Cartuja del Ara Christi

Se ubica junto a la carretera vieja de Barcelona, en el cruce con la carretera de Náquera.

En proceso de restauración, aunque el gran número de edificios hará muy difícil su recuperación completa.

Torre Noreste.

Como muchos de los edificios religiosos de esa época levantados en despoblado, la Cartuja de Ara Christi dispuso de elementos fortificados para su defensa. La mayoría han desaparecido al perder su utilidad y con las sucesivas reformas, aunque aún pueden distinguirse varios de ellos, destacando especialmente una sólida torre defensiva, de planta cuadrada, que se levanta en la esquina Noreste del recinto murado. Iglesia y dependencias conventuales se mantienen en relativo buen estado, conservándose prácticamente todas las estructuras principales. Por contra, los elementos decorativos y artísticos se han perdido en buena parte o han sido llevados a otros lugares. Entre los que han sobrevivido destacan las piezas de carpintería valenciana recayentes al claustro y algunas muestras de azulejería policromada. La iglesia tiene planta de cruz latina.

 

 

 

Puerta de entrada.

Construída a finales del siglo XVI por el arquitecto cartujo fray Antonio Ortiz, con la protección de Cristóbal Roig quién, después de ejercer el cargo de Inquisidor de Zaragoza, se retiró a su heredad, con la intención de fundar una cartuja en su posesión. Pero murió antes de realizar su proyecto, dejando heredera a su hermana Eleonor. Ésta, legó en 1584 esta heredad a los religiosos cartujos de Portaceli, para que construyeran un convento. A su muerte en 1585, aceptaron el legado para erigir una cartuja con el título de Nuestra Señora del Ara Christi. A pesar de las donaciones del príncipe de Asturias y de Felipe II, no se contó con suficientes recursos, y las obras no comenzaron hasta 1602, en que Andrés Capilla, valenciano y obispo de Urgel, facilitó el dinero que faltaba. En 1640, el arzobispo de Valencia, Isidro Aliaga, bendijo solemnemente la terminación de las obras, siendo prior Bernardo Oliva. Los monjes cartujos tuvieron largos pleitos con los vecinos y los mercedarios de Santa María por cuestiones de preferencia para pedir limosna, lo cual impidió un asentamiento fácil. El rey Felipe IV visitó la cartuja en 1656 y Carlos II en 1676. Ante el avance de las tropas napoleónicas, de 1812 a 1820, quedó en suspenso la vida comunitaria, pues los monjes huyeron, pero en 1822 se volvieron a instalar en ella. En 1835, siendo prior fray Anselmo Ripoll, el gobierno disolvió la comunidad de cartujos e incautó sus bienes. Ese mismo año el edificio y sus tierras fueron vendidas a un particular que, sin escrúpulos, se dedicó a desvalijar sus obras de arte para obtener rápidos beneficios. De este modo, en poco tiempo, se convirtió en una ruina. Hace unos años se habilitó una parte como restaurante y zona de ocio y deporte. Y recientemente ha comenzado la restauración de la iglesia.