Castillo de Abla

En la parte alta del pueblo, sobre una pequeña meseta de superficie horizontal, dominando el caserío y el valle, antiguo e importante camino desde la antigüedad. Mantiene contacto visual con el Castillejo de Abrucena y la alcazaba de Fiñana. También es llamado Castillejo de Abla.

Muy mal estado. Prácticamente desaparecido.

Antigua alcazaba musulmana que ocupa una superficie más o menos circular sobre laderas inaccesibles excepto al Oeste, por donde llega un camino. Sus únicos restos son un maltrecho lienzo de muy escasa longitud, de tapial, y un aljibe.

El aljibe tiene forma rectangular (8 x 2’5 m) y una altura de 2,50 m. se cubría con una bóveda de cañón. Está construido con la técnica romana de opus caementicium. Fue reutilizado en el castillo árabe hasta el siglo XV, en que fue abandonado. Se utilizó como balsa para riegos en un cortijo hasta mediados del siglo XX y luego como corral. Actualmente está colmatado de escombros.

Restos del lienzo.

Aljibe colmatado.

Ya fue poblado este cerro por los íberos bastetanos, durante los siglos V-III a.C. y luego fue ocupado por los romanos. Es nombrado por el geógrafo Ptolomeo en el siglo II (Abvla) como perteneciente a la Bastetania. En el Itinerario de Antonino también aparece documentada (s.III) figurando como “mansio”, es decir, lugar donde se aprovisionaban y descansaban viajeros, comerciantes y tropas. Fue cristianizada Abla por San Segundo, nombrado obispo, por lo que esta población fue una de las primeras sedes episcopales hispanas. Hacia el año 888, Ibn Hayyan señala la construcción por parte de los marinos de Bayyana, de veinte ciudadelas en esta zona, entre ellas la de Abla, con el objeto de controlar el camino que desde la costa se dirigía hacia el interior. Abla es nombrada por los cronistas Al-Udri, Al-Idrisi e Ibn al-Jatib. En el siglo XI, Abla pertenecía a la Cora de Elvira, dependiente de Granada, pero se vió envuelta en las luchas y guerras que tuvieron lugar entre los reinos de Granada y Almería, por lo que fue fortificado su castillo. En 1435, Rodrigo Manrique realizó una cabalgada contra Abla, a la que tomó prisioneros y acémilas. Los Reyes Católicos la conquistaron definitivamente en diciembre de 1489 quedando incluida en el reino de Castilla. Pero al año siguiente se produjo una sublevación que fue rápidamente sofocada por el marqués de Villena y Álvaro de Bazán. Abla quedó como lugar de la villa de Fiñana y quedó sometida a su jurisdicción. En 1568 se produjo la rebelión morisca de la Alpujarra y los sublevados profanaron la iglesia e intentaron tomar la fortaleza de Fiñana, pero a finales de noviembre de 1569 el marqués de los Vélez consiguió sofocar duramente la rebelión. En 1571 se repobló con nuevos pobladores castellanos (Libro de Apeos), aprovechando para deslindar y amojonar término propio y concederle el título de Real Población.