Magnífica vista del castillo desde el Sureste. Se aprecian, entre los pinos, los contrafuertes de hormigón inyectado que frenaron las peligrosas grietas aparecidas en el cerro.
Sobre el Cerro del Águila, escarpado peñasco de forma alargada y orientada de Norte a Sur. El castillo eleva su espectacular silueta sobre la llanura almanseña. Es uno de los grandes castillos de España por su historia, tamaño y posición. Símbolo-monumento de la ciudad, ubicado junto al Camino Real de Madrid, visto por millones de viajeros de todas las épocas. En su principio, zona muy conflictiva con las fronteras de los reinos de Castilla y Aragón y el reino musulmán de Murcia. Se accede a él por una gran escalinata que parte del centro de la población, muy cerca de la iglesia.
En buen estado, gracias a la profunda restauración de 1952.
Puerta Sur, la más antigua, apta para personas y caballerías solamente.
Castillo roquero de planta irregular alargada, asentado sobre impresionantes estratos calizos verticales, aprovechados para levantar muros y separar recintos. El sector oriental del cerro es de vertientes muy pronunciadas y de difícil acceso. La parte opuesta es de pendientes más suaves y por ella ascienden las casas del pueblo. Presenta una longitud máxima de 95 m y una anchura de 25, cubriendo una superficie de 1.900 m2. Está compuesto por varios recintos escalonados y dos puertas, con la torre del Homenaje situada en su parte superior. La puerta Sur, la más antigua, fue transformada, dotándola en el exterior, con un hueco a modo de matacán corrido. Por su estrechez solo es apta para personas y caballerías. La puerta Norte, más moderna, fue construída para cubrir las carencias de la otra. Por ello se realizó mucho más ancha y alta con el fín de dar acceso a carruajes de abastecimiento. Es similar a la otra, con un arco corrido a modo de matacán. Posiblemente ya debió existir aquí una poterna con anterioridad. Actualmente el camino de acceso a la puerta Norte no existe, pues fue destruido, incomprensiblemente, por una cantera ubicada a los pies del castillo. Toda la ejecución completa de la obra actual fue hecha en un periodo corto, continuado y homogéneo por el marqués de Villena en el siglo XV. A pesar de ello se pueden observar diversos restos almohades de la primitiva fortificación que hubo aquí en el siglo XI. Así pues, los restos de tapial almohade que se pueden encontrar son el torreón Sur, cuadrado, pero enmascarado por un torreón circular del siglo XV; dos caras del torreón Norte; el lienzo occidental, interrumpido por la torre del Homenaje; un muro en el ángulo de la puerta Norte; y la puerta Sur, en recodo, con su barbacana. Durante la transformación del siglo XV se habilitaron todos los torreones y cubos con forma cilíndrica, adosando gruesos muros de mampostería. Esto es lo que ocurrió, como ya hemos indicado antes, con los torreones Norte y Sur. El resto de cubos se erigió directamente de forma circular, por lo que necesitaron cimientos con ligero talud a causa de la pendiente del cerro. En la barbacana de acceso, sus tres cubos se levantaron circulares y macizos. Todos fueron reforzados contra los impactos de la artillería. Se conservan varias troneras de palo y círculo. Todos los lienzos mantienen almenas terminadas en pirámides, consecuencia de la última restauración
Exterior e interior de la puerta Norte, construída para que pudieran acceder al castillo carruajes con bastimentos
Imagen del castillo tomada desde el Noreste.
Extremo Sur del castillo, donde se encuentra la barbacana.
Barbacana en recodo de la puerta Sur, con clara fisonomía almohade, vista desde la torre del Homenaje.
Puerta que separa la barbacana de acceso del patio de armas.
La misma puerta, entre rocas, vista desde el interior del patio de armas.
Torre Sur del recinto superior, actualmente circular, pero en el pasado de forma rectangular y fábrica de tapial, cosa que aún se puede apreciar en su interior.
Frente Oeste del castillo. Fue declarado Monumento Nacional en 1921.
Interior del ala Sur del recinto superior.
La torre del Homenaje desde el exterior del castillo.
La gran torre del Homenaje es el elemento más destacado de la fortaleza, perfectamente planificado su tamaño y posición. Se asienta en el punto más elevado del cerro, apoyada en dos estratos verticales de roca. Es de planta rectangular (12 x 7’5 m) y para construirla se creó en la cara Oeste una zapata de apoyo en sillería, para homogeneizar el espacio entre las rocas. La puerta de acceso está al Norte, protegida por un matacán. Tiene una ventana de arco apuntado y dos puertas-ventanas en el Este y Sur, la primera con arco carpanel y la segunda con arco de medio punto. Está toda realizada con gruesos muros de mampostería irregular, reforzada con sillería en los ángulos y en los principales elementos (nervios de las arcadas y claves, escalera de caracol, saeteras y escudos heráldicos). En todos los vanos se conservan los goznes superiores e inferiores y las gorroneras para alojar la tranca que cerraba las dos hojas de las puertas. La torre contaba con dos plantas, un sótano, almacén o mazmorra, y otra, planta principal, de estilo gótico, cubierta por dos pares de arcos nervados que sustentan una cubierta plana.
Bóvedas de crucería que cubren la planta principal de la torre del Homenaje.
Fachada Sur
Puerta principal de la torre.
Fachada Norte
Escalera de caracol de la torre.
Ventana con festejadores.
Don Juan Pacheco situó su escudo en las cuatro caras exteriores y en las claves de la torre del Homenaje, en el cubo Sur del recinto superior y en el cubo Sureste del recinto inferior. Las armas de los Pacheco son: escudo con cuatro cuarteles. Primero y cuarto, con una banda cargada de nueve cuñas puestas de tres en tres, y entre ellas dos cruces floreadas de gules y con los bordes cargados con cinco escudetes y cinco bezantes. Segundo y tercero, dos calderas endentadas o gironadas, y al lado de las asas unas cabezas gringoladas
Zona Norte del patio de armas, donde se aprecian los restos del edificio construido por el marqués de Villena.
Frente Norte
Frente Sur
Con la llegada de los árabes, el territorio almanseño quedó incluido en la Cora de Tudmir, en su límite septentrional. Almansa es nombrada por primera vez en el siglo XII por el geógrafo Al-Idrisi, aunque ya debió existir con anterioridad, pues en el castillo se ha descubierto cerámica del siglo XI. Los almohades, en la segunda mitad del siglo XII, provocaron la gran fortificación del cerro, con la característica tipológica de sus construcciones (estructuras sólidas y compactas con ausencias de decoración, pocas aberturas y fábrica de tapial). La mayor parte del recinto superior, excepto la torre del Homenaje, es de esa época. Almansa fue conquistada por los castellanos y donada a los templarios. Se pobló en 1248 con cien caballeros que se repartieron las tierras. Alfonso X concedió a sus habitantes el fuero de Requena en 1262, el de Cuenca en 1264 y una serie de territorios que ya le pertenecían en época almohade. A pesar de la conquista cristiana, el castillo no fue reformado hasta muchos años después, y su poblamiento fue muy difícil, pues no se consolidó hasta el siglo XIV.
Parte del patio de Armas. Al fondo la puerta Norte. Obsérvese la disposición de la rocas dividiendo el patio.
Los conflictos entre Aragón y Castilla con motivo de la conquista del Reino de Murcia, los llevó a firmar el Pacto de Almizra, por el cual se fijaron los límites de ambos reinos, quedando Almansa en tierras de Castilla. Alfonso X el Sabio concedió un extenso señorío a su hermano Manuel, al que pertenecían las tierras de Almansa. Con el alejamiento de la frontera árabe hacia el Sur, la zona se hizo más tranquila y la población y su comercio crecieron. Debido a nuevos conflictos fronterizos con Aragón, a principios del siglo XIV se crearon recaudaciones con objeto de mejorar el castillo. Esto no fue obstáculo para que en la primera década de este siglo, los aragoneses de don Alfonso de la Cerda tomaran Almansa, posteriormente devuelta a don Juan Manuel. En 1312, don Juan Manuel y su esposa doña Constanza, ya residían en el castillo, gracias a un amplio programa de obras. Dichas obras actualmente son difíciles de identificar. Desde mediados del siglo XIV y principios del XV el castillo es testigo de numerosas luchas por el control del señorío de Villena, pues Almansa, en posición muy estratégica, es una pieza clave. Por ello, Pedro I lo convirtió en base para hostigar a sus rivales, apoyados por los aragoneses. Enrique II otorgó el señorío a Alfonso de Aragón por su apoyo frente a Pedro I. En esta época, el castillo es el único lugar seguro contra cabalgadas de musulmanes, razzias aragonesas y partidarios de Pedro, que continúan la lucha pese a la llegada al poder de Enrique II. En 1396 su guarnición era de 15 jinetes y 20 ballesteros.
El primer marqués de Villena fue Alfonso de Aragón, el cual colocó guarnición aragonesa en Almansa a su costa. El marqués hizo algunas adaptaciones en el castillo para utilizar armas de fuego. Don Juan Pacheco, consejero favorito de Enrique IV, tras la batalla de Olmedo en 1445, consiguió la villa de Almansa para su padre, don Alonso Téllez Girón. Tras la breve tenencia del padre, Almansa pasó a don Juan Pacheco, segundo marqués de Villena. Éste, retomó la idea de los Manuel y Alfonso de Aragón, de considerar el marquesado como un estado semi-independiente, donde las fortalezas son representación de su poder. Prácticamente todo el castillo actual es obra suya. Su gran poder le hace acaparar, no solo sus rentas, sino las reales, pues domina al rey a su antojo. Incluso llegó a apropiarse de los beneficios comunales de la villa, lo que produjo un general malestar entre la población. Con todo este caudal monetario, la fortaleza se transformó por completo. Se levantó la torre del Homenaje, los torreones angulares y los accesos. Don Juan Pacheco se enfrentó al Concejo de Alcaraz, a los Manrique e incluso a los Reyes Católicos, lo que le llevó, tras duras batallas, a perder el marquesado en 1480. El alcaide de la fortaleza de Almansa, Gonzalo de Hellín, resistió el ataque de las tropas isabelinas de Gaspar Fabra, apoyadas por la villa en busca del mantenimiento de sus privilegios. A raíz de la guerra, Gaspar Fabra quedó corregidor del castillo. Al caer el castillo en manos de la Corona ya no necesitó funciones residenciales, por lo que se le sometió a algunas pequeñas obras.
Patio de Armas. Se puede observar la disposición de la escalera que asciende a la torre del Homenaje, entre las rocas.
Nada se sabe de la fortaleza a finales del siglo XV y principios del XVI, pero debió correr la misma suerte que otros castillos de realengo, entrando en una lenta decadencia de la cual no se recuperó hasta el XX. La prueba es que durante la batalla de Almansa de 1707 quedó totalmente al margen de la contienda. En las “Relaciones Topográficas” de Felipe II ya se habla de su estado ruinoso, diciendo que se emplearon 10.000 ducados en repararlo, y señalando que era muy difícil acarrear los materiales hasta lo alto. En 1919, el alcalde de Almansa, solicitó permiso para demoler el castillo, pero gracias a los informes realizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el castillo se salvó y en 1921 fue declarado Monumento Histórico-Artístico. En 1952 se llevó a cabo una profunda restauración que dejó el castillo como se puede ver actualmente. En 1990, ante la aparición de grietas, se colocaron diez contrafuertes de hormigón inyectado en el sector oriental para frenar los agrietamientos.
Sector Norte del castillo. A la izquierda, muy alargado, el recinto superior, y a la derecha, el patio de armas. Vistos desde la torre del Homenaje.
Frente Oeste
Frente Sureste.