de Mahoma, situada en la parte oriental y más elevada de esta plaza. Este nombre se deriva de la existencia encima del dintel de una estatua romana de un joven togado llamado popularmente “Idolo de Mahoma”, actualmente desaparecido. Por tamaño es la tercera en orden, con una superficie de 1’3 Ha. En ella se conserva una gran cisterna romana, destruída en parte al levantar los árabes la Torre de la Moneda, con varios muros de hormigón romano y canales dispersos, lo cual indica que se trataba de un gran complejo hidráulico que abastecía de agua a la Plaza de los Estudiantes y a ella misma. En la ladera Sur existía un gran templo. Sus ruinas se conservaron durante siglos, pero desgraciadamente, hoy solo se puede observar el basamento de un gran muro. La muralla Sur presenta disposición en cremallera, como en otros lugares de la fortaleza, aunque aquí ha sufrido más alteraciones posteriores.
En primer término la Plaza de San Fernando. Arriba, la Plaza de la Ciudadela
Vista general de la Plaza de San Fernando en el año 2000, con uno de los edificios del siglo XIX rehabilitado para exposiciones. Los muros de la derecha, están restaurándose actualmente.
Muros meridionales de las Plazas de San Fernando y de las Armas, con disposición en cremallera.
Lienzo árabe con sillares romanos e ibéricos en su fábrica.
Almenas deterioradas en el lienzo Norte.
Torre de la Moneda, levantada por los árabes con materiales reutilizados de otras épocas.
Baluarte con cañoneras.
Sector Oeste de la Plaza de San Fernando, en proceso de restauración en el año 2016.
Muro de tapial muy degradado.
PLAZA DE LOS ESTUDIANTES: Alargada plaza considerada durante la Guerra de la Independencia como un atrincheramiento dependiente de la Plaza de San Fernando. En tamaño es la segunda de toda la fortaleza con 1’61 Ha. de superficie. En el lado Norte aparecen los muros con estructura en cremallera en todo su esplendor, pues se observan intactos desde la época islámica, con sus falsos cubos, su adarve y sus merlones, aspillerados en la Edad Media. Es en este muro donde se abría la puerta original de la fortaleza musulmana. Se conservaban restos, hoy desaparecidos, de un gran templo, perteneciente a la acrópolis romana. Aparece también una gran cisterna romana, la segunda en importancia, de 14 m. de longitud. Cerca de los escarpes de la Ciudadela, se encuentran muros de piedra en seco, ibéricos, escalonados por la pendiente, y un muro ciclópeo, posiblemente perteneciente al recinto ibérico, pues es similar a la de la zona de los Tres Pouets.
Plaza de los estudiantes, con escasos restos en su interior.
Posible puerta original musulmana. Se sitúa en uno de los cubos del lienzo Norte. A la derecha, en el año 2000. A la izquierda, en 2016, pues ha sido rehabilitada.
Flanco Norte, donde aparecen los muros en disposición de cremallera.
Uno de los cubos del lienzo Norte de la Plaza de los Estudiantes.
Más muros septentrionales de la Plaza de los Estudiantes.
Aspecto de los muros en cremallera
En primer término, la Plaza de los Estudiantes, desde el Este. En la zona más elevada, la Ciudadela, con la torre del telégrafo óptico del siglo XIX.
La Ciudadela vista desde la Plaza de San Fernando.
PLAZA DE LA CIUDADELA O DE HÉRCULES: Punto culminante de la fortaleza de Sagunto. Extraordinario baluarte con foso, muros ataludados y cañoneras que, al estar en mitad de la fortificación confiere a la Plaza del Dos de Mayo un carácter de segundo recinto o revellín del primero. Es el recinto más elevado del castillo y el segundo más pequeño con 5.160 m2. También lo era en las ciudades ibéricas y romana. Existían construcciones monumentales romanas sobre otras anteriores ibéricas, pero todo fue derruído y reaprovechado al levantar la Ciudadela. En la antigüedad existía una torre llamada de Hércules, ya que era creencia que había sido levantada por el famoso héroe en persona. Fue derribada en 1811 por las tropas francesas en su reconstrucción del castillo. Equivocadamente se le suele llamar torre de Hércules a la torre del telégrafo óptico.
Muro construído con los más diversos materiales.
Almacenes subterráneos.
Horno.
Muros abaluartados de la Ciudadela.
Diversas construcciones de la Ciudadela.
Su origen es tan oscuro como todos los pueblos remotos. Posiblemente fuera fundado por los íberos, que construyeron una ciudad llamada ARSE, la cual llegó a ser la más importante de toda la Edetania. Los fenicios establecieron una colonia comercial en el siglo XV a.C. y los griegos en el siglo VII a.C. llamando al lugar Zacyntho. Éstos, ocuparon una ciudad adosada a la ibérica, pero con el tiempo acabaron mezclándose, protegidos por los muros ciclópeos que rodeaban el cerro.
Flanco meridional de la Ciudadela, con los muros en restauración en 2016 de la Plaza de San Fernando.
La Ciudadela desde la Plaza del Dos de Mayo.
Sobre el siglo III a.C. se cree que empezó a llamarse Saguntum, ya ligado a la civilización romana. Pronto adquirió gran importancia mercantil gracias al tráfico marítimo desarrollado dentro del ámbito de Massalia (Marsella), colonia focense protegida por Roma. Tras la invasión cartaginesa, Amílcar dominó a los ilergetes, lusitanos y vetones, y fundó la ciudad de Akra-Leuké, todavía sin descubrir. Amílcar murió peleando en el sitio de la ciudad de Hellice, también ignorada todavía. Ante la cercanía de los cartagineses, Saguntum y demás pueblos de origen griego, solicitaron a Roma amparo. Por el Tratado del Ebro del año 226 a.C. entre romanos y cartagineses se fijaba la frontera en el río Ebro, debiendo respetar a los pueblos amigos de Roma como Saguntum. Aníbal se proclamó rey con 26 años, venció y apaciguó a los olcades, a los carpetanos y a los vacceos y se dispuso a apoderarse de toda Iberia. Con la excusa de que los saguntinos invadían las tierras de los turbelitanos, pueblo amigo de Cartago, Aníbal puso sitio a Saguntum en la primavera de 219 a.C. comenzando así la Segunda Guerra Púnica. El ejército cartaginés lo formaban 150.000 hombres. Comenzó el ataque por tres puntos diferentes, resistiendo los saguntinos durante varios días, incluso efectuando arriesgadas salidas para destruir las máquinas de guerra. Aníbal llegó a ser herido en una pierna con un dardo. Los cartagineses consiguieron derribar tres torres y la muralla que las enlazaba, penetrando éstos y estableciéndose la lucha cuerpo a cuerpo. Los saguntinos consiguieron expulsarlos e incluso atacar su campamento. Cuando la ciudad estaba casi en ruinas se rebelaron los carpetanos y los oretanos a la retaguardia de Aníbal. Éste dejó el mando a Maharbal y en persona atacó y venció a los íberos rebeldes. Apoderado de gran parte de la ciudad, el natural del país, Alorco, propuso un pacto de rendición a Aníbal que los saguntinos rechazaron. Los saguntinos prefirieron morir que rendirse realizando una última salida suicida que causó gran daño al ejército cartaginés, pero acabó con casi todos los saguntinos. Y por fín, después de ocho meses de lucha, un golpe de ariete derribó una gran torre abriendo brecha por la que entraron los sitiadores, encontrando la ciudad en la más completa ruina.
Foso. Frente Oeste de la Ciudadela.
Grandes losas que formaban parte del pavimento original.
PLAZA DE BARRANI, DEL ESPOLON O DEL DOS DE MAYO: Es la más pequeña de todas las plazas, con 4.960 m2 de superficie. El último nombre lo recibe por la heroica defensa que se hizo en ella contra las tropas del mariscal Suchet. Es la zona más vulnerable de todo el castillo y por donde ha recibido siempre los más fuertes ataques, a pesar de haber sido reforzada con las defensas más imponentes. Por aquí lo conquistó Aníbal y también Suchet. Existía una famosa torre construída por los almorávides que era llamada Torre Barrani, posteriormente Barrana, en el extremo Oeste.
Plaza del Dos de Mayo, desde la Ciudadela. En primer término, el foso, y al fondo, los almacenes subterráneos.
Grande fue la sensación que causó en Roma la caída de Sagunto, por lo que enviaron a la ciudad a los hermanos Escipiones para vengar la afrenta. Éstos vencieron a los cartagineses junto al río Ebro, en Illiturgis, por dos veces en Intibili, en Bigerra, en Munda y en Auringis, reconquistando Sagunto el 214 a.C. cinco años después. El 212 a.C. los Escipiones fueron vencidos y muertos por los cartagineses. Publio Escipión, el Africano, hijo y sobrino de los anteriores, puso sitio a Cartago Nova, conquistándola al día siguiente. Es aquí, con la llegada de la paz cuando tuvo lugar el resurgir de Sagunto con un gran desarrollo mercantil, llegando a alcanzar la categoría de “municipium” romano. Más tarde, llegó la sublevación de Sartorio, quién se puso al frente de los lusitanos en el 81 a.C. apoderándose de la Bética, la Lusitania y la Celtiberia. Roma envió contra él a Pompeyo pero fue vencido junto al Júcar. En el año 75 a.C. tuvo lugar la célebre batalla de Sagunto en que Pompeyo volvió a ser derrotado, pero en el 70 a.C. Sartorio fue asesinado por el traidor Perpenna, volviendo la ciudad a la órbita de Roma. Julio César se hospedó en Sagunto en el 46 a.C. cuando intentaba sofocar una rebelión en la Bética.
Almacenes subterráneos.
Vinieron años de paz después y una gran pujanza económica en que florecieron las artes y se construyeron grandes monumentos. La población aumentó hasta los 60.000 habitantes, desbordando la muralla y construyendo valle abajo. Poco a poco el poder político fue pasando a la nueva colonia romana de Valentia (Valencia). En tiempos del emperador Galieno fue destruída la ciudad por los francos, en el 411 por los alanos, los godos en 419, los vándalos en 425, los suevos en 441, los romanos en 446, de nuevo los suevos en 455 y godos y bizantinos en los siglos VI y VII. Los pueblos bárbaros la llamaron Murus-Vetus (Muros viejos). Resultó destruída de nuevo en el año 725 por los árabes, al mando de su líder Tariq, llamándole desde entonces Murbiter y quedando bajo la jurisdicción de Valencia, donde residía el walí. La gran urbe se convirtió en un poblado moro languideciente sobre sus ruinas.
Uno de los muros meridionales se derrumbó hace algunos años, pero ahora ha sido restaurado.
Tras la desmembración del califato de Córdoba, se sucedieron las guerras civiles surgiendo los reinos de taifas. El señor de Murviedro, Ibn-Lebbun, llegó a pagar tributo al Cid para evitar su ataque. Ante el empuje almorávide, Yussuf conquistó Valencia en 1092. Luego, el Cid conquistó El Puig, Olocau y Serra en 1093, Murviedro y Valencia en 1098, pero tras su muerte acaecida el año siguiente, Mazdali, señor almorávide conquistó de nuevo Valencia y Murviedro. En 1179, Alfonso II de Aragón, sitió Murviedro sin éxito. Valencia pasó a poder de los almohades. Morvedre era una plaza sometida al emir de Valencia, Ben-Zayyan. La conquista definitiva de Movedre tuvo lugar en 1238 y corrió a cargo de Jaime I. A partir de entonces volvió a desarrollarse económicamente. En 1244 Morvedre perteneció al infante de Portugal, don Pedro, pero en 1250 volvió a la Corona. En 1328, Pedro III donó la ciudad a los hijos que tuvo con doña Leonor de Castilla confirmando todos los privilegios de la ciudad. Alfonso IV le concedió en 1329 privilegio de franqueza ordinaria y jurisdicción sobre los sarracenos de su término. Durante la Guerra de la Unión, Pedro el Ceremonioso estableció su centro de operaciones en Morvedre, reparando sus muros y aljibes, hasta que logró la victoria en 1348.
En la Guerra de los Dos Pedros, Pedro el Cruel de Castilla sitió Morvedre, conquistándolo en 1363, después de tomar Teruel y Segorbe. Después de establecer un pacto de paz, Pedro el Cruel lo rompió al conquistar Alicante, Elche, Crevillente, Denia, Oliva y Gandía, y algún tiempo después, Morvedre. Pedro el Ceremonioso en 1365, después de seis meses de sitio, lo conquistó otra vez. Al morir, en 1410, Martín el Humano sin descendencia, comenzó una guerra civil por la Corona, con los Centelles, partidarios del infante don Fernando, y los Vilarragut, defendiendo al Conde de Urgel. Morvedre se puso del lado de los Centelles. En la batalla de Morvedre, los Centelles barrieron a los Vilarragut ocasionando 3.000 muertos y capturando 1.500 prisioneros, aunque después, en Castilla, sucedió a la inversa. Fernando, por fín rey de Aragón en 1412 concedió grandes privilegios y libertades a la ciudad que le había apoyado. Se celebraron Cortes en Morvedre en 1428 por Alfonso III. Hubo en esta época un buen desarrollo económico gracias al cultivo de la vid y a la mejora del puerto de embarque.
Durante las Germanías, el castillo fue atacado y conquistado por los agermanados, al mando de Estellés, quienes degollaron a todos sus defensores, excepto al bayle, pero en 1251, tres meses después, fueron aplastados por las tropas reales. Poco tiempo después se sublevaron los moros de la Sierra de Espadán al mando de Zelim Almamun. En 1547 desembarcaron ocho galeotas argelinas en el Grau y asaltaron el convento de Sancti Spiritus. Las gentes de la ciudad salieron en auxilio de los monjes logrando capturar once moros que fueron ejecutados. En 1581 una gran avenida del río destruyó azudes, molinos, canales y la acequia de Alfara. Felipe II se albergó aquí en 1586. Sufrió plagas de langosta en 1644 y 1657 y una gran sequía en 1651. Durante la Guerra de Sucesión, Morvedre apoyó a Felipe V, pero se rindieron a las tropas de Lord Peterborough, general del Archiduque Carlos. Tras la victoria borbónica, Felipe V concedió a la ciudad el título de Muy Leal y su nombre fue castellanizado convirtiéndose en Murviedro.
Extremo Oeste del castillo, llamado el Espolón.
Tuvo un gran resurgir económico en el siglo XVII gracias al comercio de la vid y sus derivados. En la Guerra de la Independencia, en 1811, Suchet atacó el castillo con gran aparato de artillería. 2.900 hombres al mando del coronel Adriani resistieron hasta la práctica ruina de la fortaleza. Antes de su conquista los franceses vencieron a un ejército de socorro que salió de Valencia con Blake a la cabeza. Una vez conquistado, los franceses sometieron a la ciudad a gran saqueo. Ante el cariz de la guerra, Suchet abandonó el Reino de Valencia en 1813 dejando al general Roulle con una guarnición de 1.200 hombres, pero éste hubo de abandonar el castillo definitivamente en 1814. En 1823 los absolutistas conquistaron el castillo que ya se encontraba en muy mal estado, pero el general Ballesteros bloqueó y sitió el castillo. Al morir Fernando VII se estableció en el castillo la base de operaciones del ejército del centro durante la Primera Guerra Carlista, pero fue tomado por los carlistas en 1833. A causa de la Guerra de África, el castillo se desartilló en 1859, aunque en la última guerra carlista fue rehabilitado destinándole algunas compañías y tres cañones. En 1869 volvió a ser adoptado el histórico nombre de Sagunto. En 1874 fue escenario de la proclamación de Alfonso XII como rey de España, por boca del general Martínez Campos, hecho que supuso la restauración de los Borbones y el fin de la República. En 1875 todavía existía un corto destacamento que se relevaba todos los meses, y ese mismo año se le concedió el título de Ciudad. El castillo fue declarado Monumento Nacional en 1931.