Castillo de la Atalaya

En el cerro de San Cristóbal, dominando la población y a 550 m. de altura. Se puede llegar a él desde cualquier calle del pueblo, incluso con vehículo.

Ha sido restaurado en diversas ocasiones a lo largo de los siglos por lo que aparecen sus estructuras un tanto desvirtuadas con respecto a la fortaleza primitiva. El arqueólogo José María Soler, entre 1975 y 1976, durante unas excavaciones descubrió importantes hallazgos en su interior. En el año 2000 volvió a ser excavado a gran escala con objeto de restaurar grandes zonas y prepararlo para su uso cultural y lúdico. Volvimos al castillo en 2009, una vez terminada su restauración y hemos podido comprobar el magnífico estado de la fortaleza. Se han limpiado todos los lienzos, se han recrecido en altura los muros de la barrera y se han recuperado y limpiado las bóvedas y grafitos de su interior.

Baluarte rectangular a modo de albácar situado en el ángulo Suroeste. Como toda la barrera, su parte superior se ha reconstruido, al estar desmochada, durante la última restauración.

Extremo Norte del castillo. Junto al cubo de la barrera se observa una pequeña poterna. A la derecha en 1995 y arriba, tras su restauración, en 2009.

Se trata de uno de los grandes castillos de España, por su arquitectura y por su historia. Presenta planta poligonal irregular con doble recinto alrededor de una enorme torre del Homenaje. El recinto exterior, antemural o barrera, de menor altura, está defendido por 12 cubos semicirculares y ultrasemicirculares, dos de ellos defendiendo la puerta, que se sitúa en el flanco Norte. En el ángulo Suroeste, la cerca se expande a modo de baluarte rectangular, formando un pequeño albácar. Lo más reseñable en este sector son unos abrevaderos excavados en la roca. En el lado Noreste, junto a un cubo, se conserva una poterna en altura, cegada hasta el año 2000, para ser utilizada en caso de apuro con escalera portátil. Toda esta obra está realizada con mampostería trabada con cal. Carece de foso. Tiene una longitud máxima de 100 m. y una anchura de 50 m. ocupando una superficie de 2.750 m2. El recinto principal, de planta trapezoidal, está defendido por torreones circulares en las esquinas, excepto en el Suroeste, en que se alza la torre del Homenaje. Estos lienzos, mucho más altos que los externos para dominar la liza, están rematados por almenas y adarve. En los torreones se puede observar troneras en cruz. Su fábrica tiene el núcleo interior de tapial forrado por una cara externa de mampostería. El patio de armas está vacío en la actualidad, y adosado a la torre se sitúa el aljibe, rectangular, cubierto con bóveda de medio cañón. Este recinto interior tiene una superficie de 1.450 m2.

 

 

 

Frente Sur, con las dos líneas de muros. El interior con almenas y el exterior con parapeto.

 

 

 

Frente Este, con los dos recintos escalonados.

 

Almenas y aspilleras del segundo recinto. A la derecha una de las aspilleras de la barrera o antemuro.

 

 

 

Cubo Norte del recinto interior en el que se aprecian los impactos causados por los proyectiles de los cañones durante la Guerra de Sucesión.

 

 

 

Frente Norte.

Puerta principal del castillo, en el lienzo Norte y flanqueada por dos cubos semicirculares.

Puerta del recinto interior, en el lienzo Oeste, junto a la torre del Homenaje. Ha sido abierta recientemente, pues el acceso antiguo era por el flanco Norte.

 

 

 

Interior de la esquina Suroeste de la barrera.

 

Torre del Homenaje, desde diferentes ángulos.

La torre del Homenaje es de planta cuadrada, con 14’4 m. de lado y una altura de 25 m. dividida en cuatro cuerpos. Los dos cuerpos inferiores, islámicos, son de tapial, con un espesor de sus muros de 3 m. En ellos destacan dos joyas de la arquitectura andalusí. Se trata de las bóvedas nervadas almohades que, junto con la del castillo de Biar, son únicas en el arte militar en España. La primera bóveda presenta ocho arcos de herradura entrecruzados paralelos dos a dos, formando en el centro una estrella. Y la segunda una bóveda de cañón que se transforma en cúpula mediante arcos entrecruzados. Las dos plantas se comunican por medio de una escalera de bóvedas apuntadas. Los dos cuerpos superiores son de mampostería, construídos por don Juan Pacheco, marqués de Villena, el cual mandó labrar su escudo en uno de sus lados. La torre está rematada por una cornisa coronada por ocho escaraguaitas unidas por un muro almenado. La tercera planta convierte la planta cuadrada en octogonal por medio de pechinas en los ángulos internos. Se cubre con una cubierta horizontal con artesonados de madera. La cuarta planta presenta una bóveda de cañón de ladrillo en muy buen estado. En las últimas excavaciones realizadas a principios de 2000 se ha descubierto un foso que rodeaba la torre y varias pinturas al fresco en las paredes del castillo, entre ellas una que se cree que representa a la patrona local, la Virgen de las Virtudes. La entrada a la torre se efectúa por una pequeña puerta que se abre en el muro oriental del cuerpo inferior, a unos dos metros del suelo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bóvedas nervadas almohades, joyas del arte andalusí en España. A la izquierda, la del primer piso, y abajo, la del segundo.

Grafitos en el interior de la torre, realizados por un preso de la Guerra de Sucesión mediante la técnica del esgrafiado, es decir, haciendo aparecer en blanco las capas inferiores de la pared y dejando en negro la capa superior, ennegrecida por el humo de las antorchas

Bóveda del último piso.

 

 

 

Escalera de la torre.

Terraza de la torre.

Rosetones grabados en el siglo XVII en las paredes de la torre, seguramente por prisioneros de la Guerra de Sucesión.

Castillo de origen árabe, pues es mencionado en documentos árabes en 1172, pero debía ser muy distinto del actual, pues lo único que se conserva de aquella época es la parte inferior de la torre del Homenaje. Su capacidad defensiva debió ser considerable porque los ataques aragoneses de 1238 y 1240 fracasaron estrepitosamente. No obstante, los moros se declararon dispuestos a capitular siempre que fuera el propio rey Jaime I quién les dirigiera la intimidación. Así se hizo, y el castillo se rindió a los frailes de Calatrava. Pero en cumplimiento de pactos anteriores, Villena y su castillo pasaron a poder del infante Alfonso de Castilla, yerno del Conquistador. Después de algunas diferencias y altercados con su suegro, zanjados en el Tratado de Almizra, Alfonso creó el señorío de Villena para su hermano más pequeño, el infante Manuel, de quién lo heredó el escritor Juan Manuel. Tras la invasión del reino de Murcia por Jaime II, el castillo de Villena quedó en jurisdicción del rey de Aragón, pero éste respetó la propiedad de Juan Manuel. 

 

 

Interior del lienzo Norte. A la izquierda, con diferente fábrica, se aprecia el lugar donde se abría la antigua puerta, ahora tapiada.

 

 

 

Aljibe.

El señorío volvió a la Corona por el matrimonio de Juana Manuel con Enrique II de Trastámara, quién lo convirtió en marquesado, primero de este título que se entregó en Castilla, para entregarlo a uno de sus más fieles servidores, Alfonso de Aragón, nieto de Jaime II, pero lo perdió antes de morir. Volvieron a la Corona estas tierras, llamadas “tierras de don Juan” y Enrique II fundó en ellas el ducado de Villena para la infanta María, pero lo perdió al contraer matrimonio con Alfonso el Magnánimo. Se le entregó el ducado al infante Enrique de Aragón al casarse con la infanta Catalina, hermana del rey, pero se le confiscó tras su derrota en la batalla de Olmedo. Tuvo una precaria posesión del castillo el doctor Pedro Yánez, oidor real. Juan II de Castilla otorgó a Juan Pacheco el marquesado de Villena, con todas sus tierras y castillos. Excepto la parte inferior de la torre toda la construcción existente hoy corresponde a un mismo momento constructivo atribuible a Juan Pacheco. Éste, al ser investido Maestre de Santiago en 1467 cedió el marquesado a su hijo Diego, quién por defender los intereses de Juan la Beltraneja perdió la mayor parte de sus posesiones, aunque siguió conservando el título. La fortaleza de Villena jugó una importante baza durante la rebelión de los agermanados, pues en el castillo encontró refugio diego Hurtado de Mendoza, virrey de Valencia que había sido derrotado en Gandía. Durante la Guerra de Sucesión se declaró partidaria del bando borbónico y el castillo fue refugio durante algún tiempo de sus partidarios frente a las tropas del archiduque Carlos. Aproximadamente unos 150 soldados franceses al mando del capitán De La Grosette, hicieron frente, encastillados en la fortaleza, a unos 25.000 soldados austracistas. En 1811, en la Guerra del Francés, el mariscal Suchet bombardeó el castillo y voló las dos bóvedas musulmanas para forzar la rendición de los soldados del regimiento Vélez-Málaga que defendían la torre, no siendo restauradas hasta 1958.