Se encontraban rodeando la población, pero han desaparecido. A comienzos del siglo XX se derribaron los últimos restos de la muralla.
Forcall fue conquistada en 1235 por don Gil de Azagra y don Benito de Torres, oficiales de Blasco de Alagón. En 1246 fue elevada a la categoría de Villa, entrando a formar parte de la jurisdicción de Morella. Durante el reinado de Jaime II, Forcall consiguió su autonomía en 1292, pero en 1306 se volvieron a unificar, aunque consiguieron las aldeas algunos derechos. Durante el reinado de Pedro III, en 1358, Forcall consiguió liberarse de Morella por 5.000 florines de oro, pero 9 años más tarde, desoyendo la orden real, Morella puso sitio a Forcall, destruyendo las murallas recién levantadas y muchos edificios del interior. Pedro IV obligó a los morellanos a retirar sus tropas de las aldeas acosadas y obligó a pagar con creces los daños causados durante el asedio. En el siglo XV, tras la muerte de Martín el Humano sin sucesión, Morella apoyó al candidato Fernando de Antequera, mientras que Forcall apoyó al Conde de Urgel. Por esta razón en 1414 también sufrió el bombardeo morellano efectuado desde la Mola Garumba. A la sucesión de Fernando, en 1461, Morella apoyó al rey Juan II, mientras que Forcall lo hacía con su hijo, y de nuevo perdía Forcall. Durante las germanías, Forcall se alzó como cabecilla de las aldeas alentando la revuelta contra el emperador Carlos I. El aplastamiento de la revuelta supuso para Forcall una gran pérdida en bienes, pues hubo que pagar gran cantidad de dinero en castigo a su rebelión. Por fin, en 1691, el rey Carlos II, concedió la independencia a todas las aldeas de Morella, aunque para ello tuvieron que pagar 20.000 pesos. En la Guerra de Sucesión, Forcall apoyó al archiduque Carlos, pero su derrota lo volvió a sumir en la indigencia. Sufrió mucho Forcall Durante las guerras carlistas, pues fue escenario de ataques de los bandos. Fue prisión del bando carlista, estando encerrados más de 3.000 soldados isabelinos entre los muros del convento. Y aún después de acabada la contienda fue objeto de represalias por el apoyo prestado a Tomás Peñarrocha “el Groc”, guerrillero que no se resignó a la derrota carlista y continuó guerreando por su cuenta hasta su captura y muerte en 1844 en Las Parras de Castellote.