Vista oriental del castillo, lugar donde se encuentra la entrada principal.
Al Norte del pueblo, sobre una áspera y larga peña de roca caliza, color grisáceo y escasa vegetación. Está orientada la montaña, y el castillo, de forma alargada, de Este a Oeste. Este castillo se sitúa sobre un auténtico nido de águilas, entre duros peñascos y con sus muros al borde de asombrosos cantiles de vértigo. Su enriscada posición, a gran altura, le da un dominio visual muy dilatado. Su acceso se realiza sin dificultad por un camino carretero medieval, reparado durante las Guerras Carlistas, actualmente acondicionado para turistas y público en general, que comienza en la parte alta del caserío.
No del todo mal estado. Fue reparado, pero no reconstruído, en 2011. Después de llegar a estar en muy mal estado, se han asentado todos sus muros para evitar derrumbes, especialmente la Torre del Homenaje, que presentaba peligrosas grietas y una importante carencia de sillares en la base de su ángulo Suroeste que comprometía gravemente su estabilidad.
Gran castillo roquero de planta irregular dispersa, adaptada al espacio disponible entre las rocas, con cuatro recintos muy irregulares parcialmente escalonados. Como ya se ha indicado antes, presenta una planta alargada, pues se alza sobre la cresta rocosa de una sierra de la que desconocemos su nombre. Esta posición le ofrece precipicios de espeluznante altura, tanto por el Norte como por el Sur, de cara al pueblo. Presenta una longitud de 130 m. y una anchura máxima de 55, encerrando sus muros una superficie de 3.500 m2 aproximadamente. Fue obra árabe, pero no encontramos lienzos de dicha época. La reforma que llevaron a cabo los templarios en la que ampliaron la fortaleza se llevó a cabo con sillería de excelente calidad perfectamente escuadrada y todavía se conserva en varias zonas en buen estado. Mientras que las obras carlistas, hechas de mampostería y a toda prisa, prácticamente han desaparecido.
Grabado del castillo de 1820. Se ve la enhiesta torre atalaya y la gran Torre del Homenaje, con garitones.
Puerta principal del castillo, situada al Este. Antaño tuvo puente levadizo, pero ahora se cruza por una pasarela de madera fija.
Baluarte. Situado al Este, defendiendo la entrada y las altas rocas que existen enfrente y que podían hacer funciones de padrastro.
Maqueta del castillo situada en el Torreón Templario.
Proyectiles de cañón recuperados durante las obras de adecuación del castillo. Están situados en el Torreón Templario de la población.
Interior del castillo desde el Baluarte. Se observa el primer recinto, la puerta al segundo recinto y, asomando por encima, los restos de la Torre del Homenaje.
Camino empedrado de acceso al castillo. Fue el antiguo camino hacia Alcañiz.
Aljibe interior.
La puerta secundaria, situada al Oeste, está desaparecida. Ésta es la que da paso al albácar desde el tercer recinto.
Lienzo Sur de la Torre del Homenaje. Fue apeada y sus grietas reparadas. Se aprecian impactos de balas de cañón.
Esquina interior de la torre
Queda, arruinada la robusta Torre del Homenaje, de planta cuadrada, de 11’50 m. de lado y fábrica de buena sillería. Debió tener unos 12 m. de altura. Se sitúa al borde impresionantes precipicios rocosos por tres lados, sobre un espolón. Tuvo garitones. A su lado hay restos de una cámara.
Flanco Noreste. Desde el patio de armas.
Lienzo Oeste, también con impactos de artillería.
Lienzo Norte.
Sector Este.
Sala Capitular.
Acceso al segundo recinto desde la Sala Capitular.
Esta zona fue conquistada por Alfonso I y cedida a un caballero llamado Español de Castellot, pero se perdió tras la muerte de dicho rey, en 1134. Debido a la derrota cristiana en Fraga se perdieron grandes extensiones de tierras. Fue recobrado por Alfonso II en 1168. Formó parte de la marca fronteriza bajo el mando del tercer señor de Belchite, Galindo Jiménez. Pero el citado Español reclamó sus derechos, y ya anciano, consiguió el dominio de la fortaleza, que pasó a su hijo Gascón de Castellot. Pero éste ingresó en la Orden del Santo Redentor, por lo que renunció a favor del rey, en 1180. Poco después, Alfonso II cedió Castellote a la Orden del Santo Redentor en 1188, pero en 1196 todo su patrimonio pasó a la Orden del Temple. Tras la extinción de la Orden, las tropas de Jaime II (milicias de Alcañiz y Montalbán), dirigidas por Bernaldo Tarín, sitiaron este castillo defendido por su comendador Guillén de Villalba. Tras largo asedio de once meses el castillo se rindió el 2 de noviembre de 1308. En 1317, Castellote pasó a ser una bailía de la Orden de San Juan, regida por comendadores. Juan de Híjar, partidario del príncipe de Viana, en 1462, conquistó el castillo de Castellote. El último comendador conocido fue Ramón Doz, en 1769.
Aljibe exterior. Y arriba a la izquierda, los restos de la torrecilla triangular.
Restos de la torrecilla triangular situada en el extremo occidental del castillo.
Durante la Primera Guerra Carlista, el pretendiente Don Carlos visitó esta fortaleza y le ordenó a Cabrera, modernizarla y ampliarla, en 1837, lo cual se realizó espléndidamente. Se habilitó la Casa del Gobernador en la capilla, en la sala capitular los dormitorios de la tropa, la gran torre, polvorín, y se levantaron el cuerpo de guardia, la cocina, fraguas y cuadras. Lo más importante que se hizo fue extender la fortificación hacia el Sur y hacia el Este, ocupando alturas alejadas del castillo. Se construyó un fuerte en la ermita de San Pedro, otro en San Cristóbal (monte Atalaya) y otro en San Macario. Favorecido por su inexpugnable posición roquera, su defensor, el valiente Pedro Marco (4 compañías y 3 cañones), infringió graves pérdidas al general Espartero (32 batallones y 19 cañones). Llagostera, a una legua de distancia y con 6 batallones, se inhibió y decidió no intervenir en ayuda de los sitiados, lo que le costó el mando, el rango y un proceso disciplinario. Las hostilidades se iniciaron el 23 de marzo contra San Macario y San Cristóbal. Tras todo el día de combates, los carlistas consiguieron replegarse en el interior del castillo. A partir del día 24, el castillo totalmente sitiado fue atacado con toda la fuerza de la artillería. La torre atalaya fue pronto abatida y la del Homenaje, desmochada, pero aprovechando la oscuridad de la noche, los sitiados, reparaban las brechas con escombros. Los sitiadores hicieron señal de parlamento el día 25, pero fue contestada con un ataque y ondeo de bandera negra. El día 26, el brigadier Concha tomó la altura que defendía el puente levadizo y el primer recinto, con lo que se llegó a la lucha con arma blanca cuerpo a cuerpo. Finalmente capitularon los carlistas después de recibir más de 3.000 proyectiles de cañón y 8 asaltos. Hubo 4.000 muertos en esta acción, muchos por congelación, pues fueron unos días especialmente fríos. Con todo, la torre del Homenaje seguía enhiesta, por lo que Espartero, el día 30, ordenó volarla.