Palacio del Real

Reconstrucción digital del palacio según los planos y restos excavados, realizada por la Universidad Politécnica.

Se encontraba situado extramuros de la ciudad, al lado izquierdo del río Turia. Frente al puente de su nombre y en el lugar en que actualmente se encuentran los jardines de Viveros y la c/General Elío. De su memoria han quedado algunos topónimos, como el Puente del Real, el Llano o Pla del Real y los Jardines del Real (actuales Viveros).

 

 

Planos del Palacio superpuestos sobre un plano actual de Valencia. Imagen extraída de la web: “noticiascv.com

Plano encontrado en un archivo de la Biblioteca de París en 2007. Con él y con las ruinas encontradas, la UPV ha podido reconstruir figuradamente el palacio.

Detalles del plano de Valencia de Anton Van Wynngarde, del siglo XVI. Se aprecia el Palacio del Real, frente a la ciudad y al otro lado del Turia.

 

 

Figuración de cómo quedaría el palacio, visto desde el puente.

Desaparecido. Fue arrasado por los propios valencianos en 1810 por orden del general Joaquín Blake, para evitar que fuera utilizado por los franceses como baluarte desde donde atacar las murallas. En 1810, solamente se salvó de su grandiosa fábrica algún fragmento de artesonado conservado en el Archivo del Reino de Valencia. En 1814 el capitán general de Valencia, don Francisco Javier Elío, ordenó amontonar los escombros del derribado palacio del Real en los jardines, y formó con ellos dos pequeños montículos («Les muntanyetes d’Elio») que rodeó de macizos sustentantes, sombreados de arbusto y de flores. Todavía subsisten estos montículos en el interior de los Jardines de Viveros. En los mismos jardines se puede observar unas escalinatas que según la tradición, respaldada por las posteriores investigaciones arqueológicas, pertenecieron al palacio. De otros restos pequeños se tiene constancia en Sevilla y otros lugares.

En 1986  a raíz de unas obras realizadas en los colectores de la ciudad, fue levantado el asfalto de la calle General Elío, y bajo ella aparecieron los restos del palacio. Después de una fuerte polémica sobre si los restos debían ser enterrados o dejados al descubierto, se decidió volver a enterrarlos ya que la calle es una de las arterias principales de la ciudad. Tan solo quedaron al descubierto algunos cimientos y restos de muros en el interior de los Viveros.

Basamentos de la Torre de la Reina, donde residió María de Castilla.

 

 

 

Restos de la puerta Suroeste del palacio en la actualidad.

Línea de basamentos de la fachada meridional. Se ven las bases de algunas torres. Todos estos restos se pueden contemplar en el interior del Jardín de los Viveros.

Fue el antiguo palacio de los Reyes de Valencia. También conocido como «Palacio de las 300 llaves» en alusión al número de habitaciones que llegó a tener. Desde el siglo XI al XIX fue sede regia para los reyes tanto de la taifa valenciana, como para los monarcas de la Corona de Aragón, los Austrias y los Borbones. Durante todos estos siglos, el Palacio del Real de Valencia padeció el paso del tiempo, sufrió asaltos durante guerras, destrucciones, reconstrucciones y ampliaciones.

Se trataba de un gran edificio, su fachada principal llegó a alcanzar los 200 metros y dispuso de varias torres bien fortificadas, algo imprescindible debido a que el estar extramuros de la ciudad lo hacía fácilmente vulnerable en caso de guerra. Estaba integrado por dos cuerpos: el llamado palacio viejo, que era la antigua almunia musulmana reformada y adaptada a las nuevas necesidades, y el llamado palacio nuevo, que sería una ampliación de nueva planta del viejo.

 

 

Aspecto de la c/ General Elío en 1986, con todas las ruinas del palacio al descubierto.

La parte más antigua del palacio giraba alrededor de un patio. En una de sus dependencias se albergaba la capilla del palacio, disponía de cuatro torres, una en cada esquina, y aunque durante años sirvió como dependencias de uso exclusivo de la reina, con el tiempo llegaría a ser un espacio destinado a viviendas del alcaide y personal de servicio. La parte nueva giraba alrededor de dos patios. En el más grande se encontraba la escalera principal que daba acceso a los salones principales. El patio pequeño disponía de una escalera que daba acceso a la nueva capilla del palacio dedicada a Santa Catalina. Este cuerpo, verdadero núcleo del palacio, con sus dos patios, sufriría las más importantes reformas de su arquitectura medieval original, entre los que destacaríamos la modificación de la escalera del patio principal y la alteración de la fachada. La escalera adosada a uno de los lados, frecuente en la mayor parte de los palacios medievales del ámbito mediterráneo, fue sustituida por una en caja cerrada previa demolición de una serie de dependencias. El otro cambio, absolutamente radical en la fisonomía del palacio, es la introducción de la galería de arcos, en el frente principal, posiblemente para sustituir una fachada discordante y con reminiscencias medievales que en el siglo XVII se consideraría inadecuada. Las ilustraciones que se conservan muestran el palacio en este momento histórico.

Pintura anónima del palacio.

Las dependencias de la reina  se situaban en torno al patio pequeño, en las inmediaciones de la capilla de Santa Catalina; mientras que las dependencias del rey, se ubicaban en la torre principal, denominada torre de los Ángeles, inmediata a la entrada al palacio y reconocible en los grabados antiguos a simple vista, ya que en ella se encontraba un gran escudo real. En esta época, y al igual que ocurría en otros palacios de la Corona de Aragón, como el de Barcelona, los aposentos del rey y de la reina, se encontraban separados en las denominadas “casas” o “apartaments”, en este caso, el de la reina era el situado en la zona inmediata a la capilla, a la que tenía acceso por una tribuna, en torno al denominado patio pequeño, y fue el que se reformó con mayor intensidad, ya que la esposa del rey Magnánimo, María de Castilla, prácticamente vivió durante toda su vida en el Real, hasta 1458 fecha de su fallecimiento. Además del extenso jardín del palacio, existía ya en el siglo XV una importante colección zoológica compuesta de leones, osos, ciervos, faisanes, pavos reales y diversa fauna exótica.

Entre los maestros canteros cuyos nombres han llegado hasta nosotros y que trabajaron en el palacio podemos encontrar a Joan Franch (siglo XIV), que trabajó también en las obras del Convento de Santo Domingo y al «piquer» Mateu Teixidor, que trabajó en la construcción del Puente de la Trinidad.

La otra denominación con que se conoce a los Jardines del Real, los Viveros, procede de la huerta del Vivel, nombre tomado de la laguna o vivero que los regaba, y que se viene utilizando desde que en 1903 este parque fue donado al ayuntamiento para plantel o viveros de árboles. Anteriormente había pertenecido a la Diputación Provincial, a la que había sido cedida por el Real Patrimonio en 1869. Su utilización como vivero está documentada ya en 1560, fecha en que Felipe II dispuso le fuesen remitidos de la Almaciga del Real de Valencia infinidad de naranjos y limoneros así como más de cuatro mil plantas florales para embellecimiento de los jardines de su Palacio de Aranjuez.

 

 

Palacio del Real de Valencia en 1807 (Ilustración de Antonio Rodríguez y grabado de Pedro Vicente Rodríguez).

Su origen se encuentra en el siglo XI en una finca de recreo o almunia musulmana, de los reyes de la Taifa de Valencia, conocida como “Rahal”, donde se retiraban para descansar. Fue mandada construir para descanso del rey Abd al Aziz y de sus descendientes. Fue transformada en Alcázar Regio y ampliada por don Jaime I el Conquistador. En 1363, durante las guerras entre Castilla y Aragón, el palacio fue incendiado por las tropas castellanas. Una de las últimas reparaciones y más importantes fue la llevada a cabo por Pedro IV el Ceremonioso, que lo llamaba «alberg delitós» (albergue deleitoso) y lo rehabilitó en todo su esplendor después del saqueo de las tropas castellanas.

La época que se abre con el reinado de Alfonso el Magnánimo (1416-1458) es una de las más brillantes para el Real de Valencia. Monarca decidido a consolidar el edificio como residencia real, contó para ello con el elenco de los mejores artistas valencianos para llevar a cabo sus propuestas, algunas de las cuales pudo seguir de cerca coincidiendo con sus años de residencia en Valencia. Así invertiría considerables sumas de dinero, siguiendo personalmente el desarrollo de las obras, para hacer del Real valenciano una de las residencias más significativas de sus reinos por delante de otras residencias de la Corona de Aragón. Siendo crucial para la definitiva puesta a punto del Real valenciano, el hecho de que su esposa la reina María de Castilla fijara su corte y residiera como inquilina permanente en él. Los inventarios de la reina María de Castilla, nos permiten imaginar un palacio suntuosamente decorado, con abundantes colecciones de tapices, los conocidos como “draps de raç”, pinturas en la capilla y el oratorio privado y ricos objetos litúrgicos, entre otros muchos bienes. El alemán Jerónimo Münzer en 1494, describe la belleza de sus jardines, alcázar y numerosas estancias.

Oficialmente su demolición en la Guerra de Independencia, 12 de marzo de 1810, fue una supuesta estrategia militar para no permitir un bastión desde donde se pudieran hacerse fuertes las tropas napoleónicas invasoras, y bombardear la ciudad. Si bien de poco sirvió, pues atacaron por otro flanco y las tropas españolas terminaron entregando la ciudad sin luchar, a cambio de poder marchar a Alicante, todo ello pese a que en el primer sitio, el 28 de junio de 1808, los valencianos derrotaron a los franceses dirigidos por Moncey en las Torres de Cuarte, que con multitud de bajas fueron obligados a retroceder a Madrid. Para una parte de los investigadores pudo ser una forma de terminar con los vestigios que aún quedaban del antiguo régimen derrotado en Almansa. Es cierto que no gozó tanto del favor de los Borbones, bajo cuyo mandato fue lamentablemente demolido, dado que el Palacio del Real era todo un símbolo de poder en el Reino de Valencia. Algunos autores creen que el derribo del edificio fue un intento de los Borbones de borrar uno de los símbolos del pasado de Valencia como reino, ya que el Palacio del Real representaba un emblema de poder y de gloria para la ciudad. Sus fondos fueron saqueados por algunos de los que habían participado en su destrucción, como el propio arquitecto a las órdenes del general Joaquín Blake, y también por los franceses tras su entrada en la ciudad.

Unos años después de su demolición, parece ser que hubo un intento de reconstruirlo por parte del general Elío, nombrado capitán general de Valencia por Fernando VII.

En el palacio, conocido como del Real y reedificado por Pedro IV de Aragón, se alojaron Juan I, Martín el Humano, Alfonso el Magnánimo y su esposa la reina Doña María, entre otros monarcas, fue una de sus residencias favoritas; ocasionalmente se alojaron Carlos I, Felipe II y Felipe III, a cuyas bodas con Margarita de Austria sirvió de marco admirable. Hasta su derribo fue residencia oficial de los virreyes, primero, y de los capitanes generales después.

A comienzos de 2009, se hicieron nuevas catas con georadar, apareciendo nuevos restos que despertaron el interés por  el palacio-emblema de la ciudad del Turia, pero se descartó una excavación masiva Los arqueólogos desenterraron los muros pertenecientes a la Torre de la Reina. Una magnífica Torre que fue la residencia de la Reina María, esposa de Alfonso El Magnánimoaunque en el último periodo del palacio fuera utilizada como cocina. La previsión para estos trabajos  es mantener a la vista buena parte de la fachada porticada y construir encima un pequeño recinto que sirva como sala de exposiciones. Los trabajos se realizan con parte del fondo de ayudas del Gobierno.