Frente a la iglesia, en el casco viejo del pueblo.
Muy buen estado, aunque tras la reciente restauración ha sido un tanto desvirtuado su exterior con un enlucido de cemento y unos pequeños vanos, estéticamente muy bonitos pero de nulo valor histórico.
Torre de defensa de planta casi cuadrada, construída con las características habituales de las torres de la zona pero de mayor altura. Su base mide 10 x 9’75 m. y está fuertemente ataludada. Conserva una altura de 26 m. Su fábrica es el tapial de tierra rojiza y cal, inapreciable en la actualidad a causa del enlucido realizado durante la restauración. Cuenta con cinco pisos comunicados por una estrecha escalera de caracol y una terraza rodeada por 16 almenas. Las cuatro primeras plantas son idénticas y la quinta posiblemente sea más moderna. Hasta hace pocos años, la torre se hallaba adosada a un edificio del siglo XVIII que fue derribado. Actualmente se encuentra exenta, en medio de un jardín que permite su perfecta contemplación. Al parecer contaba con un pequeño recinto amurallado del que no queda rastro. Existe una tradición o leyenda en que esta torre estaba comunicada por subterráneos con las dos de Benifayó (Muça y de la Plaza), pero deben ser las típicas supersticiones habituales en estos casos, apoyada y acrecentada por los silos subterráneos existentes en el subsuelo de la plaza principal de Benifayó, los cuales, desde siempre, se han relacionado con comunicaciones entre pueblos y castillos.
La torre fue levantada por los musulmanes entre los siglos IX y XI. Almusafes fue una antigua alquería musulmana en la que existía una aduana portuaria, como indica su nombre (al-Mazaf), destinada a cobrar los derechos de tránsito de las mercancías que entraban o salían de la ciudad de Valencia. Durante el siglo XI, en una batalla contra los almorávides, el Cid acampó en la partida de Ratxosa, mientras que Abu-Beker lo hacía en Almusafes. Fue conquistada por Jaime I en 1238 y donada a G.Davoio. Se otorgó carta-puebla en 1252 a 20 pobladores por Navarra Danvero, hija de su señor territorial, reservándose para sí la torre y el horno. No debió de surtir mucho efecto pues en 1281 se volvió a conceder otra carta-puebla por parte de García Lope de Sentia. En 1289, Pedro Martínez de Altazona vendió la villa a Eximén de Urrea, y éste la volvió a vender a Ramón Escana, quién mantuvo el lugar hasta 1346, cuando lo compró Juan Rodríguez de Corella. Éste mantuvo enfrentamientos con Pedro IV, por lo que fue confiscado el lugar de Almusafes, siendo donado a García Lloris. Pero el rey se arrepintió y en 1351, Pedro el Ceremonioso la vendió a los cistercienses establecidos en el Monasterio de la Valldigna. Perteneció a dicho monasterio hasta 1766, es decir, durante 451 años.