Arriba, imagen del año 2015, con las últimas reconstrucciones en color más claro. Debajo, el castillo en el año 2004.
En la cumbre del cerro de San Blas, situado en el extremo Sur de la Sierra de Montearagón, abierto a la dilatada llanura manchega que se abre a sus pies. Su dominio visual es extensísimo, uno de los más grandes que hemos encontrado. Forma una imagen característica vista desde la autovía que corre en sus cercanías. Inolvidable para millones de viajeros que han atravesado la Mancha durante siglos. Se puede acceder a él con vehículo ascendiendo entre las calles del pueblo, situado al Norte de la fortaleza.
Hasta la década de los 60 fue utilizado como prisión, pero una vez cerrada ésta, el castillo fue olvidado por el Ministerio del Interior, su propietario. Actualmente, en manos del ayuntamiento, no se visita. Ha sido restaurado recientemente cegando la bajada al foso y abriendo una nueva puerta.
Puerta de la Ciudad: Situada al Noreste. Era la puerta principal y es completamente idéntica a la Puerta del Campo. Entre 1810 y 1812 se tapió. Posteriormente sobre su torreón izquierdo se construyó un depósito de aguas auxiliar de la prisión, transformándolo por completo. Actualmente ha sido reconstruída de nuevo, incluso habilitando un puente levadizo.
Lienzo Este. Fotografía del 2004. A la izquierda del foso se observa la única garita superviviente. A la derecha, se ven los dos cubos sobre los que se ha reconstruido la puerta. Uno de ellos muy arrasado, solo conservaba su base.
Castillo montano de planta irregular, construido sobre restos de fortalezas más antiguas, de las cuales nada queda. Ocupa una superficie de 2.800 m2 .Estaba formado por dos recintos concéntricos, y decimos estaba, porque del recinto exterior o inferior tan solo se conservan alguna paredes entre las casas del pueblo, que lo han invadido. Este recinto exterior enlazaba con la cerca de la villa, pero la conexión ha desaparecido. El recinto principal está formado por seis grandes murallones con base en escarpa y cinco grandes torreones cilíndricos en cinco de sus esquinas, pues en la esquina Oeste, donde se abre la puerta, hay dos. En el torreón Este se volvió a abrir de nuevo la Puerta de la Ciudad, por lo que ya solo quedan cuatro de esos grandes torreones. Además, en medio de los lienzos aparecen cinco cubos algo más pequeños, también cilíndricos. Todos están dispuestos en saliente, lo que permite el tiro de flanqueo. En algunas de ellas aparece el escudo de Juan Pacheco, marqués de Villena. Las cortinas que los unen también están alamboradas, y en ellas se abren troneras y aspilleras realizadas en bloques de sillería. Su fábrica es la mampostería cohesionada con mortero de cal y adornados sus muros al exterior con escorias de hierro, casi desaparecidas en la actualidad. Tuvo almenas pero fueron suprimidas en el siglo XIX ante las necesidades artilleras. No obstante, se han reconstruído en grandes sectores durante las últimas restauraciones.
Plano antiguo de principios del siglo XX. Se observa la existencia de los cuarteles en su interior y la torre del Homenaje. En cambio ya no aparece la Puerta de la Ciudad, que estuvo situada al Noreste.
Armas de los Pacheco, marqueses de Villena, situadas en el frente de cada uno de los torreones.
Puerta del Campo o de la Parrilla: Situada al Oeste. Tuvo puente levadizo, luego sustituído por una pasarela metálica cuando se transformó en penal. Fue restaurada en 1972 por el arquitecto Vicente Caballero Ungría muy acorde con su aspecto original. Está flanqueada por dos torres semicirculares y defendida por una larga buhedera que va de torre a torre. Las dos torres muestran el escudo de Juan Pacheco. La puerta actual es de sillería, con arco de medio punto, pero es fruto de la restauración. En el interior existe un muro en recodo que no deja vislumbrar nada del interior del castillo.
Maqueta del castillo situada en la Oficina de Turismo. La torre del Homenaje hoy no existe.
Lienzo Oeste. Aspecto del foso una vez vaciado durante las últimas obras.
Todo el conjunto se rodea de un gran foso a la redonda “de dos picas de profundidad y 27 pasos de anchura”, excavado en la roca viva, lo que aumenta la altura de sus ya elevados muros. Tiene una sección en U bastante regular, prolongando la escarpa de los lienzos, lo que le da una altura impresionante. El foso sirvió de cantera, pues los materiales excavados se utilizaron en torres y cortinas, como se aprecia en su característico veteado. En nuestra primera visita tenía algunas partes desplomadas y con muchas partes colmatadas, pero en la actualidad ha sido reparado y vaciado por completo. Ello lo convertía en sitio muy fuerte, difícil de atacar y fácilmente defendible con pocos hombres. En el foso existen dos aljibes, uno frente a la puerta Oeste, y otro, en la esquina Sur.
Extremo Norte del castillo.
Los dos aljibes aparecidos al desescombrar el foso.
Única garita conservada de las que se construyeron cuando fue penal.
Lienzo Sureste. Al fondo, por la derecha, asoma la garita.
Torre del Homenaje: Fue volada por los franceses en 1812, quedando de ella tan solo sus cimientos y el aljibe. Estaba situada en el ángulo Norte del castillo y era de planta cuadrangular. Se construyó en mampostería trabada con cal, con la base, esquinas, vanos, escaleras y demás elementos singulares en sillería, muy similar a la torre del castillo de Almansa. Tuvo 40 varas de altura (33 m) y 10 varas de lado al Norte (8 m). Sus paredes tenían cuatro varas de ancho. En su base había un aljibe, luego convertido en depósito de pólvora, y sobre él, dos plantas que ocupaban todo el espacio hueco de la torre, sobre cuya bóveda se emplazaba la terraza almenada. Contaba con un refuerzo macizo al Norte que la preservaba de los proyectiles haciéndola resbaladiza a los impactos, como se demostró en el asedio de 1812. El primer cuerpo de la torre era macizo y se conservó tras la voladura. En grabados antiguos aparece almenada.
Todavía en el siglo XVI conservaba muchos de sus aposentos interiores como salas, caballerizas, capilla, cocina, etc. pero ya bastante arruinados. En todos los lienzos se abre una tronera en el centro y dos aspilleras de ojo de llave a cada lado, realizadas en bloques de sillería. Al construir el penal y nivelar el terreno, muchas quedaron aterradas sin utilidad y otras desaparecieron. Las torres, en origen, fueron bastante más altas que las cortinas, pero actualmente, apenas las superan en altura. El frente de cada torre ostenta el blasón señorial de los Pacheco. En el sector Este todavía se conserva una garita de las varias que se construyeron cuando fue prisión. En el interior del castillo está completamente arrasado. Algunos montones de sillares que podrían ser de la desaparecida torre del Homenaje y dos aljibes es cuanto queda.
Sector Noreste, con la rampa de descenso al foso, en 2004. Aquí se ha reconstruído la nueva puerta.
Parte Sureste.
Sector Noroeste.
Antiguo emplazamiento ibérico y más tarde romano que luego sería usado por los musulmanes y los cristianos. Origen pues, antiquísimo. Sobre los restos romanos levantaron los visigodos grandes torres y murallas. A la irrupción de los moros no se hallaban, al parecer, terminadas las obras, por cuanto el rey Sisebuto dispuso su conclusión dando el apellido “castillo” a los que la llevaran a cabo. Nada debió el castillo en cuanto a mejoras a la dominación árabe. Fue luego castillo islámico, del cual no queda nada.
Entre sus históricos prisioneros cuenta al famoso César Borgia, por atribuírsele la muerte del duque de Gandía, su hermano. Fue encerrado en la torre del Homenaje, en cuya terraza quiso matar al alcaide de la fortaleza, Gabriel de Guzmán.
Fue conquistado a principios del siglo XIII por Alfonso X el Sabio. No quedan vestigios de la fortaleza musulmana ni del primer castillo cristiano, pues el actual es obra del siglo XV, levantado por don Juan Pacheco, marqués de Villena en tiempos de Enrique IV. Las armas del marqués se ven por doquier. El castillo actual es, más o menos, obra de don Juan Pacheco, marqués de Villena, a partir de su posesión en 1449. Las reformas habituales del marqués, como se ha podido comprobar en otros castillos, era levantar muros de nuevo, forrando por el exterior los viejos muros existentes y rellenando el espacio entre ambos con materiales de desecho procedente de la excavación del foso, lo que permite tener la cantera a pie de obra y ahorrar costes. En 1447 sus defensores cristianos fueron derrotados por los moros granadinos de Aben-Ozmin. Y en 1477 sufrió otro rudo golpe, esta vez por parte de los soldados de Isabel la Católica, por haber levantado el marqués bandera por Juana la Beltraneja, su rival en la sucesión de Castilla. Desconocemos noticias hasta la Guerra de Sucesión. En ella durante los preliminares de la batalla de Almansa, ocuparon el castillo el general portugués marqués de las Minas y el duque de Berwick, pero hubieron de abandonarlo para no caer en manos de Felipe V, no sin antes haber salvado la artillería.
Durante la Guerra de la Independencia, en 1810, Antonio Cearra, comandante de ingenieros transformó el castillo adoptándolo al uso artillero. Para ello eliminó todas las almenas y rebajó los muros del sector Norte, levantó terraplenes para los cañones y eliminó la Puerta de la Ciudad. También construyó una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. En 1812, durante la retirada de los franceses de Andalucía, el castillo fue sitiado por las tropas del general Drouet, conde de Erlon. Tras el primer bombardeo, se abrió brecha en el lugar de la puerta cerrada (Puerta de la Ciudad) dos años antes y se tomó la fortaleza. Se voló la torre del Homenaje y se inutilizaron los cuatro cañones con que contaba, rompiéndoles los brazos y arrojándolos al foso. En 1821, el primer alcalde constitucional, Pedro Cleto Cebrián, mandó retirar los escombros de la torre y ordenó recuperar los cañones. Dos de ellos son los que adornan la puerta del ayuntamiento desde 1829. Tras la Guerra de la Independencia, en 1822, el oficial de ingenieros, Herrera, construyó troneras para artillería mirando hacia el Norte, levantó un cuartel, almacenes y demás dependencias y transformó el aljibe de la torre del Homenaje como almacén de pólvora. En 1823 fue ocupado por las milicias nacionales, pero el 18 de julio, los carlistas de Bessieres tomaron la fortaleza sin lucha. Pero fue recuperado ese mismo año por los realistas de Gregorio Bineros, también sin lucha. En 1836, ante el peligro de la guerra carlista, fue reformado por el ingeniero Tomás Enguídanos y el teniente Francisco Sánchez. En 1840 su propiedad pasó al ayuntamiento, usándose con utilidades varias hasta 1897. Ese año se cedió al estado para construir un penal, que se terminó en 1930, arrasando con todos los restos existentes en su interior. Se cerró en 1950 y fue tristemente famoso por las malas condiciones de los presos y las torturas inflingidas. Entre 1974 y 1975 fue demolido dicho presidio y el ayuntamiento volvió a requerir su propiedad. El Ministerio de Cultura realizó diversas obras de restauración bajo la dirección del arquitecto Víctor Caballero Ungría. En 1972 se adecuó la entrada y sus torreones, en 1973 se restauraron lienzos y torreones y en 1979 se reconstruyó el almenado y el adarve.
Imagen del castillo cuando fue convertido en presidio.