Murallas del siglo XVIII-Alicante

Tras el ataque de la armada francesa en 1691 contra la ciudad y su práctica destrucción, se comprobó la fragilidad de las murallas existentes ante las armas modernas. La situación se volvió crítica ante el peligro de nuevos ataques con las murallas destruídas, pero mientras se proyectaba, discutía o se conseguían fondos, llegó la Guerra de Sucesión. Con urgencia, en 1704, hubo que reforzar los muros del siglo XVI y cerrar mediante “tapias, terraplenes y fosos” el Arrabal de San Francisco tomando como apoyo el Baluarte de San Carlos. Estas tapias vinieron a sustituir de forma provisional el proyecto de 1688, pero tomaron carácter definitivo. Esta nueva fortificación cerraba el barrio de San Francisco. La muralla seguía paralela a la actual c/Gerona, doblando posteriormente hacia la plaza de Ruperto Chapí, y de allí salía otro lienzo hacia el Oeste que volvía a girar a la altura del Mercado Central para juntarse con la muralla del siglo XVI y el brazo que descendía del Castillo, en la Puerta de la Huerta. En este nuevo anillo murado se abría una puerta en el frente Sur que facilitaba el acceso al barrio de San Francisco por el Camino de Elche. Dicha puerta se situaba al final de la actual c/ San Francisco y se inauguró en 1712. En 1707 se terminó la batería de San Felipe realizada al final de la prolongación del muelle, con el objeto de defender el puerto ante su cada vez mayor importancia, según proyecto de Joseph Castellón.

 

Batería de San Felipe.

Durante todo el siglo y, tras la creación del Cuerpo de Ingenieros Militares, se realizaron numerosos proyectos para las nuevas defensas de la ciudad, que no se llevaron a cabo. En 1737 se derribó la muralla y parte del pasadizo de la Puerta de la Huerta, debido a su estado de ruina. En 1740 se construyeron dos nuevas baterías frente al mar. Una en la plaza de la Puerta de Elche y otra en la parte de debajo de la ermita del Socorro. En 1765, el conde de Aranda ordenó derribar la muralla del XVI en todo su frente Sur. Pero propuso conservar los torreones de San Francisco y San Bartolomé para memoria de su antigüedad y para hacer función de baterías. También el conde de Aranda propuso una nueva ampliación de la muralla que no se llevó a cabo hasta el siglo siguiente. Partiendo de la Puerta de la Reina, la muralla llegará al convento de San Francisco, rodeándolo, para acabar en la Puerta de San Francisco.

 

Grabado de la Puerta del Mar, de 1876, obra de Viravens y Pastor.

En 1776 se reformó la Puerta del Mar. Se mantuvo la puerta existente abriendo otra de medio punto directamente sobre el paño de la muralla, a la derecha del torreón de Monserrate. Los dos torreones que enmarcaban la antigua puerta se unieron mediante un paño de muralla ligeramente ataludado y almohadillado, teniendo dos pequeños cuerpos de guardia y un antepatio.

Iglesia de Santa María, uno de cuyos campanarios, concretamente el de la derecha, se habilitó reaprovechando una torre de la muralla. Esta iglesia sufrió numerosos impactos de la artillería francesa en el ataque de 1691, que destruyó la ciudad. Impactos que todavía se aprecian con claridad en la fachada Sur, incluso uno de ellos conserva incrustada, la bala del cañón.

Ante la llegada de la Guerra de la Independencia, la ciudad estaba protegida en la parte del mar, lugar por donde habían venido siempre los peligros, pero la parte del interior estaba totalmente desprotegida. En verano de 1808 comenzaron las obras de adaptación, que costaron 2.357.578 reales de vellón. Fue la última intervención importante que se llevó a cabo en las murallas, pero por la rapidez y la precariedad con que fueron construídas las defensas, no las hemos tenido en cuenta como fortificación independiente, ya que se limitaron a reforzar lo ya existente. El recinto nuevo iba desde el pie de la batería de San Antón hasta el Baluarte de San Carlos, comprendiendo la parte más elevada de la Montañeta de San Francisco. La falta de recursos y las prisas impidió que se terminaran una línea de trincheras y fuertes que iban desde la playa de Babel, a lo largo del Barranco de San Blas, hasta el camino de Madrid, en torno a la ermita de San Blas y el Chorret.

Castillo de Santa Bárbara desde el Oeste. Se aprecia la muralla Norte que desciende desde el castillo hasta la ciudad. Este lienzo sigue el mismo trazado que el primero musulmán pero, lógicamente, ha sido muy reformado posteriormente.

El 13 de julio de 1858, la reina Isabel II autorizó al ayuntamiento de Alicante, a derribar las murallas, ante sus insistentes peticiones. Ante el ataque de los rebeldes cantonalistas contra la ciudad en 1873, se volvió a plantear por parte de las autoridades, la construcción de un cerco fortificado. Incluso algunas partes que todavía no se habían derribado fueron de nuevo reparadas. De todos modos y, lógicamente, pese a lo adelantado que estaba dicho proyecto, no se llevó a cabo.