
Frente oriental, el más espectacular, con aspecto muy sólido. La torre presenta impactos de artillería.
El castillo se alza sobre el otero de Leboreiro o Peña Leboreira, a 3’5 kilómetros al Sureste de Puentedeume, y a 309 metros de altura. Desde su emplazamiento mantiene un extenso dominio óptico, especialmente hacía Puentedeume, el estuario del Eume y la ría de Ares. Se puede llegar con vehículo hasta sus inmediaciones, existiendo numerosos carteles indicativos sobre su dirección. También es llamado Castillo de Noguerosa, por encontrarse en dicha parroquia.
Su estado no es demasiado bueno. Faltan el remate de la torre y también el de sus muros perimetrales, presenta algunas grietas de grandes dimensiones y adolece de un aspecto general un tanto abandonado. No obstante, sus visitas turísticas están reguladas, aunque solo en verano.


El castillo visto desde las calles de Puentedeume.
Castillo roquero de pequeñas dimensiones, con una enorme torre del Homenaje y un reducido recinto adosado por su parte Este y Sur tan solo. Su planta es completamente irregular, adaptada al escaso espacio existente entre las grandes rocas, encerrando una superficie aproximada de 470 m2. La puerta de entrada está situada a levante, enmarcada por dos requiebros del grueso muro que semejan potentes cubos. Esta puerta tiene un arco muy ligeramente apuntado en el exterior y de medio punto en el interior, donde se cerraba con un rastrillo. A ambos lados de la puerta hay escudos tallados de Fernán Pérez de Andrade, con la banda diagonal, presentados por ángeles arrodillados, pero están muy desgastados y son difíciles de descubrir. Estaba rodeado por un foso con su puente levadizo, lo que aumentaría su aspecto imponente. Algunos restos del foso se pueden ver hoy en los flancos Sur y Este. En el reducido patio (140 m2) existió un pozo que todavía conserva su brocal. La fábrica utilizada en todo el conjunto son los sillares, perfectamente labrados, alineados y ordenados de forma precisa. Estos muros tienen un espesor de 2’ 5 m. Los materiales fueron extraídos de los alrededores.

Frente Suroeste.



Imagen antigua antes de su restauración. Extraída de la web: “pontedeumeturismo.es”.

Muro Sur del recinto. Con vanos de diversa tipología.
La torre del Homenaje es de planta cuadrada, con 10 m de lado y 20 de altura, aunque debió ser más alta pues le falta el remate. Sus muros tienen un espesor de dos metros y sus esquinas están orientadas a los cuatro puntos cardinales. Tuvo tres pisos, uno subterráneo excavado en la roca y utilizado como calabozo, el primero utilizado como cuerpo de guardia y donde estaba la entrada en altura, y el segundo que eran las dependencias privadas del alcaide. Tan solo se conserva la última bóveda, la que sostiene la terraza, reforzada con tres arcos fajones decorados con varias figuras difíciles de identificar. En la terraza se conserva una pequeña parte de un matacán corrido o corsera. Tiene dos amplias ventanas, un horno, una chimenea y un supuesto canal de comunicación con el primer piso. La entrada, en altura, se localiza en el flanco Suroeste, y actualmente se ha construído una gran escalera de madera desde el patio para poder acceder a su interior. En el pasado se debió penetrar desde el adarve. La torre es del siglo XV.



Brocal del pozo.

Interior de los muros del recinto.
Fue el conde de Andrade, Fernán Pérez de Andrade, el Bueno, valido de Enrique II de Trastámara, rey de Castilla, quien ordenó la construcción de este castillo en 1369. Obtuvo el territorio por donación del monarca en agradecimiento a los servicios prestados durante la guerra civil mantenida con su hermanastro, Pedro I el Cruel. Al estar en el interior del coto de Noguerosa, perteneciente al monasterio de Sobrado, el prior fray Esteban Sejas, consiguió paralizar su construcción. No obstante, el castillo se terminó en 1377. Pero los monjes continuaron pleiteando durante muchos años hasta que consiguieron una compensación económica de 10 maravedíes al año por ocupación del sitio.
Parece ser que fue precisamente en este castillo en donde se refugió Enrique de Trastámara cuando huía de su hermano tras un enfrentamiento bélico. Fernán Pérez de Andrade es, según algunas leyendas, quien pronunció en Montiel: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor, palabras tradicionalmente atribuidas a Dugesclin. En 1379, el monarca castellano Juan I unió al condado de Andrade el señorío de Villalba y El Ferrol.

En el siglo XV, el castillo de los Andrade fue un importante puesto defensivo durante las guerras Irmandiñas, quedando prácticamente destruído. Nuno Freire de Andrade “El Malo”, recordado como un fiero hidalgo de carácter violento, que según consta en «Las Crónicas de Don Juan II», tuvo que hacer frente en 1431 poco antes de su muerte, al levantamiento de los burgueses y marineros de las villas de Ferrol, Betanzos y Puentedeume, al que se unieron los campesinos vasallos en sus tierras, por las constantes alzas de impuestos para costear sus campañas de Castilla, en la históricamente conocida como Irmandade Fusquenlla o Primera Revuelta Irmandiña. Diez mil hombres conducidos por el hidalgo Roi Xordo, derribaron varias casas fuertes e incluso se atrevieron a tentar el asedio a Santiago, hasta que Nuno Freire, auxiliado por el corregidor real, Gómez García de Hoyos, los venció a los pies de esta fortaleza, donde tenían cercada a su esposa e hijos. Los derrotados fueron hechos prisioneros y ahorcados.
Sí consiguieron derrotar este castillo, en la segunda Guerra Irmandiña llevada a cabo entre 1467 y 1468. El resentimiento que los sublevados albergaban contra los Andrade, hicieron que la guerra fuese especialmente virulenta en los dominios de esta familia, y así fue derribado este castillo de Andrade, al ser atacado por Alonso de Lanzós, y haciendo huir a su VI Señor, Fernán Pérez «El Mozo». Hecho prisionero Lanzós junto a sus seguidores más tarde, fue trasladado a los subterráneos de este castillo, en donde pereció. Según la leyenda, después de haber permanecido cien días encerrado en una oscura mazmorra sin ver la luz del día, fue enterrado vivo, de pie y en el interior de un muro de tres metros de espesor, después de haberle sido amputada la mano derecha al igual que al resto de los jefes irmandiños encarcelados. En 1492 fue abandonado.
En el siglo XVII perteneció al conde de Lemos, cuyo escudo se encuentra en uno de los muros de la fortaleza. Pasó después a la casa de Lerma y a la de Alba. En 1929 conoció una profunda restauración, realizada por el arquitecto Antonio Tenreiro, encargado de las obras por deseo del duque de Alba y conde de Andrade, propietario del castillo. Al mismo tiempo, el ayuntamiento construyó la carretera de acceso para facilitar su visita. Es Monumento Nacional desde 1924, siendo el primero de la provincia de La Coruña en alcanzar este status. Actualmente es propiedad del duque de Alba quién, en los años ochenta del siglo XX, llegó a un acuerdo con el ayuntamiento para su uso y disfrute sin afán de lucro.

Entrada al castillo. Los escudos nobiliarios apenas son perceptibles.

Moldura de la torre.

Existe una creencia sobre un pasaje subterráneo que conectaba la torre y el Palacio de los Condes de Puentedeume, un túnel de 3’5 km, nada menos.