Vista del castillo desde el Norte, desde el interior de la puebla. Se aprecian con claridad los tres recintos escalonados de la fortaleza.
A unos doce kilómetros al Sureste del pueblo, junto a la carretera de Oropesa, desde la que es visible. Se sitúa sobre un monte cubierto de pinares, terminado en un peñón rocoso, a 286 m. de altura, estribación septentrional de la Sierra de les Santes, dominando la antigua población de Miravet y el valle del mismo nombre. Su acceso se realiza por medio de un buen sendero que nace en la carretera antes comentada. Mantiene contacto visual con los castillos de Albalat, Sufera y Montornés.
Muy mal estado. A pesar de que quedan grandes restos, su estado es de tal abandono, que por todo el recinto se observan piedras caídas y otras a punto de hacerlo. La vegetación, bastante espesa, ha invadido todo el recinto, haciendo difícil su observación en algunos puntos.
El castillo sobre peñasco rocoso, visto desde el Sur. Al fondo se aprecian las marjales de Torreblanca-Cabanes y el mar.
Imagen del castillo desde la carretera, al Noreste.
Castillo roquero de planta irregular adaptada al espacio disponible. Cuenta con tres recintos además de la cerca que rodeaba la puebla. Mientras que la puebla se levantaba desperdigada por la ladera septentrional, el castillo, separado de ella por un foso seco excavado en la roca, se alzaba en el extremo Sur del conjunto. De dicho foso tan solo se puede observar un sector, muy desdibujado, al borde Este de la roca. El resto ha sido acolmatado por los derrumbes y la vegetación. Todo el conjunto cubre una gran superficie de 1’63 Ha, con una longitud Noreste-Suroeste de 250 metros y una anchura máxima de 80. El castillo propiamente dicho ocupa unos 2.000 m2. El recinto de la puebla mantenía todas las infraestructuras y edificios propios de una gran población de los siglos XII-XVI, entre los que hay que destacar la iglesia, siendo de las pocas que todavía pueden verse. En cuanto al castillo, los tres recintos son irregulares, con gran mezcla de fábrica, desde el tapial, mampuestos, sillares y sillarejos, tanto de caliza gris como de rodeno rojizo. En el tercer recinto destaca un enorme aljibe de 14 x 4 m cuya pared se apoya en la muralla, y en el segundo, el magnífico arco apuntado que cubre la entrada. Al último recinto, bastante más elevado que el resto, se penetra por lugares no aptos para personas con vértigo. Aquí es donde más evidentes son las huellas de desplomes de piedras. Destaca la alta torre de planta trapezoidal, con un bonito color rojizo y un vano rectangular, y un pequeño aljibe todavía cubierto con su bóveda de medio cañón. Gran conjunto fortificado, de gran e importante historia, totalmente abandonado.
Muralla del tercer recinto, vista desde el interior de la puebla. La parte izquierda, con diferente fábrica, es donde está el aljibe.
Aljibe.
Diferente fábrica en sus muros. El de la izquierda pertenece a la muralla del tercer recinto. El de la derecha, a la cerca que rodea la puebla. Y el del centro, de sillares, es la base de una torre que se alzaba en el punto de conexión entre ambos.
Primer y segundo recinto del castillo. Con detenimiento se pueden apreciar sus puertas. En el centro de la imagen, la del recinto superior, y a la derecha, casi oculta por un pino, la del segundo.
Entrada al segundo recinto del castillo, con magnífico arco apuntado. Conserva en excelente estado los huecos para las trancas y los mechinales para el giro de las puertas.
Estupendo arco situado en el interior del segundo recinto.
Muro del segundo recinto. Milagrosamente conserva una almena. Desde el exterior se aprecia su gran altura.
Interior del segundo recinto. Se aprecia la puerta, la única almena del muro y los restos del adarve. Al fondo, asoma la iglesia de la puebla.
Cortina del segundo recinto. Por debajo de los restos del adarve se descubren las ménsulas que debieron sostener un parapeto de madera o algo parecido.
Recinto superior o alcazarejo. Los sillares de la puerta se han perdido, quedando un agujero informe. La fábrica es muy variada, como en el resto del castillo. Hay vanos de diverso tamaño y forma, quedan algunas almenas y diversas aspilleras. Destaca por encima, la colorida torre, posible Homenaje.
Exterior e interior de la torre. Sus piedras se desprenden con facilidad.
Parte interior de un lienzo del recinto superior, en el que se aprecia su variada fábrica y sus múltiples obras y añadidos.
Muro del alcazarejo donde se abren diversas aspilleras, y detalle de las mismas.
La puebla vista desde lo alto del castillo. Entre la vegetación son numerosos los muros de las edificaciones.
Cubo Noreste de la muralla de la puebla.
Esquina Noreste del recinto de la puebla visto desde el interior.
Muralla Norte de la puebla.
Aparejo “opus spicatum” o espina de pescado, en el lienzo Norte
Antigua iglesia de San Martín y San Bartolomé. No se sabe nada de los orígenes de la parroquia de Miravet, aunque es de suponer que los cristianos aprovecharían la antigua mezquita mora para su construcción. La iglesia que ha llegado a nosotros parece ser del siglo XIV, tiene una sola nave rectangular, cuya superficie es de 13 por 5’50 metros, con portada románica de dovelaje y jambas de piedra, y su techo, a doble vertiente, estaba sostenido por tres arcos torales apuntados, también de piedra; en su interior debió tener el techo con artesonado de madera según delatan los canecillos y ménsulas de sus paredes. Hoy en día está en ruinas.
Algunas de las construcciones civiles que todavía perduran en el interior de la puebla.
Lienzo Norte de la puebla, en acusado descenso. Conserva algunas almenas.
En su recinto se han encontrado restos eneolíticos. Conserva diversos elementos de época romana, por lo que se le ha identificado, por parte de algunos autores, como la antigua ciudad de Ildum. En 1091 el Cid lo conquistó a los moros. De 1093 a 1103 lo poseyeron varios gobernadores nombrados por Sancho Ramírez y Pedro I de Aragón, pero no se consolidó la conquista, ante la llegada de los almorávides. Ya en 1178 el rey Alfonso II había prometido a la catedral de Tortosa varias donaciones en este territorio para cuando se conquistase a los moros, pero es en el reinado de Jaime I cuando se consolidó la conquista y la plena confirmación de estas donaciones para interesar al obispo y cabildo de Tortosa en la conquista definitiva del territorio y agradecerles la ayuda prestada. Así pues, el 27 de abril de 1224, estando el rey en Huesca, confirmó los antiguos términos del Obispado de Tortosa y las donaciones de diversos castillos, y en la misma fecha, un año después (27 de abril de 1225), desde Tortosa otorgó al obispo Poncio de Torrella dos nuevos documentos de donación de los castillos de Miravet, Zufera y Fadrell, cuyos términos fija, donación que vuelve a confirmar el 3 de septiembre de 1225 al mismo don Poncio durante el infructuoso asedio de Peñíscola para agradecerle nuevamente la ayuda que en el cerco le prestó el prelado tortosino. Fue profundamente reformado por dicho obispo, por lo que casi todo lo conservado es de estilo gótico.
En julio de 1233 se rindió Burriana y, como consecuencia de este hecho, cayeron a finales del mismo verano los castillos de Borriol, Cuevas de Vinromá, Villafamés y Alcalatén, por lo que se supone que en estas mismas fechas se rendirían también Miravet y Sufera.
Posiblemente Miravet, si atendemos a su etimología, debió ser un monasterio de monjes guerreros musulmanes dedicados a la guerra santa. Una vez conquistados Miravet y Sufera se dedicó el valeroso prelado tortosino Poncio de Torrella (1213-1254) a repoblar de cristianos todo el territorio, cuyo distrito estaba constituido, además de los ya citados castillos, por el castillo de Albalat, la villa de Cabanes y los lugares que fueron después Bell-lloc o Benlloch y Torreblanca. Cabanes se pobló en 1243, Benlloch en 1250 y Albalat y Torreblanca en fechas hasta ahora desconocidas, pero antes de 1350.
En marzo de 1245 Berenguer de Trago y Guillermo Berdén, árbitros nombrados por el Obispo Poncio y el maestre del Temple, delimitaron los términos de los castillos de Xivert, Miravet y Oropesa. En 1262 se dirimieron las cuestiones que tenían el maestre de la Orden del Temple y el Obispo y Cabildo de Tortosa sobre la propiedad de los términos del castillo de Miravet y Sufera y en 1285 y 1333 se pronunciaron sendas sentencias arbitrales sobre la fijación de límites entre los castillos de Miravet y Montornés, pedidas y aceptadas por sus respectivos señores.
Al llegar el siglo XVI era notoria la pujanza de la villa de Cabanes en contraste con estas poblaciones limítrofes, por cuyo motivo Albalat y Miravet, con sus respectivos términos, se unieron a Cabanes en un acto solemne, ante el notario Pedro Soler, celebrado en la Casa de la Sal, partida de Albalat, el día 5 de julio de 1575. El poblado de Miravet fue abandonado, junto con Albalat, en dicho año de 1575, quedando agregados a Cabanes.
El castillo visto desde el Norte. Se vislumbran sus tres recintos y la muralla de la puebla descendiendo la ladera.