Murallas de Tabarca

La isla de Tabarca se encuentra a 8 millas marinas de Alicante y a 2’5 del Cabo de Santa Pola. Tiene 1.800 metros de longitud y 400 m. en su parte más ancha. Está orientada en dirección Este-Oeste y en ella se encuentra una pequeña población rodeada de una fuerte muralla. Se puede acceder a la isla con diversas compañías navieras que tienen sus bases en Santa Pola, Torrevieja y Alicante.

Su estado es malo. Queda casi todo el recinto pero nunca se ha hecho nada por conservarlo. Se han perdido algunos tramos en el sector Sur, los dos rebellines de los extremos y falta altura en muchas partes. Por otra parte, la piedra arenisca de sus sillares es blanda y fácilmente erosionable, estando en algunos sectores, muy deterioradas sus piedras.

Sector Norte de las murallas. Seguramente el que se encuentra en mejor estado.

Parte interior de los baluartes Norte, donde aparecen una serie de dependencias diversas.

Se proyectó la construcción de una ciudad fortificada siguiendo los planteamientos urbanísticos, militares, ideológicos y estéticos del barroco, aunque también con los de la ciudad utópica del Renacimiento. Se diseñó la ciudad con una gran plaza central con salidas laterales y tangenciales para servir de nudo y enlace rápido con los puntos que, en caso de ataque y asedio, pudieran debilitarse, al estilo de las ciudades italianas del siglo XIV. Aunque no se hicieron todos los edificios y detalles programados, la población isleña quedó fortificada por murallas, baterías y baluartes.

Cuenta con tres puertas: Al Norte llamada de Tierra, de Alicante o de San Rafael. Otra al Este, llamada San Miguel. Y la del Oeste, denominada Trancada o San Gabriel, en la que se halla esta inscripción:

CARO LUIS III

HISPANARIARUM REX.

FECIT EDIFICAVI

Puerta de San Miguel, también llamada de Tierra o de Alicante. Se puede decir que es la principal, la que da acceso al muelle y al resto de la isla. En la fotografía de arriba se observa la grave disgregación que sufren los sillares de arenisca de una de sus jambas.

Puerta de San Miguel. Se abre frente al istmo. Estaba protegida por un revellín triangular que actuaba de parapeto ataludado que era una protección avanzada (Revellín del Real Infante). El ángulo agudo estaba dirigido hacia el enemigo, es decir, al exterior, para reducir en lo posible los efectos de los impactos de la artillería rival. Contaba con foso. Para la construcción del puerto, lamentablemente, se utilizaron las piedras del revellín.

Puerta de San Rafael, al Norte. Debió dar servicio a algún tipo de embarcadero, pues la tierra se termina unos metros por delante de ella.

Puerta de San Gabriel o de la Trancada, sita en el extremo Oeste. Contó con puente levadizo y un rebellín que defendía la entrada. Rebellín que todavía se conserva en parte. En el ángulo superior derecho está la piedra con la inscripción.

Restos del rebellín

Entrada a las cámaras subterráneas y dependencias del baluarte Norte.

Flanco Suroeste, desde la Puerta de San Gabriel hacia el Sur, parcialmente derrumbado.

Parte trasera de la Puerta de San Gabriel.

Detalle de los sillares totalmente disgregados por la erosión.

Extremo Oeste del recinto. Se aprecia la muralla derrumbada en primer término, parte del rebellín que defendía la entrada y, al fondo, la costa de la península, con la Sierra de Santa Pola.

Fue refugio de piratas ya desde época romana, como señalan Estrabón y Avieno. Algunos religiosos agustinos rogaron al rey Carlos III que mediara ante el rey de Túnez para liberar a 400 prisioneros genoveses apresados en 1741 en la isla de Tabarka (Túnez). Una vez liberados fueron desembarcados en Alicante y allí permanecieron cuatro meses mientras se acondicionaba mínimamente la isla. Todavía los habitantes oriundos de la isla mantienen apellidos italianos. En 1761, Campomanes, en un memorial dirigido al rey Carlos III, señaló la conveniencia de establecer en la isla un destacamento militar que evitase el refugio de los piratas argelinos. Los trabajos comenzaron en 1769, bajo la supervisión del Gobernador de Alicante y a cargo del ingeniero militar Fernando Méndez de Ras. Entre sus primeras decisiones fue la de abrir una cantera en la zona Oeste de la isla para, al mismo tiempo que aprovechaban los materiales, el material de desecho servía para rellenar el desnivel existente entre el Norte y el Sur de la isla. El sistema defensivo pronto quedó en entredicho, pues en 1779 el propio Consejo de Castilla ordenó al ingeniero Baltasar Ricaud un informe en que se señalan las malas condiciones de la isla, lo malo del suelo y la escasez de agua. En 1798, el abandono era evidente, pues el gobernador avisa que no tiene ni pólvora ni cañones con que defenderla en caso de ataque. Durante el reinado de Fernando VII se cedieron las instalaciones militares a los propios tabarquinos al no poder facilitarles armas para su propia defensa. Entre 1834 y 1837 fue cárcel de presos políticos. En tiempos de Isabel II se ordenó la demolición y abandono de la fortaleza, cosa que no se llevó a cabo.

Plano de Tabarca de 1876, realizado por Viravens y Pastor, seguramente basándose en otro anterior de Fernando Méndez de Ras, de 1772, en el que se representa el proyecto de fortificación completa de la isla. Se observan los rebellines, las defensas avanzadas y demás elementos desaparecidos. Muchos de ellos ni siquiera se comenzaron.

Diversas instantáneas en las que se muestran algunos de los lienzos de la muralla Sur que todavía se conservan, asentados directamente sobre las rocas.

La isla de Tabarca vista desde mar adentro. Ya en la lejanía lo primero que se observa  es la muralla.