Al Norte de Santa Pola, en las primeras estribaciones de la sierra. Para llegar hay que ir por la carretera costera que lleva a las playas del Carabassí. En medio de edificios y apartamentos nace la c/ de la Torre del Pep, a la izquierda. Después de unos centenares de metros, esta calle queda impracticable, pero se puede seguir a pie por un buen sendero. El nombre actual es una deformación del antiguo “Torre de les Caletes”.
Bastante buen estado, aunque ha perdido el remate superior y sólo conserva las ménsulas. Su puerta está tapiada.
Desde la torre se domina nítidamente la isla de Tabarca.
Es una construcción troncocónica de aproximadamente diez metros de diámetro en la base, apoyada en una ladera rocosa escarpada. Su altura es aproximadamente de doce metros. La fábrica es de mampostería unida con mortero de cal y arena. El acceso se encuentra en la parte interior más alejada del mar, pero en la actualidad se encuentra cegado, si bien se trata de un hueco pequeño terminado en arco de medio punto. Ménsulas de piedra rematan la torre constituyendo un elemento volado que permitía la protección de la base. Sobre ellas y a mitad del voladizo se sitúa un parapeto formado por mampostería. La destrucción de una parte del parapeto ha permitido conocer la posición de la escalera que discurre junto a la puerta y adosada al muro. La desaparición de la cubierta de protección de la caja de escalera es una de las causas de deterioro interno. Sobre la clave del hueco de acceso existe una inscripción realizada en dos grandes piedras negras, de forma cuadrada y en la que se dice el nombre (ilegible) de quién mando su construcción, sus títulos y el año de edificación. La cifra falta por la rotura del ángulo inferior derecho de la lápida. En realidad los datos se refieren al virrey Vespasiano Gonzaga.
Su custodia estaba encomendada a cuatro atajadores: dos de a pie, que realizaban continua vigilancia, y dos a caballo, que controlaban el trayecto comprendido entre dos torres: comunicación, petición de auxilio, etc. Tanto la Torre Escaletes como la Atalayola (actual Faro) tenían guardas de a pie, pero no a caballo, por lo que la función de enlace corría por cuenta de los dos atajadores del castillo.