
Impresionante castillo de Burgalimar. Imagen tomada desde el Oeste.
El castillo se encuentra sobre el Cerro del Cueto, a 422 m de altura, visible desde decenas de kilómetros, en el extremo meridional del caserío, desde el que se puede llegar con facilidad incluso con vehículo. A lo largo de la historia se le ha llamado con diferentes nombres, lo que ha conllevado que su emplazamiento haya sido bastante controvertido y situado por diversos autores en diferentes puntos de Sierra Morena. Incluso al Norte de la sierra, aunque siempre ligado al histórico camino del puerto del Muradal, que se usaba antes de que Despeñaperros se convirtiera en el paso desde La Mancha a Andalucía a finales del siglo XVIII.
Hace ya muchos años que, definitivamente, se identificó el antiguo castillo de Bury al-hamma (y sus muchos derivados) con este impresionante castillo situado en Baños de la Encina.
Está explotado turísticamente por el ayuntamiento, su propietario, y habilitado todo el recinto con carteles explicativos. Fue restaurado en el siglo XX, especialmente la torre del Homenaje, y excavado su interior habiéndose encontrado importantes restos romanos y de épocas anteriores anteriores. No obstante, presenta algunas inquietantes grietas en el cubo meridional, ha perdido gran parte del revestimiento de sus muros, tanto en el exterior como en el interior, todas las almenas son reconstruídas y el antiguo arco de medio punto de la entrada fue sustituído por un arco de herradura.

Extremo meridional del castillo. Asentado directamente sobre las rocas, se aprecian algunas de las grietas que lo amenazan.

Castillo montano de planta irregular con un solo recinto. Tiene forma alargada orientada al Norte-Sur, con 105 m de longitud y 42 de anchura máxima, ocupando una superficie aproximada de 2.750 m2. Consta de un muro jalonado por 14 cubos cuadrangulares y una gran torre del Homenaje en su extremo Norte. Tuvo antemural, pero nada queda de él.
Los cubos son salientes en altura y en el frente con respecto a los lienzos. Tienen tres pisos, los dos inferiores accesibles desde el patio de armas y el superior, solo desde el adarve. Se dice que sus salas se cubren con bóvedas de cañón, pero nosotros la única que vimos era apuntada. Los cubos están huecos aunque se cree que originalmente eran macizos, siendo en época cristiana cuando se les abrieron los huecos. El suelo de cada piso debió ser de madera apoyado en vigas, como se deduce de los mechinales visibles en las paredes. En cada planta se abren saeteras, faltando a veces en la planta baja.
Tiene una puerta principal que mira al Este, protegida por dos cubos. Está cubierta ahora por un gran arco de herradura. El arco original era de medio punto y estuvo defendida por un gran matacán. Durante la restauración esta puerta fue muy transformada. En el lado contrario del castillo se abre un postigo de poca altura, sólo para el paso de personas, del que había que descolgar alguna escalera de mano para salir y entrar. Semeja un simple agujero en el muro.


Extremo meridional del castillo, visto tanto desde su interior como desde el exterior. Quedan vestigios de su pasado color blanco.


Sector oriental.

Interior del cubo meridional, asegurado con bloques de hormigón.

Cubo meridional, con grandes grietas.

Interior del flanco occidental. En primer término se ven los restos de un templo romano.


Puerta principal. En la actualidad existe un arco de herradura muy en consonancia con el castillo, pero es un añadido del siglo XX. El arco original era de medio punto.

Interior y exterior de la poterna.


Desde el adarve se puede recorrer todo su perímetro.
Bóveda apuntada de uno de los cubos.


Dibujos y marcas realizados por los alarifes que construyeron el castillo.
Los muros están realizados mediante bloques de tapial superpuestos, constituidos a base de pequeños cantos rodados de río embebidos en masa de mortero de arena, arcilla, cal y agua. Todo el castillo estaba enlucido con mortero de arena y cal sobre el que se grabaron pinturas que recubrían los muros, imitando fuertes sillares de piedra. Y a su vez, estaba encalado, por lo que su color era completamente blanco.
Todo el recinto estaba coronado de almenas pero no ha quedado ninguna original. Las que hay ahora, colocadas durante su restauración, tienen forma prismática y están realizadas en hormigón. Tuvo antemural, que debió ser levantado con bastante posterioridad a la construcción del castillo, seguramente por los almorávides, pues su puerta estaba enfilada con la del castillo, cosa que no hubieran hecho los almohades, que siempre desenfilaban o acodaban las puertas. Todavía se mantenía la barrera en 1645. En el siglo XV se construyó un revellín frente a la puerta del que quedaban restos en la década de los setenta del pasado siglo, pero ahora han desaparecido. Este revellín se debió levantar al mismo tiempo que la cerca urbana. En su patio interior se conserva un aljibe dividido en dos naves separadas por pilares y cubierto por una bóveda de medio cañón. También se pueden observar numerosos restos celtíberos y romanos.

En época cristiana se construyó un alcazarejo mediante la creación de una muralla interior compuesta por un poderoso torreón circular, del que hoy sólo se conserva la base, y dos lienzos que unían ésta con los muros laterales, de los que hoy sólo queda parte de uno de ellos. Estos lienzos, junto con el torreón son muy bajos para que no estorbaran el dominio visual del Homenaje.

Alcazarejo. Situado en el extremo septentrional del conjunto.

La Torre del Homenaje se sitúa en el extremo septentrional de la fortaleza, con fábrica de mampostería y planta en forma de D, con la curva orientada al exterior para absorber mejor los impactos artilleros. La torre está orientada hacia el interior de la población para su control e intimidación. Posiblemente se temiera más a los vasallos que a un enemigo externo. Tiene su base maciza con dos pisos superpuestos. El primer cuerpo se cubre con bóveda apuntada y su único vano es la entrada que está situada a nivel del adarve. El segundo cuerpo se cubre con bóveda apuntada y tiene tres ventanas orientadas a los tres lados exteriores. Una escalera empotrada en el muro nos lleva a la terraza almenada. La torre es conocida entre los vecinos como “Almena gorda”.
Desde 1969 tiene el privilegio de ondear en su torre del Homenaje la bandera azul coronada de estrellas del Consejo de Europa, privilegio otorgado con motivo de la celebración del milenio de la construcción del castillo, y del que sólo dos castillos europeos tienen este privilegio, el de Baños de la Encina y el de Florencia en Nápoles.



Sala de la torre del Homenaje.

Terraza, donde ondea la bandera del Consejo de Europa.

Capitel romano aparecido durante las excavaciones.

Falsa bóveda que cubre la escalera del Homenaje.
Este lugar ya fue ocupado en la Edad del Bronce (cultura argárica). Más tarde fue un oppidum íbero, luego ocupado por los romanos. Fue el califa al-Hakam II, hijo de Abderramán III el que comenzó la construcción del castillo en el año 968. Se conoce la fecha exacta porque durante unas obras se descubrió la lápida fundacional del castillo en la que, en caracteres arábigos se lee:
“En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Mandó construir este castillo el siervo de Dios al-Hakam al Mustansir billāh, Príncipe de los Creyentes, cuya vida Dios guarde bajo la dirección de su servidor y caid Maysūr ibn al-Hakam, y se terminó con el auxilio de Dios y con su ayuda y esto fue en la luna del ramadán del año 357“.
O sea en agosto de 968. La lápida se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.



Interior del castillo, visto desde el Homenaje.
El castillo fue conquistado por Alfonso VII en 1147, aunque, tras su muerte, volvió a manos de los musulmanes. De nuevo, en 1189, sería tomada la fortaleza de Baños de la Encina, aunque también de forma efímera, por las tropas de Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León. Pero tras la muerte del rey, los almohades recuperaron la fortaleza. Existe la tradición de que estando la reina en el castillo de Baños de la Encina, allá por el año 1189, dio a luz allí a su primogénito Fernando, conocido después por Fernando III el Santo. En el año 1212, después de la batalla de las Navas de Tolosa, fue conquistado de nuevo por los reyes Alfonso VIII, Pedro I de Aragón y Sancho el Fuerte de Navarra, sin embargo la conquista definitiva fue realizada por Fernando III en 1225, incorporándola a la ciudad de Baeza.
En la segunda mitad del siglo XV, la villa y su castillo tuvieron gran importancia durante los enfrentamientos entre los partidarios de Enrique IV y los del Marqués de Villena y don Pedro Girón, primer señor de Utrera y Osuna, que pretendió casarse con la que sería más tarde reina de Castilla, doña Isabel la Católica. Durante el reinado de Enrique IV, el castillo se convirtió en escenario de continuos enfrentamientos entre los partidarios del rey comandados por don Miguel Lucas de Iranzo, y los maestres de Calatrava y Santiago, partidarios del príncipe Alfonso.
En 1458, Enrique IV lo otorgó al condestable Lucas de Iranzo, pero sus habitantes se resistieron. En 1464, los de Baños apresaron al obispo Vázquez de Acuña y lo retuvieron dos días en el castillo. En 1466, Ramón Corvera, regidor de Baeza, conquistó el castillo y lo devolvió al bando realista.
Desde que las tropas francesas se apoderaran del castillo, en la invasión napoleónica, fue utilizado como cementerio hasta el año 1828. Es actualmente propiedad del Ayuntamiento de Baños de la Encina.

El castillo de Baños de la Encina es también conocido con el nombre de «la fortaleza de los siete reyes», pues por ella pasaron en diferentes épocas, Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX, Pedro II, Sancho VII, Fernando III y Fernando el Católico.